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Juan Manuel Díaz de Guereñu
Sábado, 5 de abril 2025, 00:00
En los festivales de cómic, esos que por tradición siguen utilizando a menudo el rótulo pomposo de 'Salón del cómic' de dondequiera, pasa de todo. ... Una congregación de gentes con intereses compartidos, en lugares y fechas que se repiten anualmente, da ocasión para mucho.
Los aficionados a la historieta acuden para asistir a charlas y presentaciones de novedades, para comprar títulos recientes, añejos o rarezas, para admirar originales expuestos, para compartir disfraces o juegos. Las actividades son tan variadas como la múltiple fauna de los lectores de viñetas, y su evolución año tras año deja entrever las preferencias que se imponen o decaen entre ellos. Pero hay una que es de rigor en todo salón, grande o pequeño: las sesiones de firmas.
No es original ni privativa del mundillo de la historieta. Seguramente imita las que protagonizan los escritores que presentan título nuevo o participan en las tradicionales ferias del libro. Con el tiempo, se ha demostrado uno de los ingredientes mayores de todo salón, el que determina en buena medida la talla del encuentro y el éxito de cada edición. La categoría de los autores que se han comprometido a firmar es factor esencial para determinar la del encuentro. Los lectores de historietas aprecian esos trazos del autor sobre su ejemplar, que lo distinguen de los demás.
Las sesiones de firmas de cómics desarrollaron peculiaridades propias. La principal es que a la firma acompaña por lo general un dibujo. El que firma suele ser el dibujante; sólo por excepción los lectores buscan la firma de guionistas. Además de estampar una dedicatoria, el historietista traza una imagen, con frecuencia el retrato de un personaje preferido por el solicitante.
Ello comporta un ritmo particular. Cada autor dibuja en silencio o responde a las preguntas, quizá lleva decidida una selección de dibujos de ejecución rápida o, a la inversa, complica el boceto usando lápiz previo y varias tintas. Quienes esperan en la cola se arman de paciencia, hacen amigos, confían en que su ejemplar merecerá un dibujo igualmente minucioso. Para los autores que firman, esas sesiones representan un tiempo de trabajo seguramente fatigoso. Los dibujos que acompañan a la firma constituyen una cortesía única.
Este ceremonial está en proceso de cambio, puede que a punto de extinguirse tal como lo conocemos. Hay quienes se atrevían a solicitar firma y dibujo en el ejemplar y además en hoja de papel aparte. Algunos autores aquejados de cortesía exagerada encuentran luego sus dibujos en el circuito de compraventa de originales. No son pocos los que se niegan, en consecuencia, a dibujar en las sesiones de firmas, o sólo añaden un boceto diminuto y rápido en el ejemplar. Carlos Giménez, patriarca de los historietistas españoles, hace décadas que se limita a firmar una dedicatoria, como los escritores. Poner a la venta la generosidad del artista está feo.
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