Vargas Llosa y la utopía novelesca
Vals criollo ·
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Vals criollo ·
Nuestro Nobel de Literatura se despide de la ficción con un gran homenaje a la música popular peruanaEl de la novela distópica es un género que ha proliferado de forma llamativa en los últimos años. Y no podemos echar la culpa de ese auge a ningún motivo concreto. Dean R. Koontz publicó 'Los ojos de la oscuridad', la novela que describía una ... pandemia similar a la del covid, en 1981 y Margaret Atwood dio a la imprenta 'El cuento de la criada' en un 1985 en el que nada permitía constatar un empeoramiento de la situación de la mujer en el mundo. Como tampoco ha sucedido desde entonces nada en ese sentido que la obligara a publicar una segunda entrega de aquella novela, 'Los testamentos', en 2019. Nada excepto la moda comercial que se ha cernido sobre ese género narrativo. En este distópico contexto literario, resulta más que bienvenida una novela como 'Le dedico mi silencio', en la que Mario Vargas Llosa se atreve a hacer literatura con la utopía ni más ni menos, a contarnos la historia de un gran experto en la música popular peruana que sueña con el ingenuo ideal de un país conciliado y unido por los valsecitos del acervo patrio en una época dramática como la de los inicios de la década de los noventa, marcados por el terrorismo de Sendero Luminoso.
Toño Azpilcueta (así se llama el entrañable protagonista) es un personaje entre pintoresco y conmovedor, un tipo de una modesta condición económica que lo sabe absolutamente todo del vals peruano y que comparece, en el libro, contrariado en la ilusión de heredar la cátedra de folclore que dejó vacante a su muerte el profesor Morones, un prócer nacional del que fue discípulo. Toño Azpilcueta es uno de esos seres a los que se les consulta todo sobre determinada materia y que gozan de una modalidad extraoficial de prestigio que no les satisface y que tiene un cierto carácter humillante. Su lucha por acceder al estatus académico será uno de los hilos argumentales del texto que corre paralelo al de su utopía hasta que colisionan ambos.
En la primera parte de la novela, Azpilcueta aún vive de impartir unas clases de dibujo y música en un colegio de monjas que se halla lejos de su domicilio pero que le ofrece la ventaja de poder llevar a él a sus dos hijas a estudiar gratuitamente. Su aventura novelesca se inicia el día en que un colega, un tal José Durand Flores al que respeta y envidia porque pasa por intelectual, lo reclama para que asista como invitado al concierto de un desconocido genio de la guitarra que es un valor seguro y que responde al nombre de Lalo Molfino. La experiencia de escuchar a esa gran promesa musical resulta para nuestro hombre una revelación auténtica que lo llena de esperanza y buenos sentimientos. Pero, cuando al poco tiempo Azpilcueta tiene noticia de la repentina muerte del guitarrista, será la conmoción que experimenta la que desate de forma definitiva su sueño utópico y el proyecto de dar a conocer éste a través de un libro en el cual Molfino, la historia de Molfino y la reconciliación nacional vendrán a ser una misma cosa.
Nuestro Nobel de literatura ha elegido para escribir esta novela un tono candoroso, sencillo, casi naïf, bien modulado como un instrumento musical y delicadamente acorde con la particularísima sentimentalidad de su antiheroico héroe. Y lo ha hecho con esa especial y difícil capacidad que tiene Vargas Llosa para penetrar en las psicologías de sus personajes y crear con ellas unas atmósferas que envuelven el texto y al propio lector. 'Le dedico mi silencio' tiene algo o mucho de valls criollo.
Es una novela escrita con un acento peruano que va más allá de los propios peruanismos, que, por cierto, abundan en ella, pero que no dificultan en absoluto su lectura. Con ese cadencioso tono que no rebaja sino que, por el contrario, potencia su conseguido nervio narrativo, el escritor nos va llevando por todas las modalidades de las melodías y de los bailes peruanos; por las marineras, los pasillos y los huainitos; por la historia de esa música nacida en los callejones de Lima a principios del pasado siglo. Nos va informando de todos los pormenores que ha sufrido ese folclore nacional y colándonos sin que nos demos cuenta toda la información y el contenido teórico que podrían componer una obra ensayística.
