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Sáenz de Urturi y el libro envenenado
Territorios | Crítica

Sáenz de Urturi y el libro envenenado

CRÍTICA DE LIBROS ·

La escritora alavesa recupera el personaje de Kraken para ponerlo frente a la madre que creía muerta

Iñaki Ezkerra

Viernes, 25 de febrero 2022

Dentro de lo que se ha denominado 'best seller culto', la novela negra que tiene como móvil del crimen un valioso volumen, un codiciado manuscrito, una cotizada obra de arte o una impagable antigüedad constituye desde hace años un auténtico subgénero que ha hallado cultivadores tan dispares como el Dan Brown de 'El código Da Vinci', publicada en 2003; el Javier Sierra de 'El fuego invisible', reconocida en 2017 con el Premio Planeta, o como el Guillermo Martínez de 'Los crímenes de Alicia', novela que en 2019 se hizo con el Nadal. En esa tradición que tiene su ineludible y gran referencia en 'El nombre de la rosa', la obra que Umberto Eco publicó en 1980, hay que situar 'El Libro Negro de las Horas', la última entrega narrativa con la que la escritora alavesa Eva García Sáenz de Urturi ha decidido retomar al carismático héroe de su 'Trilogía de la Ciudad Blanca', o sea, a Unai López de Ayala, alias Kraken, que en esta ocasión ya se encuentra retirado del servicio activo y ha pasado de la categoría profesional de inspector policial a la de formador de perfiladores criminales en la Academia de Arkaute.

La autora, que había dejado aparcado a ese personaje en 'Los señores del tiempo', publicada en 2018, para ganar el Planeta en 2020 con 'Aquitania', una conseguida recreación novelesca de la vida de la duquesa Leonor, que llegaría a ser reina primero de Francia y después de Inglaterra, nos presenta en esta ocasión un primer asesinato producido por alguien que ha rociado un incunable con una letal capa de glicerina. Si el propio género bibliófilo-policíaco nos remitía a 'El nombre de la rosa', la figura del libro envenenado redunda en esa asociación. Nos recuerda a aquella misteriosa segunda parte de la 'Poética' de Aristóteles, cuyo contacto sembraba de cadáveres una tranquila abadía benedictina en la novela de Eco. La referencia resulta inevitable si bien García Sáenz de Urturi nos puntualiza, en una nota epilogal que en su libro precede a la bibliografía, que su fuente de inspiración ha sido un asesinato del que tuvo conocimiento en el Museo de las Falsificaciones de Viena y que fue causado por la pátina de glicerina que alguien extendió sobre un lienzo con las intenciones más perversas. Como ocurre con frecuencia, la realidad imita a la ficción.

Advirtiendo o ignorando dicha coincidencia, lo cierto es que esa muerte inicial cumple con absoluta eficacia la función de introducir al lector de cabeza en una trama argumental que va a pivotar en torno al insólito secuestro de la madre del propio exinspector Kraken, a la que este daba por muerta y enterrada cuatro décadas atrás, cuando él tenía seis años, por una grave complicación que tuvo en el parto de un hermano suyo. Lo que el secuestrador le exige a nuestro hombre, a cambio de la vida de su progenitora, es que localice en siete días de plazo, un antiguo y concreto 'Libro de las horas' que fue escrito hace seis siglos y que constituye una auténtica joya bibliográfica. La novela nos adentra, de este modo, en dos paralelos hilos o planos argumentales. Por un lado está el clásico texto medieval de rezos y salmos que Kraken deberá encontrar en una angustiosa carrera contrarreloj en la que contará con la incondicional colaboración de su antigua compañera de trabajo Estíbaliz Ruiz de Gauna. Por otro lado, está el sorprendente descubrimiento de una madre viva que, según le informa la distorsionada voz telefónica del enigmático secuestrador, es «la mejor falsificadora de libros de coleccionista de la historia» y cuya desaparición traumática de la vida del protagonista respondió a un cúmulo de secretos familiares que no serán del todo desvelados hasta un desenlace no exento de sorpresas.

En este segundo hilo o plano novelesco, se nos han de ir desvelando de una forma dosificada los enigmas que rodean a esa madre llamada Ítaca Expósito que se reveló como una niña prodigio en sus dotes artísticas, como una 'Mozart vitoriana' en el colegio de monjas de la capital alavesa en el que fue depositada sin una información veraz y precisa sobre su origen ni sobre su fecha de nacimiento. En el capítulo de presentación de este potente personaje femenino, el texto salta del discurso en primera persona de Kraken a una literaria voz en segunda persona que se dirige a su madre arrogándose un papel omnisciente y conocedor de su historia, su personalidad y sus circunstancias. Pero en ambos registros son igualmente abundantes los diálogos de tono coloquial que agilizan y permiten respirar al texto.

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