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Ciencia y tecnología

Vida en el Universo

Astrofísica ·

Aunque antes otros habían elucubrado sobre ello, Luciano de Samosata fue el primero en plantear la existencia de otros seres fuera de la Tierra

MAURICIO-JOSÉ SCHWARZ

Viernes, 23 de octubre 2020, 23:42

En Samsat, un pequeño poblado de 3.000 o 4.000 habitantes en la provincia de Adiyaman, sureste de Turquía, cerca de la frontera con Siria y en los márgenes del mítico Éufrates, no hay ni una calle dedicada al que probablemente es su más ... célebre hijo: Luciano, satirista y retórico asirio del siglo II, el primer ser humano que fantaseó abiertamente con el contacto con otras formas de vida fuera del planeta.

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Luciano de Samosata, que así se llamaba Samsat, escribió, entre otros muchos libros, una de las primeras novelas, 'La verdadera historia', en la que unos viajeros son llevados por un tornado a la Luna, donde se ven envueltos en una guerra entre el reino de la Luna y el reino del Sol por el derecho a colonizar la estrella de la mañana, es decir, Venus. Los habitantes de estos dos reinos son extrañas formas de vida híbridas, con características de diversos animales.

Ya antes de Luciano, algunos filósofos habían propuesto la pluralidad de vidas en el Universo como ejercicio abstracto: el presocrático Metrodoro de Quíos o el romano Lucrecio fueron pioneros de la idea de la pluralidad de los mundos habitados, la misma que llevaría a la hoguera a Giordano Bruno. Pero el ejercicio filosófico y las aproximaciones literarias tuvieron que esperar hasta que en 1830, con las nuevas visiones científicas, el matemático y astrónomo alemán Carl Friedrich Gauss sugirió plantar un gigantesco bosque en forma de triángulo rectángulo de modo que las posibles inteligencias extraterrestres que observaran nuestro planeta a través de sus presumiblemente potentísimos telescopios supieran que nuestro planeta estaba habitado por seres inteligentes que comprendían el teorema de Pitágoras.

Lo que buscaba Gauss era comunicarse con otros seres inteligentes. Pero ¿y si la vida en otros lugares no fuera inteligente, o no lo fuera al modo que lo entendemos nosotros? Entre esta primera propuesta y la búsqueda de vida extraterrestre en nuestros días han transcurrido todo tipo de reflexiones y especulaciones químicas y biológicas. ¿Cómo podría ser la vida en otros lugares del Universo? ¿Tendría forma humana o al menos vagamente humanoide como conviene a las producciones cinematográficas? ¿O sería totalmente inimaginable, de formas diversas y asombrosas? E, incluso, ¿tendría que estar basada, como la vida en nuestro planeta, en cadenas de carbono o podría tener como estructura algún otro elemento capaz de hacer cadenas, como el silicio?

El 19 de septiembre de 1959, apenas 15 días antes de que la extinta Unión Soviética pusiera en órbita el primer satélite artificial, el Sputnik, Giuseppe Cocconi y Philip Morrison publicaron en la revista 'Nature' el artículo 'Búsqueda de comunicaciones interestelares', que sugerían basadas en el uso de rayos en la frecuencia de las microondas como medio de comunicación.

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Pero no fue hasta que físicamente pudimos ir o enviar sondas robóticas a otros planetas cuando además de la búsqueda de inteligencias extraterrestres asumimos otra visión. La Química y la Biología nos habían dado las bases para buscar formas de vida, digamos, más humildes. Primero en la Luna con las visitas de las misiones Apolo, luego Marte con las sondas Viking, Venus y cometas y asteroides diversos.

La presencia de moléculas orgánicas en distintos puntos del universo ha animado la búsqueda. 'Orgánico', sin embargo, no quiere decir automáticamente que tenga relación con la vida. La química orgánica se llamó así porque en el siglo XIX se presumía que todos los compuestos con enlaces covalentes de átomos de carbono procedían de procesos vivientes, algo que hoy sabemos que no es exacto. Pero lo opuesto sí lo es: todos los procesos y seres vivientes están basados en el carbono. Encontrar moléculas orgánicas es un primer paso que podría indicar la presencia de vida.

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Fue en 1969 cuando la revista 'Astrophysical Journal' publicó un artículo que revelaba que se habían encontrado indicios espectrográficos de formaldehído o H2CO en cuatro nebulosas oscuras. Fue la primera de las más de 200 moléculas orgánicas complejas que se han identificado hasta hoy en diversos lugares del Universo. Después, cuando en 1995 se identificó el primer planeta fuera de nuestro sistema solar, se pudo pasar de la teoría a la práctica en la búsqueda de planetas que tuvieran las condiciones necesarias para albergar vida primitiva, o vida más compleja… o incluso vida humana.

Búsqueda indirecta

Todos los datos sobre el Universo fuera de nuestro sistema solar se obtienen indirectamente, sobre todo estudiando la luz que procede de otros cuerpos y determinando, al descomponer esa luz en su espectro electromagnético, la presencia de distintos elementos y compuestos que pueden absorber o emitir luz en ciertas frecuencias muy específicas.

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La comunicación por radio para buscar, de modo más optimista, señales de vida inteligente, fue sugerida inicialmente por el visionario Nikla Tesla en 1896 como forma de comunicarse con los seres de Marte, aunque estos resultaron no existir (y, si existen, será en forma de seres microscópicos incapaces de usar la radio). Incluso, del 21 al 23 de agosto de 1924, con Marte más cerca de la Tierra que en mucho tiempo, se promovió en Estados Unidos un silencio de ondas de radio de cinco minutos cada hora y se llevó un receptor de radio a 3 kilómetros de altura en un dirigible, con objeto de recibir cualquier posible señal marciana, sin éxito alguno.

Desde 1960, diversos experimentos bajo el nombre SETI (siglas en inglés de 'Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre') han utilizado radiotelescopios para buscar posibles transmisiones inteligentes de otros lugares de nuestro Universo. El más famoso de ellos fue el originado por el astrofísico y divulgador Carl Sagan en 1980. El problema de esta opción es que las ondas de radio se degradan conforme recorren el espacio, como las ondas de un estanque se van desvaneciendo conforme se alejan del punto donde una piedra las provocó, e incluso las señales más potentes y focalizadas se pierden a los pocos cientos de años luz.

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Aunque es muy probable que haya vida en otros lugares del Universo, dado lo comunes que están demostrando ser los elementos básicos para la vida como la conocemos, nuestras mejores opciones para buscar vida siguen siendo los planetas y lunas de nuestro sistema solar.

Un espacio demasiado grande

La realidad de las enormes distancias que separan a los sistemas solares de nuestra galaxia y a las galaxias unas de otras, hace enormemente improbable la fantasía de que seres de otras culturas nos visiten, especialmente si lo hacen solo para hablar con una persona poco fiable o para secuestrar vacas. Estos hechos han ido disolviendo la mitología de las visitas de seres extraterrestres que fueron una superstición dominante a fines del siglo XX.

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