Y, pese al candor de su protagonista o la amabilidad tonal con la que se da cuenta de sus andanzas, no es ésta una novela exenta de realismo. Lo hay en las abundantes muertes que se suceden en ella; en el amor secreto y frustrado que su personaje central siente por una cantante y que se transformará en una amistad cómplice. Lo hay en el choque de ese personaje y su utopía con la realidad.
J. Ernesto Ayala-Dip
Hoy hablaré de un libro que se mueve entre el ensayo, la historia del Derecho Internacional y una historia política, de alguna manera también autobiográfico. Un libro, en resumen, de las mentiras, algunas de ellas trágicas, como lo fue la falsa acusación de posesión de armas de destrucción masiva por parte de Sadam Hussein y la posterior invasión y destrucción del Estado de Irak, dictatorial, pero Estado. Se trata de 'La última colonia', del abogado y experto en Derecho Internacional, también integrante de varios jurados para la resolución de conflictos internacionales, Philippe Sands. Antes publicó 'Calle Este-Oeste', un singularísimo libro sobre la memoria familiar, la histórica, además de una crónica sobre el Holocausto y el juicio de Núremberg. Gracias a ese libro aprendimos datos casi ignotos de dicho juicio y la historia de algunos conceptos de los derechos humanos, como, por ejemplo, el de genocidio. En suma, una investigación casi detectivesca sobre cuestiones que yo desconocía totalmente.
Todo comienza cuando en la década de los setenta se produce un hecho de colonización disfrazada de mentiras en algunas islas del océano Índico, donde la Isla de Mauricio, colonia inglesa, junto a un archipiélago de su incumbencia geográfica llamado Chagos, es comprada por los Estados Unidos para convertir la isla de Martín García, en el mismo perímetro, en una zona militarizada. Esa operación oprobiosa, con la colaboración diplomática de varios países y potencias, significó despoblar una de las islas del archipiélago de Chagos, Peros Banhos, y embarcarlos hasta la isla de Mauricio, a cambio de la independencia de Mauricio. En una época de grandes movimientos descolonizadores en África, Inglaterra mercadea con EE.UU. la libertad de los habitantes de la isla de Peros Banhos y deciden sobre su vida y sus destinos particulares desposeyéndolos de sus tierras, desarraigándolos. Y es aquí donde Philippe Sands hace entrar en su texto a Liseby Elysé, una mujer natural de la isla desalojada. Esto ocurre en 1973, cuando Liseby tenía dos hijos pequeños. El autor inglés toma contacto con ella y comienza a indagar. A medida que va teniendo más información humana, Sands comienza a contactar con abogados expertos en Derecho Internacional. A la vez se convierte en abogado defensor de la desgraciada causa de Liseby.
Este libro, apasionante y nunca obtuso (a pesar de su contenido) debe leerse desde todas las caras de que se nutre: las legales y las estrictamente humanas. La legalidad internacional, según el autor, se burló muchas veces, por distintas razones, todas espurias: por razones geopolíticas, por una fuerte convicción colonialista y vaya a saberse por cuántas razones inconfesables más.
Pablo Martínez Zarracina
Majorana fue un físico decisivo en el siglo XX que ha pasado a la cultura popular por lo que Franco Battiato definió en una canción como su «desaparición misteriosa y única». Un día de marzo de 1938, con treinta y un años, tras haber trabajado con gigantes como Fermi, Heisenberg y Bohr, Majorana embarcó en Nápoles con destino a Sicilia y no se supo más de él. Antes de hacerlo, avisó de la toma de «una decisión inaplazable». Eso facilitó que la Policía zanjase el caso, pese al interés personal de Mussolini, con una investigación poco diligente que apuntó al rapto de locura y al suicidio. Sin embargo, el cuerpo del científico nunca apareció y su familia rechazó la posibilidad de una muerte voluntaria. Pronto comenzaron a circular las más variadas hipótesis sobre una desaparición intencionada. El propio Enrico Fermi aseguró que la inteligencia de Majorana le habría permitido «sin ninguna duda» idear un plan para esfumarse y no ser encontrado jamás.
