Plácido Domingo, Josep Carreras y Luciano Pavarotti, Los Tres Tenores, en su actuación en el Mundial de Fútbol de 1994.
Música

Esas voces para la eternidad

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Un libro desvela los perfiles de grandes cantantes de ópera, a los que suma dos gestores

Sábado, 4 de febrero 2023, 00:05

Los cantantes de ópera son, desde el siglo XIX, figuras de enorme relevancia en el panorama de la cultura europea y ya en tiempo más reciente en el conjunto del mundo occidental. A diferencia de pianistas, violinistas, chelistas o directores de orquesta, la circunstancia de ... que su instrumento sea parte de ellos los hace más próximos al público, más humanos, más sometidos a circunstancias difíciles de prever: lo mismo la enfermedad que el cansancio, la depresión o los cambios hormonales. Por eso, por cada estrella en el más amplio sentido que aparece entre aquellos (un Rubinstein feliz, un Bernstein expansivo, una Argerich volcánica, un Rostropovich heroico) hay muchos divos de la lírica que convierten su voz y su vida misma en un fenómeno de masas. En 'Divos' (Ed. Galaxia Gutenberg), Jesús Ruiz Mantilla traza el perfil de un puñado de intérpretes a los que ha tratado por su trabajo de periodista. Y descubre así lo que hay detrás de figuras carismáticas a veces frágiles, incluso atormentadas, y otras empeñadas en desmontar piedra a piedra su propio mito antes de que caiga el telón.

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Ruiz Mantilla distingue entre ellos no tanto por generaciones como por actitudes y modelos de comportamiento. Así, ve en un puñado de grandes nombres, de Angela Gheorghiu a Roberto Alagna para desembocar en Anna Netrebko (para él, la mejor de quienes están aún en activo, junto a Cecilia Bartoli), actitudes del pasado, de la lírica de otro tiempo, que pueden llevarles a lugares menos ilustres en un futuro no muy lejano. El carácter de Gheorghiu, por ejemplo, es incompatible con los usos actuales. Como el empeño de Alagna por ser su peor enemigo. O las amistades peligrosas de Netrebko.

Es el momento no solo de artistas capaces de cantar como los ángeles, interpretar como alumnos aventajados del Actors Studio, ser próximos al público como políticos en campaña y no tener reparos en confesar las propias debilidades. Javier Camarena, Juan Diego Flórez, Rolanzo Villazón o Jonas Kaufmann responden bien a varios de esos perfiles. Como Lisette Oropesa o la ya veterana Felicity Lott.

En la generación de esta última, Ruiz Mantilla se detiene en Josep Carreras, un ejemplo claro de lo que pudo ser y no fue... a causa de la enfermedad. El tenor catalán se hace más humano en su conversación con el periodista al reconocer las muy pocas veces que cree haber dado en el escenario todo cuanto podía dar. Un caso diferente al de Plácido Domingo, enfurruñado con los textos del periodista, quien lo ve empeñado en demoler su mito con la misma fuerza y tensión dramática con las que lo puso en pie. Y Pavarotti: el relato de la entrevista que le hizo en Módena, donde lo más importante de la conversación fue que el inolvidable tenor -ya en plena decadencia- se durmió, es impagable.

Junto a las voces, Ruiz Mantilla escoge dos grandes agitadores a los que la ópera moderna debe mucho. Uno es muy conocido por aquí: Gerard Mortier. Un transgresor de enorme cultura y fina inteligencia, capaz de entender que la forma musical que se había impuesto en el siglo XX era la canción. Y que Lou Reed era más importante que Pavarotti. A Mortier lo odiaban los divos que antes de él se creían intocables y los públicos muy conservadores. Pero suscitaba oleadas de admiración allá donde iba. Directivos y aficionados vascos aún recuerdan una cena con Mortier en Bilbao, en 2006 tras una conferencia dentro del 'Tutto Verdi'. A ellos no les extrañará nada de lo que cuenta Ruiz Mantilla

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