Talento, ambición y resistencia
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El museo londinense Victoria & Albert celebra el poder de las divas, fuente de inspiración para la cultura popular contemporáneaBegoña Gómez Moral
Viernes, 13 de octubre 2023, 23:34
La diva es una figura central en el paisaje de la cultura popular contemporánea. Fuente constante de comentarios, da igual que sean positivos o todo lo contrario, abonada al escándalo y acosada por los fotógrafos, la diva -la megaestrella- es también el epicentro de iniciativas ... que resuenan en los ideales actuales y se rebela contra la estrechez de las expectativas sociales de cada época. Bajo esas premisas, el Museo Victoria & Albert de Londres pone en pie la primera exposición encaminada a celebrar el poder y la creatividad de intérpretes emblemáticas que han hecho oír su voz, en más de un sentido, desde el siglo XIX hasta nuestros días.
«El núcleo de esta exposición es la historia de artistas que, con valentía y ambición, han desafiado lo establecido y han utilizado su talento para redefinir y reivindicar el concepto de diva», recalca Kate Bailey, que ha estado al frente del proyecto. Su trabajo de varios años reúne más de 60 vestidos, conjuntos, iconos y objetos de arte que forman parte del imaginario colectivo. La mayoría son piezas únicas y algunas se exponen por primera vez al público. Entre ellas, un conjunto que es imposible no asociar a Maria Callas como Norma en la producción del Covent Garden en 1952 o el vestido negro con flecos de Marilyn Monroe en el papel de Sugar 'Kane' Kowalczyk en 'Some like it hot' (Con faldas y a lo loco, de 1959). Hay varios trajes del mítico Bob Mackie. El veterano diseñador californiano ha vestido a Diana Ross, Farrah Fawcett, Whitney Houston… En la exposición del V&A está su boceto para la malla semi transparente 'en llamas' de la añorada Tina Turner y alguno de los inconfundibles atuendos de Cher, que celebran la paradoja de estar vestida y desnuda a la vez.
El recorrido deja claro que las divas pueden ser hombres. Si hacen falta pruebas, basta un vistazo a un 'outfit' inspirado en Luis XIV, con una imponente peluca empolvada y una levita alargada hasta el infinito, que lució Elton John para celebrar su cumpleaños. En otro maniquí deslumbra el vestido rosa de alta costura de Shirley Bassey diseñado por Julien MacDonald. El atuendo incluye unas botas de goma personalizadas e imprescindibles, dado que la cantante las estrenó en el siempre embarrado festival de Glastonbury en 2007.
Capítulo aparte merecen los 'pantalones vulva' de Janelle Monáe, diseñados por Duran Lantink para 'Pynk' en 2018. También Billie Eilish figura en su lista de clientes. Pero las divas hacen lo que quieren. La libertad -real o atribuida- es una de sus prerrogativas y Miley Cyrus, en lugar de colaborar con un diseñador del momento, optó en enero de este mismo año por un vestido de lamé dorado -un vintage del Yves Saint Laurent de 1991- para la omnipresente 'Flowers'.
La muestra reúne 250 objetos procedentes tanto de los fondos del V&A como de préstamos llegados desde las cuatro esquinas del globo. Abarcan moda, fotografía, diseño, música y actuaciones en directo. A través de una puesta en escena teatral, celebra las historias de creatividad, ambición y resistencia de algunas de las divas más conocidas, desde los rostros del cine mudo a las megaestrellas globales de hoy en día. Cada 20 minutos se proyecta un espectáculo de vídeo en la cúpula del edificio central. El sonido se activa automáticamente en los auriculares y las voces de las divas adquieren la misma presencia que sus objetos. Se amplifican gracias a una novedosa audioguía inalámbrica.
A medida que los visitantes se desplazan por las salas, los auriculares activan una banda sonora con un repertorio que ni la fantasía más desenfrenada podría reunir en la vida real. Las voces de la soprano Jessye Norman, Aretha Franklin, Josephine Baker, Dolly Parton, Adele, Prince, Ella Fitzgerald, Sade, Beyoncé y Madonna, entre otras, son espectáculos en sí mismas. Capaces de provocar la emoción y de hacer patente que el fenómeno diva está detrás de logros alcanzados en la sociedad, la cultura y el arte.
El recorrido se divide en tres actos. El primero proporciona el contexto histórico de las antiguas divas; las diosas del escenario y la pantalla que han dado forma a este fenómeno en la cultura popular actual, por muy distinto que parezca el mundo en que vivieron. Las primeras divas de la ópera crearon e interpretaron papeles que les reportaron riqueza y reconocimiento en una época en la que la mayoría de mujeres apenas podían acceder a la educación.
