Robert William Buss, un pintor marcado por la muerte y por Dickens
Admiración y humillación. ·
El artista británico pasó a la posteridad por un homenaje inacabado al escritor que le obsesionabaAdmiración y humillación. ·
El artista británico pasó a la posteridad por un homenaje inacabado al escritor que le obsesionabaLa muerte jugó un papel fundamental en la obra de Robert William Buss (Londres, 1804-1875). Las quiebras fulminantes, esas que cercenan la esperanza y, en algunos casos, la vida, determinan su historia y explican la trascendencia de su trabajo. La interrupción, ya sea definitiva ... o temporal, influyó decisivamente en su trayectoria creativa. Los súbitos cambios de dirección la trastocaron y modelaron el legado de este pintor y grabador del periodo victoriano. Además, tales giros repentinos aparecen vinculados nada menos que a Charles Dickens, figura emblemática del siglo XIX. Entre el primer y segundo encuentro creativo con el autor discurren cuatro décadas y dos vidas, la del genio de la literatura británica y la de este artista, mucho menos conocido, y que ha pasado a la posteridad por un homenaje plástico al imaginario dickensiano.
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La pérdida estuvo presente desde el principio y, curiosamente, aparece también relacionada con la creación. Buss, acreditado ilustrador, fue requerido en 1836 por los editores del escritor para iluminar la narración de 'Los papeles póstumos del Club Pickwick', una de sus primeras obras y referencia de la novela británica decimonónica. La buena acogida de este relato por entregas resultó sacudida por la noticia del suicidio de Robert Seymour, encargado de aportar la parte gráfica. Al parecer, las diferencias con un escritor lo condujeron a esta fatal resolución.
El encargo fue un regalo envenenado. El resultado no satisfizo a los clientes. Las imágenes parecían carecer de la calidad exigida para el proyecto y Buss fue despedido. La humillación lo traumatizó durante toda su vida. Pero hubo más y es que el agravio fue doble. Las propuestas gráficas del sustituto tampoco convencieron y fueron sus trabajos los que fueron publicados en el tercer fascículo, aquel para el que se había comprometido, pero sin su firma. Esa injusticia dio lugar a una lucha por un resarcimiento que sólo consiguió mucho tiempo después.
La muerte, una vez más, llegó para, sorprendentemente, proporcionar una nueva oportunidad al orgullo malherido de Buss. El fallecimiento de Dickens se produjo el 9 de junio de 1870, tan sólo un día después de sufrir una apoplejía que le dejó sin conocimiento. Dos años después, el pintor se propuso homenajear al escritor con un cuadro denominado 'Dickens Dreams', en el que pretendía reflejar todo su imaginario, compendiando en dibujos la totalidad de su vasta producción. No se conocen las razones de esta ambiciosa iniciativa pero, posiblemente, a la admiración literaria se sumaba una simpatía ideológica. Buss y su esposa habían impulsado proyectos educativos y el narrador fue uno de los adalides de la crítica social y la denuncia del trabajo infantil en tiempos de profundas divisiones de clase y de miseria para amplias capas de la población.
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El cuadro muestra al autor de 'David Copperfield' en un estado reflexivo, tal vez hipnótico, sentado en mitad de su estudio. La composición parece hallarse en un estado intermedio entre el dibujo y la pintura final, y sacrifica el naturalismo en pro de una visión alegórica alrededor de la creación. Como sucede con los personajes de Luigi Pirandello, los dickensianos parecen reclamar un lugar y color junto a su artífice. En un juego sutil, las figuras surgen de su cigarro y parecen elevarse, envueltas en una nube azulada. El filólogo Malcolm Andrews describe la vista como una suerte de ectoplasma en tiempos en el que el espiritismo atraía a las elites.
El escritor no escribe, como si se encontrara en ese periodo previo en el que perfila a sus personajes y construye las tramas que luego desarrollará sobre el papel. La composición es deudora de otras figuras de la época. Por una parte, el interior está inspirado en 'La silla vacía', un grabado del pintor Luke Fildes, también representante del realismo social y, asimismo, ilustrador dickensiano. Por otra, la figura del protagonista recuerda al famoso retrato del escritor llevado a cabo por John Watkins, pionero de la fotografía británica.
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El cuadro se antoja todo un 'tour de force' porque reúne y caracteriza a todos los protagonistas de las quince novelas del escritor, lo que revela un conocimiento exhaustivo de la obra. Buss trabajó durante tres años en el lienzo y, una vez más, los planes se frustraron. Murió antes de terminarlo. En 1928 el reverendo Francis Fleetwood Buss, nieto del pintor, lo donó al Museo Dickens. La muerte y el arte se aliaron para envolver al cuadro en su definitiva atmósfera fantasmagórica.
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