Rosa Montero y el 'tecno-noir'
Heroína insólita ·
Esta novela cierra con solvencia el ciclo de la detective tecno-humana Bruna Husky que se inició en 2011 con 'Lágrimas en la lluvia'Secciones
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Heroína insólita ·
Esta novela cierra con solvencia el ciclo de la detective tecno-humana Bruna Husky que se inició en 2011 con 'Lágrimas en la lluvia'El creciente auge de la novela negra tiene su contrapartida en la desesperada búsqueda de sus autores por buscarle nuevos caminos que renueven el género. Lo cierto es que ya se ha probado todo o casi todo: inspectores casados y solteros, célibes y divorciados, clásicos ... y trans, abstemios y alcohólicos, impúberes y octogenarios, duros y blandos. Con 'Lágrimas en la lluvia' (2011), Rosa Montero fue más lejos que todos, ellos al atreverse a mezclar el relato policíaco con el futurista y el de ciencia ficción iniciando, así, un ciclo con una heroína, Bruna Husky, que es una replicante de la estirpe de los que Rick Deckard se encontraba en 'Blade Runner' y antes en la novela de Philip K. Dick que dio origen a la película. A 'Lágrimas en la lluvia' le siguieron 'El peso del corazón' (2015), 'Los tiempos del odio' (2018) y 'Animales difíciles', la última entrega que nos llega ahora y que cierra con solvencia técnica la tetralogía.
La novela se abre con un atentado terrorista en un gran almacén de cerebros humanos mantenidos con vida y llamados 'flops' o 'kéfalos' en el lenguaje que impone la propia ficción. Pertenecen a ricos que se pueden pagar, después de su muerte, esa precaria eternidad mental carente de cuerpo físico que les supervisa una sofisticada empresa tecnológica. Si la acción de la primera novela de la serie se desarrollaba en el Madrid futurista del 2109, ahora nos encontramos en esa misma ciudad, pero dos años después. La autoría del atentado corresponde a un tal Tin Octubre, un muchacho de diecisiete años que había sobrevivido como ratero. Lo sabremos en el tercero de los 32 capítulos en los que se reparte la acción argumental, que temporalmente abarca dos semanas escasas; las que van del 22 de enero de 2111 al 4 de febrero del mismo año. Pese a que en apariencia se trata de un pobre pringado con ínfulas de poder, el terrorista contaba con unos caros y alambicados medios para llevar a cabo su acción: una eficacísima capa de invisibilidad, una pancarta holográfica, una bola táctica de silicona de gran potencial destructivo…
La literatura de ciencia ficción consiste en saber levantar un pequeño mundo quimérico pero verosímil en su coherencia interna; en crear un microsistema imaginario pero congruente que no admite chapuzas, y al que tanto los personajes como sus movimientos deben responder obedeciendo a sus leyes con la precisión de un reloj. Esto Rosa Montero lo lleva a cabo con admirable rigor desde la primera página del libro, en la que logra unas convincentes calidades plásticas con las imágenes de la sopa encefálica que flota turbadora y repulsivamente en el tanque de pesadilla que va a ser destruido y por el chillido ensordecedor de la multitud de sesos en el instante de perecer.
En medio de una ola de protestas y demandas airadas de los familiares de las encefálicas víctimas del atentado, Bruna Husky, la competente y valiente tecno-detective, es contratada para resolver el caso y para adentrarse en una trama narrativa bien urdida en la que no falta un policía -el inspector Lizard- ni un momento de tensión en el que la heroína se halla a punto de morir y logra salvarse por los pelos. Pese a todas las novedades futuristas, el texto presenta el clásico esquema argumental de planteamiento, nudo y desenlace, pero adquiere una saludable y gratificante complejidad en la psicología de la protagonista y en sus reflexiones a las que le lleva la conciencia de su finitud. Bruna vino (o vendrá) al mundo en «un cilindro de heladores vidrios propiedad de la empresa TriTon» (página 23) y, si bien fue dotada en su gestación con las cualidades de una soldado, su organismo ha experimentado un deterioro físico que la ha transformado en una 'rep de cálculo' atenta a sus mutaciones y sensaciones fisiológicas. Uno de los aciertos de Rosa Montero es el de haber creado una insólita androide hipocondríaca.
Lo que llama la atención de este conseguido 'tecno-noir' es la ingente documentación de la que se ha servido la autora para construirlo, hasta el punto de que tiene mucho de metanovela, es decir, de reflexión sobre el género gracias a la abundancia de referencias culturalistas que aparecen siempre de manera velada. El propio desenlace nos llega ilustrado con unos versos de Borges al que Rosa Montero tiene la delicadeza de no citar por el nombre, como si se tratara de un autor ya perdido en la marea del tiempo y en el lejano siglo XX. 'Animales difíciles' es, como todas las entregas de la tetralogía, una referencia para toda la fauna dedicada a la creación literaria que pretenda cultivar este difícil género.