Un vestido de Adelina Patti recuerda a esta extraordinaria mujer, que estableció la fórmula de lo que se esperaría en adelante de una prima donna. A las fotos de cuando era niña -empezó a actuar a los 16 años- se unen las 'tarjetas' que la retratan en sus papeles principales: Gilda en 'Rigoletto', Leonora en 'Il trovatore', Zerlina en 'Don Giovanni'. Con el tiempo, los atuendos y la caracterización desaparecerían y las fotos serían simplemente de La Patti, la cantante más famosa del mundo. En su apogeo, fue de las primeras en exigir que su nombre apareciese en letras más grandes que las de ningún otro intérprete; también pedía 5.000 dólares por noche. Y en efectivo, nada de cheques o pagarés. Una vez le reprocharon que cobrara al año más que el presidente de Estados Unidos. «¡Pues que cante él!», repuso. Había enseñado a un lorito que tenía en el camerino a decir «Cash, cash» (¡En efectivo, en efectivo!) cada vez que el empresario teatral entraba. Sus exigencias conectan con otro rasgo imprescindible de la diva, la opulencia y la riqueza desmedida.
Entre las reinas del espectáculo actuales hay también peticiones rocambolescas para el común de los mortales: sólo botellas de agua a una temperatura exacta, sólo toallas negras, sólo papel higiénico rojo o sólo jarrones de flores cilíndricos. La diva no sería la misma sin esas manías. Esta sección también explora el legado de actrices como Ellen Terry, Marie Lloyd y Sarah Bernhardt, que apoyaron los albores de la igualdad de género. También se recorre la estela de las 'sirenas' de la pantalla muda, Clara Bow y Mary Pickford, y la de las estrellas de la Edad de Oro de Hollywood. Carteles, programas de mano y un vestido de alta costura, cedido por los legatarios de Josephine Baker, sirven de testimonio de su carrera de intérprete y activista de la resistencia.
El vestido de fiesta de Bette Davis como Margot Channing en 'Eva al desnudo' es obra de la icónica diseñadora de vestuario Edith Head. Otro vestido, esta vez de Dior, perteneció a Vivien Leigh y otro más -una fantasía de gasa, lentejuelas y estratégicas transparencias- lo llevaba como nadie la mordaz Mae West en su papel de domadora de leones en un filme de 1933. Theda Bara, Greta Garbo, Marlene Dietrich... Poco a poco pasa a primer plano el impacto del estatus de diva en la vida personal y el papel de los estudios y la prensa a la hora de alimentar el interés del público por ellas. Maria Callas, sus vestidos, sus objetos y su voz, despiden la sección con el aria 'Casta Diva' de 'Norma'.
El segundo acto celebra a la diva de hoy y explora el modo en que artistas de todos los géneros han redefinido y reclamado ese título como expresión de arte, voz, talento y sentido de sí mismas. Rihanna, Dolly Parton o Barbra Streisand brillan como empresarias en un ámbito históricamente dominado por hombres. Muchas han utilizando su voz como llave para posibilitar cambios sociales. Billie Holliday, Nina Simone o Ella Fitzgerald soportaron críticas por oponerse a la discriminación; el himno de Aretha Franklin, 'Respect', se convirtió en 1967 en símbolo del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos.
La diva actual no tiene límites. Grace Jones, Annie Lennox y Prince contribuyeron a la emancipación de la representación tradicional, utilizando el vestuario, la androginia y el estilo interpretativo como herramientas para expresar su relación con el cuerpo. Divas como Björk no temen reinventarse y otras, como Siouxsie Sioux, Nicki Minaj o Missy Elliott, desplazaron el dial hacia nuevos géneros de mayoría masculina. Sus personalidades agigantadas para el escenario, a menudo con ayuda de aparatosos atuendos, ponen en tela de juicio el culto a la celebridad, la vida bajo permanente vigilancia mediática y la frontera móvil entre ámbito público y privado, el único límite que puede afectar a la diva.
La última sección se extiende por los espacios entre los grupos de maniquíes con atuendos que han hecho historia. Se compone de una constelación de divas en momentos que han contribuido a su leyenda. La presencia escénica de Freddie Mercury, Kate Bush, Whitney Houston o Beyoncé eleva el componente visual de la diva a la categoría de imprescindible. Su arrolladora capacidad subversiva trasciende las normas tanto como su carisma y su talento.
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