'La desaparición de Majorana' es en cierto modo el texto canónico sobre el caso. Leonardo Sciascia lo concibió como una serie para 'La Stampa' y formó después con él uno de esos libros en los que disecciona un suceso real con una mezcla personalísima de perspicacia y precisión. Que la suerte que corrió Majorana sea un misterio sitúa la narración en un terreno brumoso en el que Sciascia se maneja a la perfección. Otros dos elementos favorecen su tarea: que el lugar de la desaparición sea Sicilia, su territorio literario por antonomasia, y que su teoría sobre la desaparición de Majorana presente un trasfondo ético. Tiene que ver con el rechazo del físico a participar en el desarrollo de un conocimiento que iba a desembocar en la creación de la bomba atómica. Sciascia cree que Majorana decidió con su huida «retirarse» del siglo XX y no contribuir al horror que este iba a acarrear.
Resulta asombroso comprobar cómo, en apenas cien páginas escasamente asertivas, el autor italiano consigue esbozar la biografía de Majorana, el 'quest' sobre su paradero y el ensayo sobre la creación de la bomba atómica. Todo lo hace con una prosa diáfana y una mirada capaz de identificar los detalles, los hechos aparentemente mínimos que revelan el peso de lo sucedido. Como lo sucedido es un misterio, el Majorana de Sciascia termina siendo una especie de probabilidad que funciona como una construcción moral. Su brillo es por momentos deslumbrante y ha contribuido decisivamente al mito del científico, que, entre otras hipótesis, llegó a identificar a Majorana con un vagabundo apodado «el Hombre Perro» que recorría algunos pueblos de Sicilia y tenía una extraña facilidad para ayudar a los jóvenes con sus problemas de matemáticas.
Julio Arrieta
Dos desconocidos coinciden en un ascensor que se atora. Para matar el tiempo, a la espera de la reparación o el rescate, hablan sobre sus trabajo. Uno de ellos es arqueólogo. Ante la sospecha de que la avería va para largo, su compañero de encierro se deja llevar por la curiosidad. «Anda, con que arqueólogo, ¿eh? Pues qué bien...» , dice, antes de dar inicio a una serie de preguntas sobre la Grecia antigua, interés que se entiende porque el ascensor está en Grecia y sus dos 'atascados' son griegos. Este es el punto de partida de 'Cómo meter toda la Antigua Grecia en un ascensor', del arqueólogo Teodoro Papakostas, de cuya faceta como divulgador destaca el programa de comunicación científica en redes Archaeostoryteller. Es la base de los contenidos de este libro que, como Papakostas aclara, no fue concebido como un diálogo hasta que así se lo sugirió el también arqueólogo Dimitris Plantzos, autor del prólogo.
Aunque a ratos resulta algo forzado, el formato pregunta-respuesta facilita que, efectivamente, toda la Antigua Grecia y más allá -porque se remonta al Paleolítico inferior- no solo entre en un ascensor, sino que lo haga en un volumen de 276 páginas. Para el lector español algunas cuestiones planteadas pueden resultar ajenas y hasta extrañas, al estar relacionadas con tópicos nacionales griegos o ideas erróneas que los escolares helenos debieron de estudiar como verdades en algún momento. Pero ello no afecta a todos los contenidos relacionados con la propia Arqueología, sus fundamentos como disciplina y su práctica, quizá la parte más interesante de toda la exposición, que concluye cuando el ascensor se arregla justo en el momento en el que se 'estropea' el Imperio Bizantino.
