¿Por qué no retrata a personas blancas?
Amoako Boafo ·
El artista ghanés cierra un círculo al exponer en el Belvedere de Viena, la ciudad que fue esencial en su formación tras un duro aterrizajeAmoako Boafo ·
El artista ghanés cierra un círculo al exponer en el Belvedere de Viena, la ciudad que fue esencial en su formación tras un duro aterrizajeItxaso Elorduy
Viernes, 6 de diciembre 2024, 20:04
Amoako Boafo vive entre Accra, la ciudad donde se crió, y Viena, que ha sido clave en su formación y ahora acoge su primera gran exposición en Europa. La iniciativa del museo del Palacio Belvedere cierra un círculo en la vida del cotizado artista ghanés, ... que tiene obra en colecciones públicas y privadas como la Fundación Blenheim Art, Los Angeles County Museum, el Solomon R. Guggenheim y el Centro Pompidou. Estaba muy lejos de todo eso cuando llegó a la capital austriaca hace más de diez años. «Vino a Viena gracias al montaje de una pequeña exposición, pero al sentir las dificultades para entrar en el círculo artístico de la ciudad decidió completar su formación en la prestigiosa Academia de Bellas Artes como puerta de acceso», explica el comisario de la muestra, Sergey Harutoonian.
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Hijo de un pescador y una cocinera, ha sido capaz de aunar la esencia africana, trabajada en el Ghanatta College of Art and Design, el expresionismo de Egon Schiele y la ornamentación de Gustav Klimt, sus grandes 'maestros' en la capital austriaca. De ellos aprendió el concepto del estilo personal, representativo de uno mismo. Sus profesores en Accra le enseñaron a pintar al modo realista, pero en Viena se dio cuenta de que había otras maneras de expresar las emociones. «Me costó liberarme de la perfección, olvidar lo que había aprendido, hasta que me di cuenta de que no debía pintar bien, sino de manera auténtica, simple», reconoce.
Harutoonian considera que Belvedere es el lugar perfecto para exponer su obra «porque aqui están Klimt y Schiele». Se puede apreciar la influencia de ambos en los fondos floreados de algunos cuadros y en la versión del mítico beso creada por Amoako Boafo. La muestra incluye cincuenta retratos de gran formato. «Las personas de raza negra se sienten empoderadas al ver a sus semejantes protagonizando reconocidas obras de arte, a diferencia de lo que sucede habitualmente en el mundo occidental», sostiene el comisario. Los cuadros se reparten por cinco salas «que funcionan como capítulos» de un libro, una historia de apegos y desapegos relacionados con el choque cultural.
«El mercado del arte es blanco, pero Amoako es parte del cambio que se está produciendo», incide el comisario de la muestra. Prueba de ello es que 'Hands Up' se vendió por 3,4 millones de dólares en Christie's (Hong Kong) en 2021. El magnetismo de su obra sedujo a Kim Jones, director artístico de Dior, que decidió dedicarle una colección fusionando la estética Boafo con imágenes de sus cuadros reproducidas en las prendas. E incluso ha llegado al espacio exterior con 'Suborbital Tryptych': un autorretrato, un retrato de su madre y otro de la madre de un amigo que pintó en la parte superior de la cápsula de la tripulación de un cohete, financiado por Jeff Bezos, que realizó un lanzamiento suborbital el 26 de agosto de 2021.
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«Ahora todos pueden ver a un artista que es una estrella internacional, pero en Belvedere también están reflejados sus inicios, nada fáciles, cuando los galeristas de la ciudad ni siquiera querían ver sus obras por los prejuicios que tenían», explica el comisario. Los artistas tradicionales africanos están conectados con el pasado, pero Amoako Boafo marca una nueva tendencia. Representa a una generación joven que ha retomado la tradición figurativa y exportado el arte africano a destacados museos internacionales. Un soplo de aire fresco, una generación orgullosa de sus raíces, en la que también se encuentra Lynette Yiadom-Boakye (con obra en el Guggenheim Bilbao) y que vive la vida y el arte desde la alegría, desconectada del triste pasado. Amoako «aún vive en África, tiene cuarenta años y una mentalidad abierta y moderna», incide Harutoonian.
El origen de su arte está en ese continente para muchos aún por descubrir, donde la naturaleza se refleja en el carácter de sus habitantes. «La primera idea de mi práctica es la representación, documentación y celebración, mostrando nuevas maneras de acercarse a la raza negra. Pinto algo que sale de la magia, no quiero explicar mi obra», dice el artista. Retrata a familiares y amigos, «pero también a directores de museos a los que él admira, normalizando situaciones de la vida diaria», añade el comisario. «Amoako decidió cambiar la imagen de la agresividad masculina en Ghana». Pinta hombres que viven una masculinidad tranquila y él mismo se autorretrata leyendo en actitud relajada, desnudo en ocasiones o mirando de frente al espectador, seguro de sí mismo. En las vestimentas hace referencia a los códigos históricos y políticos de la cultura africana y a veces se asemeja al estilo de Klimt, con patrones florales y geométricos en contraste con los fondos de colores puros.
