Se conmemoraba el triste aniversario del fatídico 11-M y José Sacristán no quiso olvidarlo en 'El Hormiguero'. «Estaba haciendo 'Danza macabra' y suspendimos la función. Terrible. Hay que recordar, cómo se decía en 'El viaje a ninguna parte'. Hay que recordar, sobre ... todo, la ignominia del atentado en sí, y luego la desfachatez del gobierno de turno negando unas evidencias en función de unos intereses políticos que, afortunadamente, se volvieron en su contra. No soy partidario de hacer leña del árbol caído, pero realmente nunca se ha pagado tan cara una fotografía como la de las Azores. Eso sí, sin olvidar nunca a las víctimas de esta salvajada», declaraba.
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Sacristán presentaba ante Pablo Motos 'La colección', un nuevo montaje teatral. «La suerte que he tenido, el privilegio, es haber estado cinco años dando a conocer el universo de Miguel Delibes con 'Señora de rojo sobre fondo gris' y, ahora, pasar al de Juan Mayorga. Miguel te hace estremecer con lo que conocemos y Mayorga, con lo que vaya usted a saber qué es. Me parece un reto maravilloso», aseguraba.
A sus 86 años, el actor presume de tener una memoria perfecta, «me gano la vida con esto y la ejercito», precisaba el artista que prefiere interpretar a perdedores. «Son mucho más interesantes que los ganadores. El que tiene la lucidez del perdedor es el más interesante. El que sabe que, seguramente, la guerra está perdida. Te vas a morir rodeado de hijos de puta, de chorizos, de miserables, de ladrones… El hecho de salir cada día a librar la batalla de la dignidad, es la lucidez del perdedor», manifestaba.
La escena tiene cautivado a Sacristán desde hace ya unos años. «La televisión y el cine necesitan de un tiempo del cual yo ya no dispongo. Se repite mucho, hay que madrugar… y en el teatro hay menos exigencias económicas y lo manejas mucho mejor. Y luego está la posibilidad de la continuidad de acción: Tú eres Hamlet hasta que te matan con la espada. Siempre y cuando esta continuidad no la interrumpa el móvil o la tos del correspondiente desgraciado», apuntaba. Esas interrupciones incomodan notablemente al intérprete.
«Llegué a parar una obra, pero por respeto al resto de los espectadores. Y lo celebran. Otra vez, había una persona con una tos insolente, y me suelo parar. Miro hacía la tos y repito lo que acabo de decir, a ver si se toma nota del accidente. Pero eso lo puedes hacer dos o tres veces, no más. Y al día siguiente, mi mujer fue al cine y en la cola había dos señoras. Una le decía a la otra que había estado viendo a Sacristán y que estaba muy mayor porque se paraba y repetía», recordaba jocoso. «Cada función es un salto al vacío, un riesgo que conviene correr. Lo que no conviene es instalarte en la comodidad del oficio porque, entonces, lo que harás no estará mal, pero será previsible», advertía Sacristán.
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Y sobre la actualidad también opinaba. «No caigamos en el catastrofismo. No son peores estos tiempos que otros tiempos. No, de ninguna de las maneras. El miedo se cura leyendo. Ahora tenemos el caso de Koldo, que es una cosa estrepitosamente lamentable, pero acontecimientos como este y mayores ocurrían antes, lo que pasa es que nadie se enteraba. Lo que me preocupa es que, en algunos momentos, pienso que toda la improcedencia y el despropósito con el que algunos políticos se manifiestan es porque piensan que es eso lo que le gusta a su electorado. Igual tendríamos que empezar a mirar nuestra propia capacidad de criterio y elección», comentaba con tino.
Y abordaba algunas declaraciones de nuevos políticos. «Me parece, sencillamente, miserable que se cuestione ahora la Transición. Porque había que estar allí. Había que conocer la relación de fuerzas. Quien tenía el tanque, quien tenía el dinero, quien tenía el poder, quién era el hechicero de la tribu y los manipulaba… En absoluto hay que idealizar, ni muchísimo menos, pero había que estar allí. Creo que uno de los graves problemas de cierto sector de la izquierda de este país es haber caído en una especie de mesianismo, el no pararse en ningún momento a considerar cuál es la fuerza del contrario. Es la impaciencia del mal aprendiz. Y en lugar de solucionar, provocas una serie de situaciones que acaban volviéndose en contra tuya», zanjaba.
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