Las muertes del dragón

Contar ese momento exacto, el instante en el que alguien ya no va a estar más, requiere una sensibilidad muy específica. Si la muerte es liberadora, tal vez tenga sentido ver cómo la espada se clava en el pecho del malvado brujo oscuro. Si se busca una respuesta excéntrica, veremos vísceras y sangre a borbotones. Pero si la muerte es perturbadora, si va a provocar que el espectador se retuerza y cierre los ojos y resople un «no, por Dios...», lo mejor es no verla; tan solo sugerir: luces y sombras, sonidos extraños, silencios incómodos...

'Juego de tronos' y 'La casa del dragón' son un ensayo constante sobre la muerte. O sobre la vida. La canción de hielo y fuego, ya saben. Al final del primer capítulo de la segunda temporada de 'La casa del dragón' muere un personaje al que prácticamente no habíamos visto antes. Y, pese a que la cámara nunca muestra el momento, es imposible olvidarla. Una de esas muertes que se construyen en la imaginación y encienden la mecha del cambio. Un cambio poderoso que justifica el resto de la historia. Supongo que por eso escribir -escribir bien- exige un valor para el que no todos están preparados: poner un final.