Svetlana Cârstean, mujer sangrando en un avión
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Golpe a golpe ·
En 'Soy otra', la autora rumana indaga en la identidad sin esquivar el abismo y es capaz de convertir un poema en autoficciónCarlos Aganzo
Sábado, 6 de abril 2024, 00:05
El último libro de poemas de Svetlana Cârstean, publicado en 2021, ha supuesto un éxito de ventas en un país, Rumanía, donde conviven escritores de diferentes generaciones y de estéticas muy distintas. Se trata de su tercer poemario individual, 'Sînt alta', en español 'Soy otra', ... traducido por Corina Oproae y publicado ahora en edición bilingüe por Visor. Un título que se une a 'Gravitación', publicado en 2015, y, sobre todo, a 'Floarea de menghina' ('Flor del tornillo de banco'), con el que debutó en 2008 y que consiguió importantes reconocimientos en su país, como el premio para poetas noveles de la Unión de Escritores Rumanos y el premio nacional de poesía Mihai Eminescu. Junto a la poeta sueca de origen iraní Athena Farrokhzad, responsable de la traducción al sueco en 2013 de 'Floarea de menghina', Cârstean es además coautora de 'Trado' (2016), publicado en castellano por Kriller71 Ediciones este mismo año, en el que ambas escritoras, además de traducirse mutuamente, comparten un ensayo a cuatro manos sobre la traducción, la escritura y el amor.
Dos posibilidades de acercarse a la poesía original de esta traductora, periodista y escritora rumana nacida en Botosani, en la región de Moldavia, en 1969, que estuvo vinculada en su primera juventud al Cenáculo Central de la Universidad de Bucarest, y que además de en sus libros ha ido a dando a conocer su obra en diferentes periódicos y revistas de su país. Más recientemente ha sido reconocida también la relevancia de sus 'Intersecciones de los miércoles', una serie de encuentros y lecturas con otros escritores y poetas rumanos como Florin Iaru, Angela Marinescu, Dan Periovschi, Radu Vancum, Elena Vladareanu, Vasile Lean, Ana Maria Sandu o Alex Tocilescu. En su afán por buscar, más allá de Rumanía, la comunicación con otras literaturas, en 2022 compartió en Timisoara una residencia literaria con la narradora franco bosnia Sladjana Nina Perkovi.
Con estos mimbres, no es de extrañar que 'Soy otra', además de la lectura personalísima de una autora con un estilo intransferible nos ofrezca también otra posible lectura 'europea': no ya esa poesía de la Rumanía heredera de la herida de las viejas dictaduras del Este, sino más bien este nuevo país que comparte con el resto de sus socios de Europa un cierto asombro, una cierta enajenación, casi un nuevo escepticismo. Escepticismo en la interpretación del mundo y sobre todo en la interpretación de las relaciones con los demás y con la vida cotidiana que nos rodea. Una cierta extrañeza, sin embargo, fuertemente anclada en la poesía como única materia capaz de abordar la condición humana por encima del tiempo y de la historia. Como mecanismo de encendido sensorial, sentimental y filosófico frente a un mundo indescifrable.
La búsqueda de la identidad a partir de la mirada profunda, indagatoria de la poeta. «No apartes la mirada», se pide a sí misma Svetlana Cârstean. Y dice además: «En los últimos años he aprendido a mirar el abismo / con los ojos casi del todo abiertos». Un mirar la realidad poéticamente que, ante la pregunta retórica y repetida de «¿de quién eres tú?», solo encuentra respuesta en la no pertenencia, en la no identidad. En la otredad. Soy otra, que es la mejor manera de decir soy lo otro, soy los otros, en una suerte de alienación fusionadora. «De quién eres tú», se pregunta la escritora sobre la cuerda floja de la poesía. Y en la respuesta nos propone, quizá, una imagen poderosa: «a woman bleeding on a plane», es decir, una mujer en vuelo, en tránsito, atrapada en ese no lugar que son siempre las cabinas de los aviones. Pero una mujer sangrando. Sangrando por dentro. La expresión de esa distancia que la poeta cobra con respecto a ella misma, casi hasta convertir el poema más que en biografía en autoficción. Con otra metáfora constante que se repite a lo largo del libro: las habitaciones de los hoteles. Su confortable soledad como espacio propicio para el desgajamiento de la otredad: «Comienza a desprenderse de mí / otra persona // y de nuevo otra / cada vez más diferente / más alejada».
En definitiva, la búsqueda infructuosa del niño que no dejamos de ser en el tiempo, y la conciencia de «lo que dejas atrás», pero sobre todo la extrañeza de la intersección con el presente: la «innecesaria sinceridad» con la que lo expresa la escritora en sus versos, o más bien el hallazgo de una ingenuidad nueva y transformadora, que sustituye a lo que en otro tiempo fue el ansia por encontrar eso que llamábamos la verdad. Una nueva identidad en la falta, quizá, de identidad: «No es mentira lo que soy / no es mentira que sea / pero la verdad ya no tiene la importancia que tenía antes». La belleza y el amor, antes que la verdad, como último sentido a cada indagación, a cada sorpresa. Pero una belleza y un amor definitivamente escindidos, desarraigados de su concepto clásico, presuntamente eterno. La pura esencia de la sociedad líquida en la que evolucionamos como peces. Como peces muertos, en la poesía de Svetlana Cârstean.
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