Theranos, el gran fraude
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Una empresa surgida de la nada en EE UU embaucó a grandes inversores asegurando que fabricaría un sistema barato y fiable de análisis médicosmauricio-josé schwarz
Sábado, 18 de septiembre 2021, 00:22
Comienza uno de los más relevantes juicios relacionados con la tecnología y con Silicon Valley, sede por igual de Google, Facebook, Apple, Twitter, PayPal y literalmente miles de empresas del sector. Y aunque la base de este juicio es una presunta tecnología basada en la ... ciencia médica, casi no hay científicos en la historia.
La ausencia de un sistema de sanidad pública y universal en los Estados Unidos hace que todos los cuidados médicos dependan de costosos seguros privados que no cubren todas las afecciones y tratamientos y que no protegen a toda la población. En 2008, los datos de la Oficina del Censo de EE UU señalaban que había 27,5 millones de estadounidenses sin seguro médico. Y los que lo tienen de todos modos deben desembolsar coseguros y copagos por cada episodio de salud.
Por eso, cuando en 2003 una empresa anunció que había desarrollado un dispositivo para automatizar y miniaturizar docenas de análisis de sangre en unas pocas horas y con apenas unas gotas de sangre, pareció llegar una revolución. En lugar de los costosos laboratorios tradicionales, se decía, la gente podía ir al supermercado, dejarse pinchar un dedo y recibir una evaluación completísima de su estado de salud con análisis a precios que iban de 1,55 a 50 dólares (solo cinco de los 265 análisis ofrecidos tenían un precio superior) con una máquina llamada Edison que contendría versiones miniaturizadas de muchos complejos aparatos de laboratorio.
La empresa solo necesitaba inversiones y tiempo para perfeccionar su maravilloso minilaboratorio, y cambiaría el mundo facilitando la detección temprana de muchas afecciones.
Los inversores acudieron al llamamiento de una chica de 19 años que había fundado la compañía tras abandonar sus estudios de Ingeniería Química en su segundo año. Su nombre, Elizabeth Holmes. Los genios que dejaron la universidad son un mito de la era digital, como Bill Gates, Mark Zuckerberg y, sobre todo, el mítico Steve Jobs de Apple, así que su situación no impidió que atrajera gente dispuesta a financiar la empresa, a la que llamó Theranos.
Rupert Murdoch, dueño de un imperio mediático que incluye a Fox News y el 'Wall Street Journal', invirtió 125 millones de dólares; la familia Walton, de la cadena Walmart, 150 millones; la familia DeVos, de la exministra de Educación de Donald Trump, puso 100 millones; el magnate mexicano Carlos Slim, 30 millones. Y en el consejo de administración de la empresa llegaron a figurar los antiguos secretarios de estado George Shultz y Henry Kissinger entre otros personajes.
Elizabeth Holmes se convirtió en la consentida de Silicon Valley. Entrevistas, portadas en 'Forbes', 'Fortune', la admiración de Bill Clinton, Barack Obama y Joe Biden. Dio una Ted Talk, se le festejó como la primera 'milmillonaria' de un Silicon Valley dominado por hombres… y ninguno de sus accionistas, ninguno de sus apologistas, ningún político o avezado hombre de negocios, ningún reportero o investigador buscó a expertos para ver si lo que Holmes y su empresa ofrecían era viable. Les bastaba su intuición y el carisma de la emprendedora.
Los únicos científicos dentro eran los trabajadores de Theranos, callados pues se les hacía firmar una detallada carta de confidencialidad que les impedía hablar de la empresa. Científicos externos que conocieron el proyecto lo dijeron sin que nadie los escuchara: no era viable. La profesora de Stanford Phillys Gardner recuerda que Holmes no sabia nada de Medicina pero pensaba usar el truco que en Silicon Valley se llama 'fake it till you make it'… 'fíngelo hasta que lo consigas'. Pero para la Dra. Gardner, ese modelo «es ridículo en el cuidado de la salud». Otros escépticos tampoco obtuvieron eco.
La cadena de farmacias Walgreens dio a Holmes 105 millones en 2013 para instalar máquinas en todas sus ubicaciones. Pero empezaron los retrasos, las excusas, las dudas de algunos como el nieto del exsecretario Shultz… Algunos exempleados hablaron anónimamente con John Carreyrou, reportero del 'Wall Street Journal', propiedad del propio Rupert Murdoch, que confiaba ciegamente en Elizabeth Holmes.
En 2015, el castillo de naipes de Holmes y su novio y segundo de a bordo Ramesh 'Sunny' Balwani se desmoronó. Las máquinas no servían. No podían hacer más de una docena de los más de 200 análisis prometidos y sus resultados no eran fiables. Aún así, la empresa había procesado miles de muestras de pacientes, la mayoría usando clandestinamente máquinas comerciales habituales. Los diagnósticos eran tan erráticos que hubo gente a la que se le detectó una diabetes inexistente.
Las máquinas de Holmes no servían, y técnicamente era muy improbable que llegaran a hacerlo en un futuro. El jefe de ciencia en Theranos, Ian Gibbons, fue llamado a testificar en una investigación de la empresa y optó por suicidarse. Dos reportajes del 'Wall Street Journal' firmados por John Carreyrou fueron el principio del fin. La Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA) hizo una revisión de la empresa y la comisión de valores emprendió su propia investigación. Toda la empresa, su tecnología y sus máquinas eran un fraude colosal. Quizás Holmes había seguido con el engaño esperando que en algún momento se resolviera el acertijo, pero cruzó una línea roja al hacer análisis de pacientes sin darles ninguna garantía de fiabilidad.
En 2018, Theranos, que había llegado a valorarse en más de 9.000 millones de dólares, cerró sus puertas con un valor de cero dólares. Los accionistas y algunos pacientes demandaron a la emprendedora que los había cautivado.
Al comenzar el juicio contra Holmes y Balwani, aún se están desenmarañando los enredos de un fraude que convirtió en humo más de mil millones de dólares en inversiones. Pero la parte jurídica, económica y psicológica no debe opacar el preocupante hecho de que nadie en los alrededores de esta historia durante más de una década hizo las preguntas fundamentales ni a la empresaria ni a los científicos médicos: ¿alguien ha intentado esto antes? ¿Por qué sí o por qué no? ¿El proyecto es viable? ¿Qué bases científicas y técnicas tienen los supuestos aparatos analíticos miniaturizados?
Porque todo el fraude se podría haber desenmascarado fácilmente con unas pocas preguntas a quienes sí sabían. El caso Theranos finalmente es un relato aleccionador sobre el deslumbramiento de las promesas vacías de pseudociencia a expensas de la ciencia real. Muy revelador precisamente en estos tiempos.
Numerosos psicólogos han estudiado los rasgos de Holmes y su posible psicopatía por la frialdad con la que adoptó una personalidad falsa para impresionar a otros: la mirada fija hasta que sus ojos enrojecían, hablaba con una voz más grave que la natural y usaba el mismo tipo de camisetas que su héroe, Steve Jobs. Su mente es otro enigma a desentrañar en este caso.
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