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Guillermo Gómez Muñoz
Sábado, 9 de noviembre 2024, 00:04
El «silencio» tiene un origen latino, 'silentium', derivado de 'silere' (estar callado). El etimólogo austrohúngaro Pokorny lo relacionó con la raíz indoeuropea 'sei', de la que derivaría 'semilla'. Sin embargo, esta atribución no está clara. El primer testimonio en castellano es de Berceo: «Luego a ... la mañana, el silencio soltado, / díxolo a sus frayres, non lo tovo celado». El riojano alude al silencio monacal y es así como, según Corominas, se extendería su uso en romance hasta convertirse en palabra común.
El silencio de Martín-Santos no es monacal. Alude a un tiempo gris, en el que los novelistas se han movido entre el existencialismo ('Nada') y el realismo social ('El Jarama'). En este contexto, Martín-Santos se lanza a una renovación formal del género que lo sumerge en lo contrario a una poética del silencio. Su 'Tiempo de silencio' es una epopeya urbana de prosa prolija, culta y rupturista, casi barroca en ocasiones, latinizante en otras, experimental siempre. Un tiempo de monólogo interior frente al silencio: «No pensar. No pensar. No pienses. (…) Eres un ser libre para dibujar cualquier dibujo o bien hacer una raya cada día que vaya pasando como han hecho otros, y cada siete días una raya más larga, porque eres libre de hacer las rayas todo lo largas que quieras y nadie te lo puede impedir… ¡Imbécil!».
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