El campeón del Dakar presumía en 'El Hormiguero' de su buen momento. Con 61 años, Carlos Sáinz sigue en la brecha. «Creo que con la edad se disfruta más. Valoras otras cosas, tienes otra perspectiva… Y, además, en esta ocasión venía de un accidente que tuve el año pasado, con una factura de dos vértebras, y tenía especial ilusión de hacerlo bien», comentaba. Pablo Motos le preguntaba por la lesión. «Estoy perfecto, no me he resentido nada. Pero es cierto que cuantos más años tienes, más tienes que trabajar», aclaraba el piloto que aprovechaba para desvelar sus peores momentos. «Lo que más me duele es el cuello porque el coche es una especie de coctelera. Y la zona lumbar. Y el culete, la verdad, también sufre. Después de cinco o seis horas botando, se nota», precisaba.
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Sáinz goza de su veteranía, aunque hay quien recela de él. «Es normal que haya gente que dude de mí, pero yo tenía confianza en mí mismo y por eso voy al Dakar. Y porque tengo la confianza de todo mi equipo», explicaba el entrevistado, cuya fuerza de voluntad le impide tirar la toalla. «No, físicamente he estado bien. Ha habido momentos en los que hay que tener estrategias y pelear la suerte. Y luego hay que tenerla, claro. Hubo un día que pinchamos tres veces y estuvimos diez minutos esperando la rueda de repuesto. Llegó el compañero, nos dejó seguir y ese día perdimos parte de la ventaja, y se jugó todo en el último día. Pero esta vez me propuse disfrutar de la carrera y no agobiarme. Y creo que lo he conseguido. En otras ocasiones, había una sobre reacción a situaciones y momentos. Este año he querido divertirme», manifestaba.
Y su copiloto, Lucas, da fe de ello. «Hay momentos de mucha tensión. Pero este año le decía que era el mejor Dakar que ha hecho por lo que me ha regañado. Se ha enfadado más conmigo cuando yo he tratado de hacer lo que he querido. Aguantarme a mi tiene mérito», ironizaba el deportista. «Notas los años en que me hacen falta gafas, por ejemplo. Y que te tienes que preparar más físicamente. No soy el mismo que hace cinco años. Tengo la suerte de tener un equipo que sabe de qué pie cojeo», afirmaba seguro el invitado que mira la lozanía desde otra perspectiva. «Sinceramente, creo que los jóvenes pilotos me respetan», apreciaba.
Sáinz volvía al Dakar, esta vez para revelar que también tuvo buena suerte. Un piloto saudí tuvo un accidente y le dejó su caravana, que tenía grifos de otro. «Era como una mega suite. La nuestra suele ser una mini caravana y este año no funcionaba el agua caliente ni la calefacción. Y cuando tuvo el accidente, que era justo el día anterior al día de descanso, me llamó y me dijo que me quedara con la caravana. Por España y por Europa no podría circular porque es más ancha de lo que marca la ley», contaba el campeón.
Una de las circunstancias más difíciles de la prueba de este año fue la muerte del piloto catalán Carles Falcon. «El mundo del motor te recuerda de vez en cuando que pueden pasar cosas. Ningún piloto piensa que le va a pasar algo cuando está en la casilla de salida. Si lo pensaras, no correrías. Es muy duro estar hablando con alguien en la salida de un tramo cronometrado y que, veinte minutos después, te digan que ha tenido un accidente y ya no vas a volver a hablar con él. Eso es muy duro. Las motos en el Dakar son muy peligrosas», opinaba circunspecto Sáinz.
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