Viaje por el teatro de todos los tiempos
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El repertorio se renueva con una visión cada vez más contemporánea. Victoria Abril debuta en Mérida y Leticia Dolera dirige en Almagro un monólogo basado en un capítulo del QuijoteSecciones
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El repertorio se renueva con una visión cada vez más contemporánea. Victoria Abril debuta en Mérida y Leticia Dolera dirige en Almagro un monólogo basado en un capítulo del QuijoteLos festivales de verano no solo se mueven al ritmo de la música. En algunos resuenan siglos de historia, palabras escritas en la antigua Roma o en el Madrid de los Austrias, quizá en la Corte o en la soledad de una celda monástica. El ... teatro clásico ha tejido una red que recorre buena parte de la geografía española con dos capitales -Mérida y Almagro- y cerca de una veintena de escenarios, como antorchas que marcan el camino a artistas y espectadores. De Sagunto a Olmedo y de Cáceres al Castillo de Niebla, en Huelva, siempre hay una parada en ruta para los viajeros y una nueva mirada a un repertorio universal.
Mérida Del 27 de junio al 25 de agosto, toda la programación en festivaldemerida.es
Almagro Del 4 al 28 de julio, consultar en festivaldealmagro.com
«Podrías estar todo el verano saltando de festival en festival disfrutando de un teatro de altísima calidad», afirma Irene Pardo, que afronta su segunda edición al frente de la cita de Almagro. «Es como viajar por el mundo en 500 kilómetros, por el mundo y por la historia. Y en cada parada encuentras una arquitectura diferente, otro paisaje, otra gastrononomía». Si hay alguien que conoce bien estos caminos es Rafael Álvarez, El Brujo, que encarna como nadie la figura del bululú: el comediante que en el Siglo de Oro recorría los pueblos en solitario, ofreciendo breves representaciones, y se bastaba para dar voz a todos los personajes.
Este año será aún más protagonista porque va a recibir el Premio Corral de Comedias de Almagro, donde lleva treinta años actuando. Es un lugar sagrado para él. Cada vez que pisa este escenario, antes de la función se inclina y guarda silencio en homenaje a todos los artistas que le han precedido, como también hicieron los actores de la Royal Shakespeare Company. «Intento convertir en un corral de comedias cualquier teatro donde me encuentre», dice.
Cada verano recorre un amplio circuito de festivales -«Olmedo, Cáceres, Alcántara, los de Andalucía...» y ha sido testigo de su evolución. El público resiste «y se ha renovado con gente joven que se ríe mucho», pero «antes había más presupuesto. Hubo dos golpes fuertes, la crisis y el covid, y los programadores regatean más. Si yo llevara producciones de capa y espada muy costosas, no podría ir todos los años. Pero conmigo ganan dinero».
El actúa solo con un músico, ya sea en una sala o en el Teatro Romano de Mérida, el de mayor aforo de España con 3.100 localidades. Ese escenario impone, hay que pisar fuerte para «que las piedras no te devoren», como se dice entre bambalinas. Lo suyo no es brujería ni magia, «es que estoy ya muy baqueteado. Empecé en los 80 en las plazas de toros de la comunidad de Madrid, cuando todo era elemental. Hacías la función con el micrófono del melonero y en algunos pueblos te miraban como diciendo: si no lo haces bien, te apedreamos. Así que en Mérida me siento como en La Scala de Milán». Este año estrena en el teatro romano 'Iconos o la exploración del destino' y a Almagro lleva 'Mi vida en el arte', una exaltación del verso, «una escuela que se ha perdido. A veces estoy en la ducha recitando un texto».
Además de la disciplina, cultiva la improvisación. Ha aprendido a leer de un vistazo las reacciones del público. «El arte es conectar con el momento. Saben que cuando salgo yo nada es previsible y eso engancha. Les veo las caras como diciéndome: danos marcha. Cárgate la obra, machaca los textos, ríete de los críticos, satiriza a los políticos de todos los colores». Esa irreverencia es una seña de identidad del teatro clásico, «que era muy libre. Los romanos hacían las Saturnalias, todas esas fiestas en las que ridiculizaban a los ricos y potentados, que eran los que pagaban los festivales. Pagaban para ser criticados, y si no los criticaban se ofendían mucho porque era una señal de que no eran lo suficientemente importantes».
«El arte es conectar con el momento. Cuando salgo, nada es previsible. Me miran como diciéndome: danos marcha»
«Mérida te puede encumbrar o te puede romper. Al público hay que hablarle con un lenguaje de hoy»
«La historia de las mujeres del Siglo de Oro está por contar, pero ya estamos empezando»
Bululú solo hay uno y Jesús Cimarro, director del festival de Mérida, sabe que no es fácil llenar un escenario «con 50 metros de embocadura. Mérida te puede encumbrar o te puede romper, si solo van 500 u 800 personas es duro para los artistas y hasta para el público». El veterano productor busca espectáculos de gran formato y nombres conocidos que tiren del cartel. Este año la gran figura es Victoria Abril, «que lleva 45 años sin hacer teatro en España aunque ha hecho mucho en París, donde vive. Me decía: Jesús, yo quiero volver por la puerta grande. Y la puerta grande es Mérida. Llevamos un año entero trabajando y va a hacer una 'Medusa' muy 'ad hoc' para ella».
