La periodista Sara Carbonero se encuentra desde hace días en Panamá como embajadora de Unicef, en uno de los proyectos más duros de su vida. La presentadora anunciaba hace días que le esperaba «una realidad terriblemente dura y sobrecogedora, necesaria de contar y plasmar en imágenes». Este domingo, subió una publicación a Instagram en la que destacaba las duras vidas de las personas de la comunidad Bajo Chiquito, situada en la frontera entre Colombia y Panamá.
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«Las historias que allí pudimos escuchar de niños y padres que han hecho el viaje fueron tremendamente desgarradoras», relataba. Con un equipo reducido de la mano de Unicef, la toledana está documentando todo lo que está viviendo, intentando concienciar a sus seguidores acerca de personas que viven en situaciones desfavorecidas y de extrema necesidad: «En ese tiempo intentamos empaparnos y comprender mejor por qué es tan importante que existan estos lugares «alivio», así los denominamos. Conocimos el cuarto de literas donde pasan la noche los niños que llegan solos, sin nadie. Que han perdido a su familia en la selva».
Esta dura experiencia llega en un momento complicado para la presentadora, que en 2022 fue intervenida de un cáncer de ovario que la atormentaba desde 2018. Desde ese entonces y hasta ahora, no había podido volver a un proyecto con Unicef: «Ni siquiera tenía claro que pudiera volver a hacerlo nunca más. Eso me producía una tristeza infinita». Y hace nada, recibía la noticia del fallecimiento de uno de los pilares de su vida.
En la misma publicación, expresó las complicadas condiciones de las personas que llegaban al lugar, repartidas en 5 piraguas: «Esa imagen es de las que se te queda para siempre en la retina. Las personas llegaban extenuadas, algunas no eran capaces de responder ni del país del que venían. Caso aparte el de los niños, la mayoría saltaba y reía después de 10 días sin parar de caminar y llegando por fin a un sitio con vida. Recuerdo especialmente a un señor de unos 70 años muy bien vestido que viajaba solo y apenas podía subir la escalera. También a una madre que venía con su bebé de pocos meses en brazos. A otro hombre que llegó con el tobillo completamente roto, cojeando. Recuerdo cada una de sus miradas».
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