Para la lectura influyen las edades y los estados de ánimo. En un tiempo de formación nos figurábamos que los libros eran un camino de perfección, con ellos llegarían el descubrimiento personal de lo inteligente y lo bello, así como alguna forma de plenitud y ... sí, reconozcámoslo, indefinidas recompensas. El tiempo, después, va mitigando el entusiasmo y los viejos afanes, pero a veces llegan libros que nos reconcilian con las letras. Nunca había oído hablar de 'Stoner', la novela de John Williams, hasta que coincidieron en la recomendación dos amigos en cuyo criterio confío. Y desde las primeras páginas volvió la vieja sensación de que no sería un libro más, sino uno de esos que se quedan en la memoria.
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'Stoner' es una novela de campus, transcurre en una universidad americana de mediano prestigio. Trata de la vida de un hombre sencillo, hijo de agricultores, de esos que trabajan la tierra a lo largo del tiempo sin hacerse preguntas. Stoner recibe una repentina iluminación por las Letras y la vocación de profesor. Estudia duro, se esfuerza por hacer bien las cosas, procura ser justo, aunque a veces le perjudique, prepara las clases con el mayor esmero sencillamente porque es lo correcto, sobrelleva las contrariedades, las mezquindades de su departamento, esas puñetitas que pueden hundir un prestigio por vagos rencores, tan frecuentes en el supuesto mundo de los sabios, mantiene la misma actitud imperturbable con que habría arado la tierra de haberse quedado en la granja. La novela recorre sus escasos momentos memorables y las más frecuentes decepciones, a las que contrapone un estoicismo sin alarde, la aceptación sin dramatismo de una vida profesional y personal que va transcurriendo por su cuenta sin que importe lo que haga por enderezarla.
Es sorprendente el contraste entre las pocas cosas que suceden en la novela y la adicción del lector por conocerlas, que se debe seguramente a la triste sospecha de que la vida del profesor se parece bastante a las vidas de todos. Al igual que Stoner sigue preparando concienzudamente sus clases cuando sabe que no le abrirán ya ninguna puerta, seguiremos leyendo, aunque sepamos que los libros, ni siquiera los buenos, nos van a llevar muy lejos.
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