El otro gran reclamo es la ópera 'Medea' que abrirá esta edición el 27 de junio. Una coproducción con el Teatro Real que supone su debut en este escenario, por el que cada verano pasan unos 100.000 espectadores. La media es de 2.000 por función y la edad del público «ha bajado de 62 a 44 años. Para seducirle hay que hablarle con un lenguaje de hoy, sin perder la esencia grecolatina. Hemos conseguido que autores contemporáneos escriban sobre los mitos, tanto en comedia como en tragedia, y sobre personajes históricos como Alejandro Magno o Nerón».
En Almagro el viaje es al Siglo de Oro. A mediados de junio llegan «los hombres de negro», como les llaman los vecinos por las camisetas que llevan los técnicos que construyen «la ciudad del teatro. Hay muchos escenarios al aire libre», destaca la directora del festival. Aunque el corazón es el Corral de Comedias de 1628, el único que mantiene intacta la forma y estructura tradicional, la inmersión en la época es total, desde el encaje de bolillos hasta las raciones de duelos y quebrantos. Julio tiene otro sabor en esta población de 9.000 habitantes que recibe a 55.000 espectadores y el desembarco de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Este año viene con tres montajes de Calderón, empezando por el estreno absoluto de 'El gran teatro del mundo', bajo la dirección de Lluís Homar.
La programación, con medio centenar de propuestas, incluye obras de 24 dramaturgas -desde María de Zayas y Ana Caro de Mallén a María Folguera- y de 19 directoras. Entre ellas Leticia Dolera, que presenta un monólogo escrito por Folguera e interpretado por Celia Freijeiro a partir del capítulo del Quijote sobre la pastora Marcela. Detrás de estas cifras hay todo un trabajo de recuperación de textos y de «miradas estéticas y reflexivas de autoras del siglo XXI» sobre el repetorio clásico. «La historia de las mujeres en el Siglo de Oro está por contar, pero ya estamos empezando a hacerlo», sostiene Irene Pardo.
Actores de prestigio como Marta Poveda, Pepe Viyuela y Pedro Casablanc dan el paso de adaptar y dirigir montajes junto a veteranos como Ana Zamora, Andrés Lima y el vitoriano Iñaki Rikarte, al frente de la Joven Compañía del clásico. Marisa Paredes participa en el espectáculo de clausura, 'Canciones de amor, de desamor y de piratas'. Como en cualquier buen argumento dramático, tampoco faltan las sorpresas. Desde un montaje de 'El burlador de Sevilla y convidado de piedra' de la compañía japonesa Ksec Act, cuyo director es un enamorado del Siglo de Oro, hasta el espectáculo de calle 'Talchum-nori' del Centro Nacional de Gugak (Corea), para asomarse a la vida del siglo XVI en otras latitudes.
Marcela de San Félix, hija de Lope de Vega y de la actriz Micaela de Luján, fue monja trinitaria y escribió cinco volúmenes de poesía y teatro, además de su autobiografía, pero «su confesor le obligó a quemar cuatro. Por el tomo que he podido leer, era muy buena escritora, tiene loas u obras cómicas que hablan de la vida cotidiana de las monjas», explica Ana Contreras, directora de escena, docente e investigadora. «Hay mucha obra perdida por ese motivo, aunque en algunos conventos todavía tienen manuscritos que nadie ha investigado».
La recuperación del teatro clásico es a veces una labor de arqueología. «Me contaba Javier Espejo, que hizo su tesis sobre Hernán López de Yanguas, uno de los primeros dramaturgos renacentistas, que llegó a su pueblo y le preguntó al alcalde si tenían algo de él en el archivo municipal. Dijo: creo que en el coro de la iglesia hay un arcón, le llamaban el arcón de comedias. Lo abrió y se encontró muchísimos manuscritos inéditos, que se podían haber tirado».
Hay mucho teatro por descubrir. Con las autoras resulta aún más complicado porque, en su lecho de muerte, los curas les instaban a quemar su obra para partir libres de pecado. «Hasta hace muy poco en los festivales de teatro clásico nunca había textos de mujeres, ahora se empiezan a ver en los programas», apunta Contreras. Ella es una estudiosa de Sor Juana de la Cruz (no confundir con la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz) una mística española del siglo XV «que fue una santa viva, teóloga, dramaturga y directora de escena».
A partir de su figura Contreras impulsó un festival denominado 'Místicas' que celebró una única edición en 2019. «Llegó la pandemia y se paralizó todo». Y en el espectáculo 'Me trataste con olvido (Clásicas en rebeldía)' parte de textos de 16 autoras renacentistas y barrocas, con dramaturgia de Raúl Losánez. También investiga la comedia de magia del siglo XVIII, «totalmente inexplorada y con muchísimas mujeres protagonistas, que ha sido ocultada porque en el siglo XX se decidió que el teatro del XVIII era malo». En la recuperación del patrimonio «siempre se privilegian unos títulos y unos autores y se esconden otros», aquellos que no coinciden con la visión del mundo predominante.
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