Iñigo Linaje
Después de la liberación de París, en agosto de 1944, una serie de intelectuales huyeron de Francia para salvar sus vidas. Habían colaborado con la Alemania nazi para exportar la idea de Europa que encarnaba Hitler. Este fenómeno llevó a numerosos artistas, políticos y periodistas a buscar refugio en países tan dispares como Suiza, Argentina o la España franquista. Los protagonistas, que morirían en el exilio, volverían a Francia o serían juzgados y condenados, son más o menos conocidos: Louis Ferdinand Céline, Adalbert Laffon, Max Knipping, Marcel Déat.
El historiador francés Yves Pourcher bucea en las vidas de una veintena de ellos en el ensayo 'El exilio de los colaboracionistas, 1944-1989', que el año pasado obtuvo el premio Jules Michelet. El libro está compuesto por veinte pequeños perfiles que el autor construye a partir de correspondencia, testimonios históricos y notas propagandísticas que escribieron en periódicos o en sus diarios personales. Las vidas de todos ellos se cruzan inevitablemente y ofrecen un variado mosaico de vivencias paralelas, enamoramientos y delaciones. Y España ocupa un lugar importante, ya que aquí se refugiaron, entre otros, Adalbert Laffon y Louis Darquier Pellepoix, que tuvieron relación con intelectuales como González Ruano. Escrito con rigor y bien documentado, este minucioso trabajo de investigación da cuentade «existencias patéticas acordes con tantas complicidades criminales».
Iñaki Ezkerra
En 1925 saltó a la prensa gallega el caso de una joven de 22 años que vivía en San Xurxo de Moeche, localidad al noroeste de la provincia de La Coruña, y presentaba un grave desequilibrio mental que fue interpretado como signo de posesión -según la versión popular- o de simple histeria, según el diagnóstico médico. 'La habitada' es una novela en la que Cristina Sánchez-Andrade rescata aquel caso para poner a su protagonista voz de primera persona y adentrar al lector en una densa e intensa fabulación narrativa en la que el realismo mágico se mezcla con el fantástico de raíz cunqueiriana, con el clásico costumbrismo rural y con unas audacias estilísticas que rozan el experimentalismo. En el plano sintáctico, hay abundantes tramos escritos sin mayúsculas ni signos de puntuación que se suspenden a medio renglón como los versos de un poema.
Manuela, la protagonista, inicia su relato cuando lleva un año atada a la cama y alimentándose de los recortes de ácimo que le lleva un pintoresco abad que será uno de los personajes potentes. A su estado de debilidad se añaden las alteraciones que ha causado en su personalidad la supuesta entrada en su cuerpo del espíritu de un clérigo que murió en La Habana teniendo cuentas pendientes con el Cielo. El acento cubano con el que ha empezado hablar Manuela y otras veleidades litúrgicas que adopta en momentos de trance la convierten en objeto de peregrinaciones de devotos y curiosos. El erotismo y el humor no faltan en un texto que se vuelve en momentos paródico.
Julio Arrieta
No es fácil recomendar la lectura de un libro que uno desearía no haber leído porque documenta y describe iniquidades que sería más cómodo ignorar cómo y con qué frialdad se llegaron a cometer no hace tanto tiempo. Es el caso de 'La mecánica del exterminio', del historiador Xabier Irujo, director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada (EE UU), en el que ocupa la cátedra de estudios de genocidio. Como el subtítulo de la obra indica, se trata del resultado de una investigación pormenorizada y exhaustiva de 'La industrialización de la muerte en los campos de concentración nazis', que ve la luz ahora que se conmemora el 80 aniversario de la liberación de Auschwitz, quizá el más más famoso de estos infiernos manufacturados.
El término 'industrialización' no es casual, porque en realidad se trató de esto. El Holocausto fue el resultado final de una búsqueda de la eficiencia y el ahorro en el exterminio sistemático de millones de personas -niños, mujeres y hombres- sin la más mínima contemplación. Fue un sistema fabril, funcionalista, que se desarrolló en varias fases a partir del planteamiento nacionalsocialista de cómo debía ser una sociedad aria pura. Y fue cometido por voluntarios que además contaron con colaboradores entusiastas. Este es quizá el más descorazonador de los muchos datos terribles con los que se va a encontrar quien lea este libro abrumador y doloroso, pero necesario.
