La pareja en Antibes(1926). E. C./Man Ray Trust Ars New york/ Adagp Paris
Lecturas

La sofisticada vida de Gerald y Sara Murphy

Arte y belleza. ·

El crítico de arte Calvin Tomkins retrata al matrimonio norteamericano que inspiró 'Suave es la noche', de Scott Fitzgerald

Sábado, 31 de agosto 2024, 00:07

El escritor John Dos Passos aseguraba que la gente daba lo mejor de sí mismos en presencia de Gerald y Sara Murphy. Tal vez, esa generosidad era la respuesta necesaria ante la amabilidad y afecto que desprendía esta pareja de estadounidenses que residió en Francia ... entre 1921 y 1933. Los perfectos anfitriones ejemplificaron a los norteamericanos acomodados que llegaron a París en busca del progreso cultural y el ambiente liberal que no arraigaban en su tierra, bastión del puritanismo y otras corrientes conservadoras. El marido descubrió la pintura contemporánea y su breve incursión en el arte bastó para incluir su obra en las colecciones del MoMa y el Whitney de Nueva York. Además, ambos inspiraron la novela 'Suave es la noche' de Scott Fitzgerald. El crítico de arte Calvin Tomkins retrata en 'Vivir bien es la mejor venganza' (Alpha Decay) aquella existencia feliz entre París y Antibes.

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El arte y la belleza los unían. Ella era hija de una familia acomodada que no parecía interesada en que contrajera nupcias con el vástago del propietario de una tienda en la Quinta Avenida. Pero se casaron y, aunque él estudió arquitectura paisajística, su interés por trascender las convenciones los condujo a Europa.

El arte cambió su rumbo. Gerald experimentó su particular revelación cuando entró en la Galería Rosenberg y descubrió los lienzos de Picasso, Braque o Juan Gris. Los dos decidieron iniciarse en la práctica pictórica y, seis meses después, el esposo ya desarrollaba un estilo propio, a caballo entre la figuración y la abstracción, con sugerentes composiciones formadas por objetos cotidianos. En 1923 exponía en el Salón de los Independientes.

En un baile de disfraces en Montparnasse (1922) E.C./Man Ray Trust Ars New york/ Adagp Paris

Los Ballets Rusos de Sergei Diaghilev fueron el punto de encuentro del matrimonio con la vanguardia de la ciudad. A partir de su trabajo desinteresado para la compañía, conocieron a artistas que la frecuentaban, caso de Picasso, Braque o Derain, y que pronto acudirían a las veladas en su casa en París. Fiestas amenizadas con conciertos de la propia pareja y discos con espirituales negros y jazz.

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No resultaban una excepción. En los años veinte, la capital francesa atrajo tanto a la alta burguesía norteamericana como a miembros de la llamada Generación Perdida, integrada por aquellos jóvenes que experimentaron las atrocidades de la Primer Guerra Mundial y sentían cierta inestabilidad vital. No es el caso de los Murphy, una familia asentada con tres hijos que no poseía medios económicos tan elevados ni un deseo de epatar, como era habitual entre sus ricos compatriotas. Sus iniciativas eran originales y espléndidas. A una de sus fiestas en una peniche o barcaza del Sena acudieron Stravinsky y Cocteau, entre otros.

Con Picasso en Antibes

Los Murphy también promovieron el encanto de la Costa Azul cuando el litoral mediterráneo no se frecuentaba durante los tórridos veranos. Su casa de Antibes, entonces un modesto pueblo, se convirtió en una referencia para la vanguardia. A ella fue Picasso, con quien mantuvieron una amistad estrecha, y al que describen como un individuo espontáneo que no solía hablar de arte, interesado en fotografiar a la gente y coleccionar todo lo relacionado con el presidente Abraham Lincoln.

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La relación con Scott Fitzgerald y su esposa Zelda constituye el capítulo más turbulento de su estancia en la costa. El autor sufría alcoholismo y la esquizofrenia afectaba dramáticamente a la mujer. El comportamiento de ambos se volvía errático e, incluso, violento, aunque los cuatro mantenían un intenso afecto. Gerald y Sarah inspiraron los personajes protagonistas de 'Suave es la noche', la famosa novela del estadounidense, y los personajes se explican desde la admiración y cierto resentimiento que provocaban las vidas aparentemente perfectas de los amigos.

Buscaban en París la cultura y el ambiente liberal que en su tierra no arraigaban

El reverso de la felicidad es terrible. Su plácida existencia se quebró en 1929 cuando Patrick, el hijo menor, contrajo tuberculosis y fue internado en un sanatorio de los Alpes suizos. Tan pronto como se recuperó, volvieron a América. La crisis económica había llevado el negocio de los Murphy a la ruina y el aspirante a artista tuvo que dedicarse a reflotarlo. La fatalidad se cebó con ellos. El muchacho falleció y su hermano Baoth también, tras contagiarse de sarampión.

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La vida sosegada de los Murphy volvió a experimentar una sorpresa en 1960 cuando el director del Museo de Arte Contemporáneo incluyó piezas de Murphy en una retrospectiva. Poco después, Alfred H. Barr Jr, primer director de Museo de Arte Moderno de Nueva York, reclamó una de sus obras para la colección permanente. Más tarde, el Whitney se sumó al interés por las escasas obras, tan solo siete, que habían perdurado de quien hoy es considerado un original precursor del arte pop.

El perfecto anfitrión, el cantante, pianista, el pintor y amigo de Dorothy Parker, Cole Porter y Fernand Léger, entre otros, pudo, al final de su vida, en 1964, disfrutar de la idea de compartir espacio en los museos y la historia con aquellos que fueron sus invitados. Cuando Tomkins le preguntó la razón para dejar el arte, Gerald mostró ese gran estilo que lo caracterizaba al asegurar que siempre había pensado que su obra era de segunda fila y que «el mundo está lleno de cuadros de segunda fila». Se equivocaba. Él no podía quedar en un plano secundario en ningún aspecto de su sofisticada vida.

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