J. Ortiz de Lazcano
Ileana, una adolescente de edad indefinida, inicia una nueva vida cuando es sacada de su casa para irse obligada a vivir con dos tías porque su madre se encuentra gravemente enferma. La joven lucha por volver a ver a su progenitora, con la que forma un todo, y se enfrenta a las familiares que la acogen, a las que una dura vida ha convertido en seres muy ásperos. Estamos ante una excelente obra de la moldava Scerbani, en la que cada página huele a su país y hay constantes referencias a aquel pasado perdido en la órbita soviética. Esta pequeña y deliciosa novela está llena de fuerza y vida. Todas sus protagonistas son mujeres. Los hombres aparecen como unas referencias negativas de quienes han abandonado a sus parejas y/o las maltratan.
I. E.
Los textos de Cristina Peri Rossi siempre han gozado de una visceralidad tan genuina como arbitraria para referirse a las cuestiones humanas, que es la que los hace más atractivos y la que convirtió su acceso al Premio Cervantes en 2021 en un paso hacia la libertad de una institución demasiado convencional. 'El museo de los esfuerzos inútiles' es una nueva oportunidad que la escritora uruguaya nos brinda para reencontrarnos con esa escritura suya rebosante de deliciosa parcialidad. Son treinta relatos sobre la incomunicación y la frustración. En uno de ellos un tipo carga con una mujer que lo vampiriza. En otros, la soledad se convierte en una desesperante carga. Cierra el volumen un contrapunto rural a los escenarios urbanos y una fábula sobre la relación de las margaritas con los cerdos cargada de ironía.
I. E.
Los impostores y estafadores poseen un indiscutible atractivo literario que resulta muy saludable en esta época de corrección política en la que todos los héroes de ficción o de obras inspiradas en hechos reales son defensores de nobles causas. No hay cosa más profiláctica que dejarse llevar por un personaje turbio en las páginas de una novela. Eso sucede con 'El holandés', la nueva entrega narrativa de la escritora valencia Elisa Ferrer. Su protagonista es el dueño de un pequeño bar que manejaba negocios oscuros y que, en el Benidorm de finales de los ochenta, se propuso vender un solar privilegiado de la costa mediterránea que no era suyo y se salió con la suya. Conocido como Rafael, aunque usaba otros nombres, ese personaje consigue fascinar al lector y ponerlo de su parte.
I. E.
En la copiosa producción de José María Guelbenzu hay que distinguir las novelas inscritas en el género negro, el ciclo protagonizado por la juez Mariana de Marco, y las más ambiciosas que han tenido como tema recurrente el retrato generacional. Éste es el caso de 'Mediodía en el tiempo', en el que describe con su moroso estilo habitual la España de la década de los sesenta, marcada por el despegue económico del desarrollismo y por los primeros signos de aperturismo sociológico. En ese contexto en el que predomina el claroscuro, Guelbenzu sitúa a cuatro personajes extraídos del mundillo universitario para seguirles los pasos hasta los primeros años del siglo XXI. Un excelente fresco de la evolución que ha vivido en nuestro país la generación que conoció el franquismo.
Borja Crespo
Alan Moore, guionista británico idolatrado más allá de las viñetas, revolucionó el arte secuencial en los años 80 al darle una vuelta al concepto de superhéroe de la mano de 'Watchmen', uno de los tebeos más sugerentes en la historia del género. Su trayectoria es rica en obras de interés y su vida personal, y manera de pensar, dan de qué hablar. Aficionado a la política-ficción, en 'Cuadernos de humo sagrado' despliega sus pensamientos a través de tres suculentos ensayos dedicados al cómic underground, la ciencia-ficción y la pornografía. Un lujo poder degustar las palabras de un cronista de nuestro tiempo, una mente inquieta que no se corta un pelo a la hora de debatir sobre lo divino y lo humano. El responsable de 'V de Vendetta' y 'From Hell' analiza con ironía tres temas básicos de nuestra cultura popular.
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