J. Ernesto Ayala-Dip
Un día, hace ya muchos años, me llegó un libro cuyo autor no conocía. Se titulaba 'Crímenes' y lo firmaba Ferdinand von Schirach, proveniente de una familia wendo, que era como se denominaban a los alemanes de la Europa Oriental cuando se trasladaron a la Europa Occidental. Pues bien, como no sabía nada de este escritor, lo busqué por internet y me salió la biografía de su abuelo, Un año más tarde me llegó un libro del escritor inglés Philippe Sands, titulado 'Calle este-oeste', que hacía un recorrido entre autobiográfico e histórico por el período de entreguerras europeo. Allí me encontré con el apellido Von Schirach, un individuo siniestro que fue gobernador de la Viena ocupada por los nazis. En su juventud había sido militante activo de las juventudes hitlerianas; luego de las temibles SS, hasta llegar a la cúspide del poder en la capital de Austria. Ahora mismo no recuerdo si Sands establece la relación de parentesco entre nuestro escritor y su abuelo de pasado nazi. (Cabe acotar que fue juzgado en los juicios de Núremberg y condenado a cárcel por haber participado en la deportación de 185.000 judíos a campos de exterminio). El autor que hoy nos interesa es un prestigioso abogado defensor. Precisamente en 'Crímenes' y 'Culpa' relata casos muy difundidos en los medios.
Ahora se edita 'Café y cigarrillos', un conjunto de 48 textos breves que el autor fue escribiendo para diversas publicaciones, entre diarios y revistas. Yo invito al lector a que antes de entrar en este libro lea o relea aquel soberbio libro que es 'Crímenes'. Es un libro que enseña no sólo a futuros abogados defensores en lo penal, sino también a futuros jueces, que son al final, si no hay jurado popular, los que resuelven los casos de incriminación criminal, como son la mayoría de historias que relata Ferdinand Schirach en ese libro.
En 'Café y cigarrillos' todo es más amable, las historias que se cuentan se desenvuelven entre lo real y lo conjetural o ficticio con variedad de temas y enfoques. Aborda momentos de soledad, sentimientos de desarraigo y reflexiones ocurrentes sobre lo público, el arte y la cultura. Estos textos conforman un mosaico muy diferente a otros libros del autor, del que siempre recuerdo un relato espeluznante: se celebra un festival de música rock y una de las chicas que han subido al escenario desaparece como por arte de magia. Uno de los músicos la había arrastrado hasta el fondo del escenario y detrás del cortinaje la violó. Luego pasaron otros compañeros a cometer la misma atroz violación.
En este libro de ahora, no hay nada de esto. Todo es más literario. Ferdinand von Schirach utiliza el mismo lenguaje escueto que en otros libros, pero desde una perspectiva más asumible desde el punto de vista humano y moral.
Pablo Martínez Zarracina
El escritor israelí Dror Mishani participaba en un festival de novela negra en Toulouse cuando Hamás desencadenó la matanza del 7 de octubre que dio comienzo a la guerra en Gaza. Además de por la certeza de que comenzaba una época muy oscura, su regreso urgente a Tel Aviv estuvo acompañado por la sensación de que la literatura se terminaba para él. «¿Qué sé yo realmente sobre la maldad y la violencia?», se preguntó entonces un autor que ha alcanzado relevancia internacional escribiendo precisamente sobre maldad y violencia.
La pregunta aguarda al comienzo de un diario que a Mishani le fue encargado días después del 7-O por un semanario suizo y que se amplió para ser publicado después como libro en Alemania. 'Habitación sin vistas' es la versión definitiva y ha aparecido este mismo año en Israel: un país movilizado en el que a los escritores que como Mishani dudan de que la violencia sirva para alcanzar la paz justa y duradera en la región se les ha recordado con insistencia que callarse «también es una buena idea».
Mishani no calló y publicó artículos críticos con la reacción de su Gobierno en el diario progresista 'Haaretz'. Lo hizo mientras se escondía en refugios, gestionaba el miedo, afrontaba el horror, temía por su familia y sentía la necesidad de involucrarse en la causa de los secuestrados. Todo aparece en las páginas de un diario que no se divide en jornadas sino en semanas y que se escribió con la certeza de su publicación. Eso lo sitúa en un confín del género que se acerca a la crónica, pero no disminuye su interés como testimonio directo en el que lo biográfico se mezcla con lo histórico de un modo adulto y verosímil. «Lo más importante es lo observado», se conjura a ese respecto el autor, recordando a Joseph Roth y situándose también a sí mismo como objeto de observación. Entre las páginas más valiosas del libro, aquellas en las que Mishani escribe sobre sus hijos, dos adolescentes que afrontan la guerra de modos opuestos: el chico ignora las noticias y aprovecha que no tiene colegio para jugar a la Play; la chica, en cambio, devora información y se convierte en una especie de halcón que cuestiona la supuesta tibieza de su padre.
