Solos en la muchedumbre
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Las imágenes de Alex Prager son un alegato contra el aislamiento individual dentro de sociedades masificadasFotografía ·
Las imágenes de Alex Prager son un alegato contra el aislamiento individual dentro de sociedades masificadasBegoña Rodríguez
Sábado, 10 de junio 2023, 00:03
Podríamos argumentar con varias razones sólidas el porqué de que la fotógrafa Alex Prager (Los Ángeles, 1979) tenga tanto éxito y suscite adoración en los últimos tiempos; pero, sin duda, una de las más destacadas es su capacidad para hacer que los espectadores vean el ... mundo en su ajetreada pero disfrazada gloria. Lo hace creando una escena, algo parecido a la vida cotidiana pero inquietantemente desconocida. Para ello, la fotógrafa crea decorados por los que uno pasaría sin darse cuenta, como una parada de autobús o una sala de cine llena de amigos, familiares y famosos. Es esta mezcla de lo real y lo escenificado lo que ha hecho que los conservadores de las galerías más importantes del mundo se enamoren de ella, al igual que el resto de nosotros. Como diría Lucy Borton, «es inevitable detenerse ante una imagen de Alex Prager». Así, simplemente.
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A pesar de su don para la fotografía, esta no fue un camino natural o casual para ella, alentado por un talento que alguien descubriera por azar. Por el contrario, fue una decisión desafiante como salida creativa debido a la frustración que le producía trabajar en algo que «siempre me pagaba lo mismo» incluso «cuando intentaba ser innovadora o creativa». Entonces, se dio cuenta de «que tenía algo más grande que hacer, porque siempre tenía mucha energía. Necesitaba un lugar donde canalizarla y sabía que iba a ser un campo creativo... en algún sitio».
Ir a museos resultó para ella una opción decisiva, sobre todo cuando llegó al Getty a ver una exposición de William Eggleston. La fotógrafa se sintió inspirada al instante y lo que siguió refleja la forma en que muchos empezaron sus búsquedas creativas a principios de la década de 2000, utilizando una mentalidad de todo o nada ayudada por Internet. Visitó una tienda de cámaras de segunda mano y compró una profesional. Recurrió a eBay y compró material para el cuarto oscuro, recopiló todo lo que pudo encontrar sobre fotografía. «En la misma semana... me lancé».
Obsesionada con Diane Arbus, Henri Cartier-Bresson y Weegee, Prager comenzó a hacer fotografía de la calle. Luego, hacía retratos mientras estudiaba las obras de Martin Parr y Bruce Gilden. Organizaba exposiciones de guerrilla en lavanderías o peluquerías y observaba cómo actuaba la gente, buscando una reacción similar a la que tuvo ella misma con con Eggleston. En esas exposiciones se dio cuenta de cómo respondía la gente al trabajo, y fueron las imágenes que más le divirtieron, las fotografías en color y escenificadas. «Naturalmente, empecé a ir más en esa dirección», explica. Poco a poco, su fama e influencia creció y creció.
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Prager es una fotógrafa que escenifica decorados y modelos para crear imágenes «cinematográficas» que invitan a un sinfín de referencias, no solo a la historia de Hollywood y la fotografía, sino también a la imagen cinematográfica en contextos artísticos. Los sujetos de sus obras, exagerados y disfrazados, a veces «hiperreales», hablan de la ambigüedad de la seducción y el espectáculo. Alex trabaja como nadie el color en sus fotografías y piezas audiovisuales. Sus imágenes, tan bellas como saturadas, se convierten en una explosión cromática que inundará las retinas atrapándonos en un relato cinematográfico perfectamente orquestado. Fotografías donde el misterio y las mujeres son las auténticas heroínas de una película en technicolor al más puro estilo Hitchcock, como recuerda Cristina Sierra.
Prager también destaca por una estética vintage con la que viajamos hasta las décadas de los 50 y 60 del dorado Hollywood para colarnos en las vidas perfectas de colores estridentes de la soleada Costa Oeste. Pero no solo encontramos un brillante envoltorio, «también hurgamos y nos asomamos a la tristeza, la soledad y la desesperación de esa felicidad autoimpuesta y mentirosa que impera en la sociedad del individualismo y del artificio».
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Como muy bien resume Sierra, su trabajo es la fotografía de lo inesperado. Diríamos de la imperfección perfecta, de la realidad granulada y de la sorpresa que residen en todo carrete analógico. Cualquier cosa puede aparecer en la imagen tras el proceso de revelado. Pero, aunque en la fotografía de Alex Prager hay mucho de ese elemento inesperado, de lo único, nada es fruto del azar. Todo está pensado y calculado. La idea está clara y cristalina en la mente de la fotógrafa antes de apretar el botón y captar para siempre la imagen en un instante impertérrito y eterno.
El tema principal de su fotografía es el de la soledad entre la multitud. En este planeta cada vez más precario, el individualismo se instala en muchas vidas, como si huyéramos de la colectividad para sumergirnos en nosotros mismos. Así, y a la manera de las fotos de Prager, somos protagonistas de nuestra película y los demás, tan solo secundarios. «Nos sentimos poderosos en nuestro ensimismamiento, al mismo tiempo que nos debilitamos tras nuestro disfraz para sumirnos en los abismos de la soledad». Una gran verdad que, quizá al verla, nos ayude a replantearnos nuestras elecciones de vida.
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