Un universo en seis escenas

El desenlace, en la Estatua de la Libertad, donde el protagonista se enfrenta al autor del atentado contra una fábrica para vengar la muerte de un compañero y probar su inocencia, es un festival de trucajes, retroproyecciones y arriesgados tiros de cámara con los que ensayó la fabulosa persecución final de 'Con la muerte en los talones'.

Hitchcock filma los besos con la elegancia impúdica con la que la cámara penetra en la intimidad de los personajes. El de 'Encadenados' se prolonga durante tres minutos en los que los protagonistas balbucean y se abrazan apasionadamente mientras caminan sobre un subtexto teñido de una perversa ambigüedad.

Un asalto a la intimidad espiada a través del teleobjetivo de la cámara de un hombre atrapado en un noviazgo castrante. La escena en la que Kelly toma las riendas de su relación con Stewart, para colarse en un piso en el que sospecha que se ha cometido un asesinato, sintetiza a la perfección el estilo visual del director.

El momento cumbre del filme más fascinante de todos los tiempos. Pese a lucir un elegante conjunto, el instante en el que Novak emerge bañada por el neón verde del hotel Empire, para presentarse ante nuestros ojos y los de Stewart, congela uno de los desnudos frontales más viciosos y pornográficos de la historia del cine.

78/52/45 son las cifras de una de las escenas más impactantes de su filmografía. 78, por los planos filmados; 52, por los cortes en el montaje y 45, por los segundos que transcurren desde que Janet Leigh entra en la ducha hasta que su vida se filtra lentamente a través del desagüe.

Hitchcock sublima el arte del asesinato. Más allá de la violencia gráfica que desborda el encuadre, resulta llamativa la planificación de un acto en el que todos los vacíos de información invitan a que el público interprete las imágenes como el testimonio de un brutal coito que ha derivado en agresión sexual.