Sin sombrero ni justicia
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La publicación de una biografía de María Blanchard recuerda la enorme importancia de las artistas en la renovación del arte español de principios del siglo XXPioneras ·
La publicación de una biografía de María Blanchard recuerda la enorme importancia de las artistas en la renovación del arte español de principios del siglo XXA María Blanchard la han definido como el pájaro triplemente enjaulado. La deformación congénita de su espalda, el rechazo social que concitaba y la discriminación en el mundo del arte, todavía objeto de debate, fueron tres lastres con los que tuvo que bregar a lo ... largo de su vida. Hay quien sostiene que su dramática existencia ha ocultado la dimensión artística de una de las más grandes pintoras españolas. La realidad es que, a pesar de iniciativas como la exposición antológica que le dedicó hace ocho años el Museo Nacional del Centro de Arte Reina Sofía, sigue siendo una desconocida para la opinión pública. El escritor y periodista Baltasar Magro acaba de publicar 'Como una sombra' (Alianza Editorial), el relato de su última etapa en la capital francesa y un alegato contra aquellos que, supuestamente, impidieron que el mundo reconociera el talento y esfuerzo. Pero la cántabra no fue la única víctima de un techo de cristal especialmente sólido en su tiempo. El primer tercio del siglo XX esconde otros nombres de creadoras excepcionales que, aún, permanecen en la tiniebla.
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El libro recientemente editado habla de años de labor incesante y plena consciencia de la propia discriminación. «Los señorones y los mandamases dicen que las mujeres no tenemos inteligencia ni capacidad para la creación artística porque estamos en el mundo para la reproducción y la crianza de los hijos, que esa es la razón por la que nuestra inteligencia está limitada para acometer acciones más elevadas y de mayor categoría», asegura la pintora en este libro, una recreación de la etapa final. Pocos saben que Blanchard, nacida en el seno de una familia burguesa vinculada a la prensa, es uno de los miembros sobresalientes del movimiento cubista, junto con Picasso, Braque o Gris, con quien mantuvo una estrecha amistad. No fue una persona ajena a su entorno creativo. La artista desarrolló su formación en los estudios de Anglada Camarasa y Kees Van Dogen, y disfrutó en París de la amistad de Jacques Lipchitz y André Lhote.
Las inquietudes estéticas animaron la voluntad de buscar nuevas vías de expresión. La creadora se embarcó en la renovación de la pintura desde un estilo cubista canónico en el que los objetos son abordados desde diferentes perspectivas, se superponen los planos y, como rasgo distintivo frente a otros compañeros, el cromatismo resulta intenso. Posteriormente, recuperó la figuración desde una interpretación novedosa, con formas volumétricas y contrastadas. Sus personajes, inspirados en tipos que encontraba en la calle, aparecen ensimismados en cuidadas composiciones donde priman los elementos simbólicos y la pasión por el color.
Blanchard llegó a París gracias a becas del Ayuntamiento de Santander y la Diputación cántabra y allí se instaló definitivamente después de breves estancias en Salamanca y Granada. Su trayectoria profesional no fue una mera sucesión de penurias, tal y como a menudo se relata. Según el biógrafo, gozaba de gran estima y disponía de ingresos fijos mensuales procedentes de pagos de los marchantes Jean Delgouffre y Max Berger, ofertas de galerías y requerimientos de museos y coleccionistas, a menudo aleccionados por su colega malagueño. Entonces, ¿cómo pudo caer en el olvido? Tal vez porque los grandes popes de su época nunca creyeron en su auténtica valía o, quizás, porque, sencillamente, era una mujer. Daniel-Henry Kahnweiler, el principal valedor del cubismo, no pareció estimar su aportación cuando hace balance del arte de Entreguerras y Léonce Rosenberg tampoco le dedicó una exposición individual en 'L'effort moderne', su emblemático espacio.
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No se trata de un hecho aislado. El impresionismo contó con las contribuciones de Berthe Morisot y Mary Cassatt, y ambas, también hasta fechas recientes, han sido relegadas a un segundo plano en los estudios sobre aquel movimiento. La segunda mantuvo una conflictiva relación con Edgar Degas que ha sido objeto de una obra de teatro. La discriminación surgía en el proceso formativo y derivaba de la tutela que limitaba talentos y ambiciones. Durante el siglo XIX, las aspirantes a pintoras eran rechazadas en las academias con el pretexto de que tendrían contacto, siquiera visual, con modelos masculinos desnudos.
El conservadurismo resultaba especialmente notorio en España durante el periodo de Entreguerras. Un día, en plena década de los años veinte, Federico García Lorca, Salvador Dalí y las pintoras Maruja Mallo y Margarita Manso lanzaron al aire sus sombreros en plena Puerta del Sol. El acto, que hoy podría tener su paralelismo en aquellas mujeres que se despojan públicamente de su velo en Teherán, suscitó la ira de algunos transeúntes que llegaron a lanzar piedras a los tres artistas que, según Mallo, pretendían con este acto dejar de constreñir las ideas. Las 'sinsombrero', tal y como se recuerda hoy a un grupo de mujeres artistas nacidas entre 1898 y 1914, aspiraban abrir el país a la modernidad. Había escritoras, caso de Rosa Chacel, y varias artistas plásticas que, curiosamente, corrieron una suerte similar, alejada de su condición de grandes promesas, y fruto de aciagas circunstancias personales y políticas.
