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La maravillosa voz de Félix Linares hablando de películas forma parte del ADN de Euskal Telebista, como el Teleberri o los partidos de pelota. El ... presentador de 'La Noche de...' lleva 27 años contando chascarrillos de cine, pero este bilbaíno de 74 años que se resiste a jubilarse es, ante todo, un hombre de radio, al que los amantes de los libros agradecemos los 37 años que mantuvo en antena junto a Kike Martín 'Pompas de papel' en Radio Euskadi. Sin móvil, pero con canal de YouTube, Linares sigue yendo al cine casi a diario.
–¿Su primer recuerdo en una sala de cine?
–No es un recuerdo mío, me lo contó mi madre. Me llevaron de bebé al Ideal a ver una del Oeste protagonizada por Errol Flynn. Monté tal escándalo que me tuvieron que sacar. Mi padre anunció: «A este niño no le va a gustar el cine». Mi primer recuerdo es en el Olimpia, con mi abuela. Tendría cuatro años o así. 'Diez valientes', una de aventuras con Burt Lancaster que está entre dos obras maestras, 'El halcón y la flecha' y 'El temible burlón'. Esta era la mala.
–Como todos los de su generación, conoció Bilbao a través de las salas de barrio.
–Nací en La Casilla y tenía muchos cines alrededor. En cada iglesia, en cada catequesis, había un cine. Incluso en la escuela en Indautxu te daban películas. Había un ambiente cinematográfico. Soy tan mayor que entonces no había televisión.
–Fue su voz la que le llevó a un estudio de radio.
–Había un profesor en la escuela de los Astilleros Euskalduna que un día escuchó una armónica en el pasillo. El hombre era muy aficionado a la radio. Preguntó si había alguien que sabía hacer más cosas y apareció con un magnetófono. Salí voluntario de presentador a leer un poema. Tenía 16 años. Me dijo que tenía buena voz, yo nunca me lo había planteado.
–No tenía ninguna vocación periodística.
–Nada. Yo escuchaba la radio, como cualquiera en la época. Aquel programa nunca se hizo, pero habló a un amigo en Radio Bilbao, José Manuel Sánchez Tirado, que me aguantó durante año y pico enseñándome a vocalizar, a escribir...
–¿Y cuándo sale por primera vez en antena?
–En Radio Popular, donde necesitaban locutores. De allí salimos la generación de Eduardo Uriarte, Carmen Navarro, los hermanos Bacigalupe... Este es un oficio en el que entras de aprendiz y enseguida estás de locutor si haces falta.
–¿Por qué le atrapó?
–Tampoco tenía tan claro cómo era el trabajo. Descubres que es una forma de comunicación que conocías desde el otro lado. Y tampoco es tan difícil, ja, ja. A los dos meses, con 19 años, ya estaba haciendo un programa de jazz. Yo quería contar bien las cosas, tener todos los datos. Me ha pasado toda la vida: a la hora de contar las cosas he tardado más que los demás porque he comprobado todos los enfoques. Como me he dedicado fundamentalmente al mundo de la cultura me he manejado bien. Esta es una profesión fantástica, las cosas como son. Me especialicé en música y aquello a finales de los 60 y los 70 era un jolgorio.
–Escribió durante un tiempo en EL CORREO.
–Sí, a principios de los 80 en el suplemento 'Devórame', que llevaba José Luis Peñalva, un loco de cuidado. Me perdía los libros y cómics que le dejaba.
–¿Y cuándo entra en Radio Euskadi?
– En febrero de 1984 tras unas oposiciones. Venía de hacer en Radio Popular un programa de doce horas de música, Popular 3 Estéreo, una radiofórmula elitista, poníamos lo que nos daba la gana.
–Siempre le hemos conocido hablando de cultura. ¿Nunca se ha visto presentando el Teleberri?
–No. Es tan cómodo estar en un sitio donde dominas las cosas... En una época aparecía en programas informativos, de debate, y era divertido. Pero si hay que hacer un Teleberri, se hace y no pasa nada.
–¿Qué es lo más raro que ha hecho?
–No sé, soy un tipo tan ordenado y tan de Bilbao... Quizá el detalle más curioso es cómo empecé a trabajar en Televisión Española en la época de EL CORREO. Me llamaron para poner música a un programa, 'La vida misma'. Iba con mis discos. Un día preguntaron si alguien conocía a John Renbourn, que le gustaba mucho a Jesús Hermida, por entonces jefe de informativos de la cadena. Le hice una entrevista. Y lo grande es que en el ínterin cesaron a Hermida. Soy un tipo morigerado: mis cositas, mis conciertos, mis películas. Nunca se me ha ocurrido ir de corresponsal de guerra, me quedaría en el hotel, como en las películas.
–¿Nunca le han tentado para dar el salto a Madrid?
–Me hicieron algunas sugerencias de Telecinco. Les contesté que yo iba todos los días a comer a mi casa. Y que vivía enfrente del mar. Y me dijeron: «Entonces no vengas». Yo enseguida me perturbo y Madrid, según cuentan, es 'La matanza de Texas'. He conocido a mucha gente que ha trabajado a nivel de directivo y te contaban historias de gente con cuarenta y tantos años y tres infartos. A mí me gusta estar en el cine y leyendo libros.
–La gente le conoce por 'La Noche de...', pero usted es un hombre de radio.
–Llevo 56 años trabajando en la radio, sin perder ni un solo día. La televisión llama la atención, la imagen te da popularidad. A veces, agradeces que te recuerden que trabajas en la radio. Una vez fui a cobrar un cheque y el del banco estaba mirando hacia abajo. «¿Quiere el carné?», le pregunté. «Con esa voz, no», me contestó. La gente se cree que yo hago todo en 'La noche de...', porque soy el que sale. En cambio en la radio sí que hacemos todo, un programa personal y bien hecho es lo que más me gusta.
