Amaia Uribe ha cumplido su sueño. Desde muy pequeña, en su Forua natal, se imaginaba como reportera en la ciudad de los rascacielos. Tras su paso por la televisión y la radio, ha ejercido como corresponsal de EITB en Nueva York y, cinco años después, ... ha regresado a sus orígenes. Quizás la vuelta tampoco sea definitiva y parta hacia otro destino. ¿Cuál? «Me da igual», responde. «El mundo está lleno de historias».
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- La novela 'Bilbao-New York-Bilbao', de Kirmen Uribe, resume su experiencia profesional.
- Es cierto. Mi trayectoria empezó en Bilbao, en televisión y radio, luego me trasladé a Nueva York y ahora, de nuevo, estoy en Bilbao. Además, Kirmen vive ahora allí y hemos estado con él.
- ¿Siempre tuvo claro que el periodismo era lo suyo?
- Desde pequeña me ha atraído el periodismo. Con tres años me ponía delante de un espejo como si fuera una reportera y no sólo eso, sino que decía que informaba desde Nueva York. Siempre he dicho que quería ir a esa ciudad. Recuerdo que en la ikastola hacíamos un periódico y yo lo sacaba adelante, y también presentaba la gala de Navidad.
- Y un día llega a la Gran Manzana.
- Había estado dos veces como turista, había visto los rascacielos y la había idealizado. ¡Pero vivir allí es tan distinto! Algo tan habitual como ir al médico se puede volver una operación complicada. Te tienes que acostumbrar. Ahora bien, cuando te adaptas es una maravilla. Creo que estoy enamorada de Nueva York, está dentro de mí y para siempre. Como visitante la ves de una forma diferente. Es una ciudad en la que todo el mundo va a su bola, con un invierno durísimo durante el que parte de sus habitantes prácticamente hiberna.
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- ¿Trabajar en Estados Unidos no es como tocar el cielo para un periodista?
- Para mí ha sido como ir a otro planeta porque te diriges al lugar donde se produce la noticia. Es más que un lugar, yo diría que un espacio con expresión global.
- ¿Fue fácil tomar la decisión de cruzar el océano?
- Fue una decisión familiar. Mi marido dejó su trabajo y mi hijo sólo tenía un año. Existe la idea del corresponsal solitario, un hombre sin cargas que se mueve libremente, cuando, en realidad somos muchas mujeres y no por ello ni peores periodistas ni peores madres. En ETB nosotras somos mayoría. Por suerte, el panorama está cambiando e, incluso, pienso que el ser mujer y madre te permite conectar con las personas de otra manera, quizás mostrar más empatía.
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- ¿Cómo llevó su marido el cambio?
- Al hombre no le preguntan por las circunstancias de la mujer. Nadie se plantearía mi sacrificio si mi marido fuera trasladado profesionalmente a China. Él me apoyó y priorizamos la oportunidad laboral. Él ha sido el que ha estado encargado de las rutinas porque en esta profesión no hay horarios fijos.
- ¿De qué manera repercute la diferencia horaria?
- Son seis horas de diferencia. Me levantaba a las 5.30 de la mañana, y si tenía algo para el informativo, ya trabajaba a pleno ritmo a las 8. También hice radio y esa labor suponía trabajar por la tarde, cuando ya aquí era de noche. La estancia en Estados Unidos ha supuesto un trabajo intenso y emplear muchas horas, pero yo ya sabía de antemano que iba a ser así. Siempre ocurre cuando la corresponsalía está lejos. Llevo tan sólo unos días aquí y me está costando rebajar el ritmo y adaptarme al horario de aquí, de lunes a viernes.
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- ¿Hay jerarquías entre los medios acreditados en la Casa Blanca?
- Sí, en la Casa Blanca hay un grupo que sigue al presidente permanentemente y que, por ejemplo, posee prioridad para hacer preguntas durante las ruedas de prensa. Si no hay eventos y Biden está en su casa de Delaware, hay alguien de guardia y ellos pasan la información al resto. También se nota diferencias entre alguien del Washington Post, la CNN o una cadena europea. Los nativos tienen fuentes dentro de la institución.
-¿Cómo fue cubrir la política estadounidense durante el periodo de Trump?
- Estábamos mirando todo el tiempo sus tuits porque él sabía cómo llamar la atención y, habitualmente, a deshoras, soltaba una bomba para que todos hablaran de ello. En cambio, ahora, Biden celebra una rueda de prensa diaria con su portavoz.
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- ¿Y sus mítines?
- Eran como festivales, con gente entusiasmada haciendo largas colas para entrar. Sus seguidores se llamaban a sí mismos trumpistas y no se consideraban ni republicanos ni demócratas. Eran los mítines de hangar, el candidato llegaba en un avión, bajaba, daba el mitin y regresaba a la nave. Sabía muy bien lo que quería escuchar su público.
- ¿Recuperará su faceta como bertsolari?
- ¡Ahora no sé si sería capaz de rimar! Di clases en ikastolas, pero lo tuve que dejar cuando comencé a trabajar los fines de semana.
- El oficio de corresponsal parece más una forma de vida que un trabajo.
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- Sí, es una forma de vida que exige dedicación absoluta y una maleta preparada. Yo no podía hacer planes con mis amigos. Pero ha sido apasionante y no sólo por tratar temas del país. También cubres la actividad de Naciones Unidas y eso supone hablar de muchos conflictos y todo tipo de temas, desde la economía a la cultura o el deporte. Ser corresponsal es un regalo más que un trabajo.
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