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Ángeles Santos fue una de aquellas que se incluían en el capítulo de las mujeres descubiertas. Su irrupción en 1929 dentro del Salón de Otoño del Palacio de Exposiciones del Retiro parecía echar por tierra todas las anteriores suspicacias hacia las mujeres armadas con un pincel. El lienzo 'Un mundo', una de sus tres obras seleccionadas, fascinó a la crítica, que halló influencias tan dispares como la Nueva Objetividad Alemana y resonancias de El Greco. La composición, construida a la manera de un retablo con figuras fantasmagóricas, provocó una conmoción en el mundo de arte español. 'La tertulia', con varias mujeres fumando y leyendo, también se antojaba visionaria para su tiempo. La acogida fue tan excepcional que, en la convocatoria del siguiente año, los organizadores dispusieron una sala en exclusiva para la artista.
El éxito, inmediato e insólito, resultó una carga muy grande para alguien que apenas había superado la adolescencia. Su deriva artística y personal la alejó del primer plano, aunque no dejó de exponer. Los trabajos posteriores derivaron hacia el expresionismo y, posteriormente, hacia el retrato y el paisajismo. Casada con el pintor catalán Emilio Grau, algunos investigadores le achacan una influencia estilística que trastocó definitivamente su evolución; otros aseguran que aquella joven independiente y radical se convirtió en una esposa convencional. En cualquier caso, fue una 'rara avis', capaz no solo de superar obstáculos, sino de deslumbrar y seducir a una elite cultural de probada misoginia.
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La Guerra Civil truncó o cambió el destino de los intelectuales y artistas españoles. La ejecución de García Lorca ejemplifica la barbarie, pero hubo numerosas víctimas del terror. Margarita Manso, una de las osadas que mostró su cabello engominado en la Puerta del Sol, es otro caso trágico. Mujer libre y moderna, habitual tertuliana de los encuentros de la generación del 27, se casó con Alfonso Ponce de León, figura singular, pintor, director y actor, que llegó a colaborar con La Barraca, entabló amistad con Picasso en París y, curiosamente, se afilió a Falange. En setiembre de 1936 fue secuestrado, torturado en una checa y asesinado. Margarita sufrió una crisis nerviosa y partió para Italia. A su vuelta a España, se instaló en Burgos, en la zona nacional, y trabajó como diseñadora de decorados para las representaciones teatrales impulsadas por Dionisio Ridruejo. La artista contrajo nupcias con un doctor de filiación franquista. Renegó de su pasado liberal y, posiblemente, perdió o se deshizo de sus obras anteriores.
La historia de Remedios Varo es también de extraordinaria intensidad. Fue una de las primeras licenciadas en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, vivió en París, donde se integró en el círculo de André Breton, y en Barcelona, como participante de los círculos libertarios y del movimiento Logicofobista, que propugnaba una vertiente más social del surrealismo. Casada con el poeta francés Benjamin Péret, huyó con él a Francia y fue encarcelada por los nazis tras la invasión del país. Como otros artistas galos, partió desde Marsella a Casablanca y cruzó el Atlántico para exiliarse en México.
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La artista no volvió a España, aunque nunca renunció a su nacionalidad. La mayor parte de su trayectoria artística tuvo lugar en el país norteamericano, donde frecuentó a Diego Rivera, Frida Kahlo y Leonora Carrington. Su vasta obra sintetiza varios planos de realidad, desde la iconografía científica a la simbología psicoanalítica, y obtuvo el reconocimiento en su tierra de acogida. La mayoría de su creación se encuentra actualmente en el Museo de Arte Moderno de Ciudad de México.
Maruja Mallo fue la última superviviente de la generación del 27, el rayo que no cesa para Miguel Hernández y la pájara pinta de Rafael Alberti. Ella parecía estar en todas partes, su actividad era frenética y diversa. Formó parte de la Escuela de Vallecas y en 1928, José Ortega y Gasset organizó su primera exposición individual en los locales de la 'Revista de Occidente' y participó en la Sociedad de Artistas Ibéricos. Como Ángeles Santos, su obra gozó de una enorme reputación, avalada por los comentarios elogiosos de André Breton, que adquirió 'Espantapájaros', una de sus obras más emblemáticas. El surrealismo se demostró insuficiente para esta creadora singular, interesada por los ciclos de la naturaleza y la influencia de las matemáticas y la geometría en sus ritmos, el mundo mágico de las verbenas, las cloacas y los campanarios.
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La guerra también la empujó al exilio, y siguió ejerciendo su labor como pintora, escenógrafa e ilustradora. Vivió entre Buenos Aires y Nueva York, viajó por todo el continente americano y siguió exponiendo sus creaciones. Regresó a España en 1962, pero era otro mundo. Mallo se convirtió en la memoria de un mundo perdido. No se arredró y siguió trabajando, exponiendo y obteniendo premios. Desgraciadamente, su figura quedó un tanto desvirtuada como icono, un tanto estrafalario, de La Movida, cuando, en realidad, hablamos de una grande de la pintura española, más allá de su sexo, precursora de la Modernidad en un periodo complejo y terrible. Maruja, mitad ángel, mitad marisco, según Dalí, fue una de aquellas que lanzaron su sombrero al aire y que tuvieron que buscar refugio en el metro. Sin duda, ni aquellos retrógrados, que las llamaban maricones, ni la historia del arte han hecho verdadera justicia con su cabello suelto ni con una obra de arte excepcional.
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