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L. I.
Viernes, 10 de abril 2020, 15:06
¿Una obra de arte debe revertir a sus dueños originales? Como todos los grandes museos, el Met recibe constantemente peticiones de restitución de piezas y críticas por ejercer el llamado imperialismo cultural. Algo que su director Philippe de Montebello siempre rebatía. «Todos deberíamos estar ... agradecidos a las prácticas imperialistas de los museos europeos. Si todavía podemos disfrutar de las grandes obras asirias en el Museo Británico, el Louvre y el Metropolitan, es gracias a que estas fueron sustraídas de sus países de origen, sobre todo de las regiones de Nínive y Mosul». En cualquier caso, defendía, no se pueden aplicar las leyes actuales retrospectivamente.
De hacerlo, advierten los expertos, los grandes museos se vaciarían. Y supondría negar a millones de personas disfrutar de piezas que, de no haber salido de sus países, habrían sido destruidas. «Basta recordar lo que pasó con los budas de Bamiyán», apunta el galerista y anticuario catalán Artur Ramon. Resolver ese problema exige dotar de ayuda técnica a los países de origen «para que puedan conservar su patrimonio», propone Luis Monreal, historiador y arqueólogo de la Fundación Aga Khan. Hay casos, añade, en que «las obras devueltas han terminado en el mercado negro».
El debate no es nuevo. En el s. XIX el historiador y profesor de Arte George Comfort Fisk, miembro del Union League Club de Nueva York que impulsó el Met, se mostraba bastante laxo al respecto: «El artista es cosmopolita. Pertenece a una era. No pertenece a ningún país. Un gran artista es ciudadano del mundo, y cada quien tiene derecho a declararlo su compatriota».
Admitiendo que el Met es una entidad cultural «asombrosa se mire por donde se mire, que abarca toda la gama de la creación humana», la investigadora Sharon Waxman recuerda que «lo de ceñirse a los estándares profesionales más altos debe ser algo más que autobombo en boca de una institución que está exonerada de impuestos y goza de la generosa financiación de la ciudad de Nueva York y del arrendamiento gratuito de su edificio de 186.000 metros cuadrados en Central Park». Las obras deben ir acompañadas de su origen y recorrido, exige. «La procedencia de cada objeto antiguo es parte integrante de su historia y debe ser explicada con franqueza, en las salas y en los catálogos. Y, si es necesario, se debe pedir disculpas». Para la autora de 'La batalla de los tesoros robados del Mundo Antiguo' (2011), «cuando los mecenas prestan a los museos sus objetos sin procedencia, están creando una procedencia, y los museos están siendo cómplices de ello». Al exponerlo en otro lugar, argumenta, se dirá que estaba en el Met y «eso ofrecerá una apariencia de legitimidad». Waxman dispara: «Nuestros grandes museos mienten por omisión acerca de los objetos que exhiben en sus salas». En 'Nefertiti quiere volver a casa' (1985), Ganslmar y Paczensky denuncian: «El arte es patrimonio de la humanidad, pero unos parecen más humanos que otros».
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