Pitágoras decía que el orden de los factores no altera el producto, pero el matemático griego no conocía 'El conquistador del Caribe'. Aquí el orden es vital, sobre todo en la prueba de la tirolina libre. Que se lo diga a Seleta, que a punto estuvo de fastidiarla por no memorizar bien a sus chicos y alterar su orden de participación. No llegó la sangre al río y todo quedó en un aviso. Todo comenzaba con un clásico juego de inmunidad. El objetivo era que el mayor número de personas del equipo pasaran al otro lado de una tirolina. Antes había que elegir a uno que tenía que ir a por la cuerda, enebrarla en un tronco, cruzar con ella un río y pasarla por un arco. El resto tensaba la soga e iban cruzándola por orden. «No sé qué me da que la va a liar, no se va a acordar del orden», avanzaba Julian Iantzi al ver marchar a Seleta hacia los suyos. Y así fue, el capitán colorado olvidó a uno de sus chicos y tuvo que cambiar el final de la fila. Todo quedó en una reprimenda.
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Los Yocahu cogieron una gran ventaja desde el primer minuto. Ya habían pasado cuatro rojos antes de que los azules y amarillos pusieran siquiera la tirolina. Los Corocote le echaron garra y casi alcanzan a los colorados, pero Marta se rompió y no fue capaz de acabar su recorrido. Así, los rojos ganaron con cuatro componentes al otro lado, seguidos de los azules, con tres. Los Guabán tardaron lo suyo en arrancar y aquello les pasó factura siendo los perdedores de la prueba.
Peio estaba en el punto de mira. El bilbaíno aseguró que pasaba la tirolina como un rayo y falló. Izeta le recriminó su actitud, pero antes de nominar, los Yocahu debían condenar directamente a uno y castigaron a Aitor. La decisión provocó una traición. Pese a que Peio era el que había provocado gran parte del fracaso, las lanzas apuntaron de nuevo a Álvaro. Fue Aitor el que sugirió su nombre. «Esto es un juego y cada cual tiene que salvar su culo, y considero que Alvarito es un rival que me lo va a poner más fácil que otros», se justificaba el de Abetxuko. «Me he dado cuenta de que sigo en el punto de mira», asumía el malagueño.
En el equipo azul, Aini escogió a Irune para el duelo. Ella misma se había postulado. «Lo pedía a gritos porque la lesión que me hice no mejora, así que prefiero tirar ahora con todo y si puedo volver mañana, mejor. Estoy sufriendo y no he dicho nada. Si no estoy entera que voy a hacer», argumentaba la de Arrasate. Ante esta decisión, Iantzi advirtió: «Paripés, cero». La joven replicó que iba a luchar y no mentía.
El duelo era muy potente. El trío debía lanzarse al agua y desde allí trepar por una cuerda hasta llegar a un primer banderín. Una vez recogido, volvían a bajar y a repetir el ascenso, esta vez hasta llegar a una escala que debían subir para coger la enseña definitiva. La altura de treinta metros no pronosticaba nada bueno para Irune, con su rodilla herida. Aitor ganó sin problemas y a la Corocote le costó arrancar, pero pilló la técnica y completó el reto. «Quería volver, no he venido aquí para irme», proclamaba jabata. Álvaro lo intentó, pero fue incapaz de subir ni siquiera el primer tramo. El estudiante de Ingeniaría se emocionó al despedirse. «Espero que la gente haya visto que no hay límites, aunque me haya quedado aquí. Que vean en casa que lo he peleado hasta el final. Nunca te rindas», animó entre lágrimas. «Gracias por este ejemplo», despidió Iantzi.
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