La idea parece sencilla. El viajero se desplaza a un punto a conocer el lugar y el paisanaje. El primer ejemplo, para los que tenemos cierta edad, es José Antonio Labordeta. En dos tandas a finales de los noventa y principios de este siglo, el ... cantautor, escritor y político se echó la mochila a la espalda para conocer el mundo rural, sus particularidades, anhelos, lamentos y costumbres. Dos décadas de su última emisión, la imagen de un Labordeta calado con una gorra y llevando un bastón perdura.

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Después llegaron más viajeros. Los protagonistas de 'Cuéntame' se encargaron de 'Un país para comérselo'; Ariel Rot hizo lo propio con 'Un país para escucharlo', donde recorría ciudades y provincias con un cicerone para mostrar las nuevas tendencias, a los pioneros de la música, a los defensores de las tradiciones y de las fusiones. Un país que suena a mestizaje, que propone cosas innovadoras.

La última pata de esta mesa es 'Un país para reírlo', que cierra su primera temporada en La 2. Goyo Jiménez es el encargado de mostrar cómo son las risas del país en diez capítulos, disponibles como el resto de los programas en RTVE Play (la remozada 'A la carta', que ahora se parece mucho a una plataforma de 'streaming' muy famosa).

Jiménez charla con humoristas famosos en sus comunidades, con rostros muy conocidos (Ignatius Farray, Joaquín Reyes, Pablo Carbonell, Carlos Latre o Santiago Segura) o maestros como Millán Salcedo y Manolo Vieira. Se explican tópicos, las características propias de cada tierra, las fuentes inagotables de las que beben, los límites del humor, que cada vez son más grandes y menos comprensibles, y se admiran ejemplos sempiternos como 'Vaya semanita', que nos hicieron reflexionar y reír. Porque siempre es bueno reír.

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