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El título de la exposición, 'Proper love', traducido como amor sano, del bueno, tiene que ver, según explica el artista, con su propia visión de las relaciones humanas. «El concepto de amor es amplio, no es solo algo compartido por dos personas, porque solo cuando te amas a ti mismo, eres capaz de amar a los demás y eso es lo que quiero transmitir en mis pinturas. Amor por el arte y también por la comunidad negra, a quien dedico esta exposición».
Su obra impacta. Al pintar partes del retrato con los dedos, obtiene unas texturas únicas con las que consigue un efecto escultórico. Es como si mediante el contacto directo con el lienzo lograra fundirse con su obra. Empezó a trabajar así casi por casualidad, desvela el comisario de la muestra. «Protagonizó un videoclip con unos amigos músicos y pensó que no quería desvelar su técnica para no ser plagiado, así que decidió espontáneamente pintar con los dedos». Vio que le daba libertad aunque no fuera tan preciso como con los pinceles. Se dio cuenta de que este podía ser su estilo personal y su carrera despegó; esto sucedió en 2019. «Empezó a subir sus cuadros a Instagram y un famoso pintor al que admiraba le descubrió y recomendó su galería en los Estados Unidos». Una de las galerías de Los Angeles decidió montar una exposición con tanto éxito que el segundo día se vendieron todas sus obras. «Aquello supuso un antes y un después en su carrera. Alcanzó fama internacional y le intentaron unir al movimiento Black Lives Matter, pero una vez que entras en estos grupos se prioriza el fondo frente a la forma y Amoako quiere ser reconocido por la calidad de sus pinturas», resalta Harutoonian.
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Muchos coleccionistas empezaron a comprar sus cuadros y a especular con ellos, porque en las grandes subastas tienen mucho éxito. Por fin estaba conectado con el mercado del arte, pero le preocupaba que entrar en esa espiral al principio de su carrera desvirtuara su trabajo. «No sé exactamente qué tengo que hacer para evitar que vendan obras en una subasta», llegó a decir con impotencia.
El museo del Palacio Belvedere decidó dedicarle una exposición hace cuatro años «porque él y su obra estaban generando interés tanto en Accra como en Viena, sobre todo entre los jóvenes artistas». Cuando se convirtió en un artista reconocido, quiso devolver a su gente parte de lo que había ganado. «Nunca se olvidó de los suyos y de sus raíces y montó una escuela de arte en Accra».
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La última obra de esta exposición es un cuadro inconcluso en el que se representa a sí mismo con el sentimiento que le invadió al llegar a Austria. «Aquí vio que la representación del cuerpo negro se correspondía con una imagen sexualizada, postergando la mente a un segundo plano». Para el comisario, esa obra «refleja la esencia de esta muestra, la pregunta que muchas personas se harán: ¿Por qué no aparece ninguna persona blanca entre los retratados?». Él contestó a su manera con el cuadro '¿Por qué solo retrata a gente negra?' (2017), en el que una persona sostiene una pancarta con la que devuelve la pregunta al espectador y le anima a ser consciente de su propia perspectiva.
El espíritu explorador de los nuevos coleccionistas puede explicar el 'boom' de autores de Latinoamérica, África y el subcontinente indio en la última década. Una élite compradora joven, cosmopolita, liberal y de variada procedencia reclama obras procedentes del Sur y, sobre todo, una visión más ecléctica y mestiza de la plástica contemporánea.
El interés por los ghaneses Amoako Boafo y El Anatsui y la nigeriana Njideka Alkunyili Crosby, entre otros, parece ligado a ese afán. En 2020 el montante de las ventas de ultracontemporáneos africanos, los más jóvenes, se estimaba en 16,2 millones de dólares y tres años después esta cifra se había triplicado. La región subsahariana y la nueva figuración, impulsada por la irrupción de Lynette Yiadom-Boakye, parecían empujar sea demanda.
Pero la realidad comercial es más compleja. El circuito ha querido rentabilizar este auge con estrategias especulativas, impulsando los precios de sus piezas. El deseo de encontrar al nuevo Jean Michel Basquiat, otro 'enfant terrible' que pulverice records desde postulados estéticos rupturistas, parece estar en el horizonte. El antecedente de este fenómeno es el colombiano Oscar Murillo, pero hay otras carreras afectadas. El proceso parece haberse detenido este año, tal vez debido tanto a sus propias limitaciones como al parón general del mercado. Cierta caída de las cotizaciones y la reducción de las ventas constituyen las principales consecuencias.
Algunos hechos incluso resultan engañosos. En noviembre del pasado año, la obra 'Walkers with the Dawn and Morning' de la etíope-estadounidense Julie Mehretu alcanzó los 10 millones de dólares en Sotheby's, cifra récord para una creadora del continente. Pero esta cantidad suponía ya casi el 60% de las ventas de artistas africanos durante todo el ejercicio. El futuro es imprevisible. Los más optimistas aseguran que, dada la calidad de sus propuestas, nos hallamos ante un momento de calma previo a su definitivo encumbramiento, mientras que otros aseguran que esa mirada hacia la región subsahariana responde a una moda y, como tal, tiene fecha de caducidad.
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