–'La Noche de..' fue un invento de Iñaki Pangua, se le ocurrió que antes de la película se podían contar cosas sobre ella.
–Empezamos en 1995, yo llevaba ya tres años presentando películas. No hemos faltado ni una sola semana. Saltó a Aragón TV y a Extremadura, con otros presentadores, aunque se mantenía mi voz en la narración. Otras cadenas han tratado de imitar el modelo, pero no les ha funcionado.
–¿Y aquí por qué ha funcionado tan bien?
–Tengo una teoría. Los espectadores necesitan eso que los yanquis llaman el 'anchorman', el hombre ancla, que les fije en lo que están viendo. «Ah, el de las películas». Eso da seguridad y confianza.
–¿Les han acusado alguna vez de reventar las películas?
–No las reventamos, solo hablamos un minuto. Tengo un canal de YouTube donde procuro no reventar el final, porque la gente tiene derecho a ver las películas como si fuera la primera vez que se proyectan.
–¿Cuál es el secreto de la longevidad de sus programas?
–Si yo lo supiera... Quizá es un término pasado de moda, pero creo que hay una cierta autenticidad. La gente sabe que no soy un intruso, que si de algo sé en la vida es de cine. No estoy hablando por boca de ganso lo que otro ha escrito. Quiero que la gente vea películas, y ese entusiasmo se contagia de alguna manera. De hecho, solo soy el presentador pero la gente comenta: «El tío que más sabe de cine».
–¿Qué le dicen por la calle?
–Antes me preguntaban por una película, pero eso se acabó gracias a internet. Ahora me dan las gracias. Incluso a las cuatro de la mañana no me dan la pelmada, no tengo problemas con el fenómeno fan.
–Recuérdeme una pifia de película especialmente memorable.
–Hay una que repetimos constantemente, la de 'El desfiladero de la muerte', una película de 1958 con los vascos luchando con la cestapunta. Al menos la hemos sacado doce veces y siempre hay centenares de llamadas. Hasta tenemos una sección, 'Los vascos conquistan Hollywood', para la que recibimos contenidos de los espectadores. Nosotros empezamos con los gazapos y ahora los dan hasta en el Telediario... También nos ha pasado hacer un reportaje sobre Luise Rainer como la actriz más longeva, con 104 años, y morirse poco antes de que se emitiera.
–¿Se considera mitómano ? ¿A quién le hubiera gustado conocer?
–No soy muy mitómano. Cuando vino Robert de Niro al Festival de Donosti estuvo muy elusivo. Ese mismo año estaba Michael Caine, que es un tipo encantador al que le hicimos una entrevista estupenda. Esa gente la acabas apreciendo más. Me acuerdo de Julia Roberts, todo sonrisas... Es el mundo del cine. Igual a tomarme cañas no me voy con ninguno, prefiero a mis amigos.
–Usted es uno de los rarísimos privilegiados que no tiene móvil.
–Tuve uno de los primeros móviles cuando era jefe de programas hace treinta años. Después descubrí que era mejor no ser jefe. Era un engorro, porque siempre estabas localizable. Me llamaban a las dos de la mañana para cualquier tontería. Yo me paso todo el día en la radio, y si salgo voy al cine o a un concierto, donde tendría que apagar el móvil. Soy fácilmente localizable en el fijo o en el correo electrónico.
–Y en redes tampoco está.
–En YouTube tengo un canal personal en el que hablo de cine y libros. Valoré con mi hijo meterme en más redes, pero vimos que era territorio comanche. Todas las noches contesto al que me escribe al canal.
–En octubre cumplirá 75 años. ¿Conoce el término jubilación?
– Es bonito, viene de jubileo, alegría y jolgorio. ¿Sabes? Estoy en una situación que nadie tiene. Yo puedo marcharme mañana. No estoy sojuzgado por un jefe ni nada por el estilo. Pero me gusta tanto lo que hago... Si me jubilo voy a seguir haciendo exactamente lo mismo. Trabajar me permite estar más en contacto con el mundo de la cultura. Lo que me preocupa es que sigo trabajando muchas horas al día. Además, tengo un carácter que no sé lo que voy a hacer luego. Creo que ir al cine, pero no lo sé.
–Los cines agonizan.
–Lo veo mal. El otro día estaba solo en el cine... No han vuelto todas las personas mayores que antes iban. Los chavales sí, pero eso es pan para el fin de semana y hambre para el resto de los días. El cine que nos interesa va a quedar para los festivales y para alguna sala especializada, en el caso de Bilbao espero que duren mucho los Multis y los Golem. Sinceramente creo que el tiempo del cine ha pasado, ha desaparecido de la vida de los ciudadanos de manera irreversible. Quedaremos unos irreductibles, pero el cine va a ser un arte del siglo XX.
–¿Ve series?
–No muchas. Las series son historias alargadas hasta la extenuación. Los que tenemos el formato de hora y media en la cabeza no aguantamos la misma historia nos la cuenten en ocho. Sé que es el futuro, pero el formato no me gusta. Quedaremos refugiados en las películas que también están haciendo las plataformas. Insisto, aunque el sofá de mi casa sea más cómodo, vamos a lamentar perder la comunión de ir al cine con gente.
–¿Cuál es la película de su vida?
–Te podría decir ahora una y otra dentro de un rato. Conservo un gran recuerdo de 'Rebelión', de Masaki Kobayashi, una película japonesa de samuráis de 1967. Cuatro días estuvo en cartel. 'Y 2001', 'Grupo salvaje', 'La ofensa'...
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