Urgente y honesto, 'Habitación sin vistas' completa también una reflexión incómoda sobre «el horror en que se fundamenta el alma israelí». Al comienzo del libro el autor se obliga a volver sobre el momento en que su hija Sara le pregunta por primera vez en su vida si ella es judía. Mishani opta por la respuesta administrativa y le explica que, al ser su madre católica, no lo es «según el Estado de Israel». Cuando la niña pregunta según quién es judía entonces, llega la respuesta inevitable y demoledora: «Según Hitler».
Elena Sierra
«Hijo, algún día no muy lejano serás como un conejo, te quedarás paralizado delante de los faros del coche, siendo el coche una metáfora de existir, ya me entiendes, cuando todas tus certezas sobre lo que es ser humano te embisten y pasan otra vez por encima de tu cuerpecito para acabar el trabajo», le dice un padre a su hijo en el cuento que da título a este volumen de relatos llenos de angustia de vivir, o de morir, de angustia hacia lo conocido y sobre todo lo desconocido. Al menos es lo que generan en el lector: una sensación angustiosa, esperando a esa cosa mala que va a ocurrir, que tiene que ocurrir, porque eso es la vida, ¿no?
Estos personajes viven en una realidad que podría ser la nuestar pero que tiene un lado doblado o un agujero en un extremo, y por ahí puede pasar -entrar o salir- cualquier cosa. Es el extraño agujero en la pared del primer cuento, la lavandería que no es tal de 'Los verdaderos amos del negocio' -donde hombres hacen fila para recibir su castigo por algo que no llegan a verbalizar pero se puede imaginar- la playa de una catástrofe anunciada en la que el padre habla con el niño y le anima a jugar y ser feliz porque para luego es tarde, y los escenarios borrosos, confusos, de otros relatos. No sé si es literatura para todos los públicos -no cualquier corazón resiste este voltaje ni estos finales abiertos- pero engancha y provoca, eso sin duda. Y eso nunca está de más en un panorama lleno de narraciones blandas.
Gerardo Elorriaga
El continente africano puede recibir muchos epítetos, excepto el del homogéneo. La interpretación del territorio poblado por una miríada de etnias con historia y modos de vida diferentes reclama diversidad y apertura de miras. Pero, aún hoy, los estereotipos dominan la percepción que existe en Occidente. El libro del periodista Dipo Faloyin reclama una visión diferente que huya del unificador e injusto miserabilismo y aborde las razones de su compleja realidad contemporánea.
Todos los caminos que parten de África conducen a Roma, pero también a París, Londres y, sobre todo, a Berlín, la conferencia que se celebró allí en 1848 cuando los dirigentes europeos se reunieron para repartirse la superficie al sur del Mediterráneo. Con planteamiento claro y estilo irónico, el autor nos remite a esa reunión depredadora en la que se crearon zonas de dominio sin ninguna consideración a la sociedad y política de los pueblos implicados.
La absoluta falta de empatía y sensibilidad del Norte explica este reduccionismo. Faloyin nos llama a cambiar nuestra opinión desde ámbitos tan diversos como la solidaridad, a menudo entendida como caridad y buenismo blanco, o la rapiña cultural, basada en la consideración de lo africano como 'res nullius', algo carente de propietario, que podemos llevarnos con nosotros. África es algo más, mucho más, y, sobre todo, no es nuestra, aunque la hayamos despedazado como un juguete roto.
Jon Kortazar
La conocida poeta norteamericana Maggie Smith cuenta la infidelidad de su marido y el proceso de duelo que le produjo el divorcio en 'Podríamos hacer de esto algo bonito'. El título es un verso de un poema suyo, que se titula irónicamente 'Buenos cimientos'. Habla de la belleza del mundo, a pesar de que es terrible. La autora anota que se publicó en el momento en que se produjo un asesinato múltiple en una discoteca, lo que mostraba la crueldad de la sociedad y contrastaba con el mensaje esperanzador del texto.
En este libro la narradora aporta un mensaje de esperanza en ese proceso de dolor. La técnica del pasaje fragmentario le permite utilizar varias fórmulas y tonos para describir sus tiempos con una rica matización de los sentimientos que se describen. La complejidad de la situación vivida queda muy bien reflejada a través de las múltiples miradas. En el libro se repite una sección: «Dice una amiga que todos los libros empiezan con una pregunta sin respuesta», y la autora repite la pregunta «¿Y cuál es la mía?», pero va cambiando las respuestas: «cómo cargar con esto» (23), «cómo plasmarlo» (43), «cómo perdonar» (75). Son pistas que muestran la paleta de tonos en la narración. Puede hacer apuntes, retratos de sus hijos, ir hacia atrás, o contar una historia reciente, realizar un análisis sicológico, revelar angustia o alegría. Mostrar las mil caras de un monstruo que se llama tensión o inquietud.
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