Relatos del santo bebedor
Golpe a golpe ·
La publicación de los cuentos completos de Dylan Thomas permite conocer otra faceta del poeta maldito por excelencia, cuya viuda, simbólicamente, bailó ebria sobre su féretroGolpe a golpe ·
La publicación de los cuentos completos de Dylan Thomas permite conocer otra faceta del poeta maldito por excelencia, cuya viuda, simbólicamente, bailó ebria sobre su féretrocarlos aganzo
Sábado, 12 de noviembre 2022, 00:36
La leyenda de Dylan Thomas terminó, o comenzó, con la imagen de su viuda Caitlin bailando ebria sobre su féretro en respuesta al abandono en el que el poeta había dejado tanto a ella como a sus hijos. El cadáver llegó a Gales procedente de ... Nueva York, donde el escritor había muerto presuntamente acompañado de su amante, Liz Reitell, después de haber ingerido veinte cervezas (o quince whiskies, según las versiones) de un solo trago. Era su cuarto viaje a la capital de los Estados Unidos, donde sus recitales a voz en cuello y sus excesos de todo tipo se habían convertido en un auténtico reclamo para la bohemia de la ciudad. Tenía 39 años, solo uno más que Federico García Lorca. Y a partir de ese momento, su casa de Laugharne, en Swansea, bautizada como The Boat House, se convirtió en lugar de peregrinación para bebedores, poetas e irredentos de todo el mundo.
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El poeta que le prestó el nombre al cantante Robert Allen Zimmerman para que se convirtiera en Bob Dylan nació en Swansea en 1914, y fue desde el principio un niño prodigioso, que con cuatro años recitaba de memoria fragmentos completos del 'Ricardo III' de Shakespeare. Un niño que comenzó su carrera literaria en el periodismo, apenas con 16 años, como redactor del rotativo local 'South Wales Daily Post', escribiendo brillantes obituarios y críticas de cine y de teatro, todos ellos de escándalo, en el sentido literal de la palabra. Año y medio de trabajo en la redacción, que se prolongaba con las jaranas que también empezó a protagonizar en las tabernas, bebiendo y cantando viejas canciones galesas con los marineros. Los bares del Antelope Hotel y el Mermaid Hotel fueron fieles testigos de ello. Una actividad periodística que prolongó todavía un tiempo más, combinándola con su primer trabajo teatral en una compañía ambulante.
Pero no fue como periodista, sino como poeta maldito -'el Rimbaud de Cwmdonkin Drive', se le llamó- como pasó Dylan Thomas a la historia. Aunque sus primeros poemas se publicaron en periódicos y revistas como el 'New English Weekly', 'The Listener', 'New Verse', 'Life & Letters' o 'The Criterion', dirigida esta última por T.S. Eliot. A sus 20 años, un conjunto de «imágenes explosivas hechas con palabras que nunca hasta entonces nadie había unido, golpeándolas unas con otras con un ritmo violento», según escribe Manuel Vicent en el prólogo de los 'Cuentos completos' del escritor, que acaba de publicar Nórdica. Y el camino hacia el que sería su primer libro: 'Eighteen Poems', con el que ganó en 1934 el premio organizado por 'The Sunday Referee'. Al que seguiría enseguida, con el poeta ya afincado en Londres, el segundo, 'Twenty-Five Poems', publicado el mismo año (1936) de su matrimonio con Caitlin MacNamara. Una carrera corta, pero muy alabada por la crítica, que culminaría con la que está considerada su obra de referencia: 'Deaths and Entrances' (Muertes y entradas), aparecida en 1946.
El siguiente género literario, después de la poesía y el periodismo, en el que Dylan Thomas mostró muy pronto su maestría, fue el de la narración. En 1939, el escritor quiso alistarse como voluntario para la Segunda Guerra Mundial, pero las autoridades le declararon no apto para el servicio. Su manera de combatir, entonces, se centró en la radio, donde trabajó como guionista y locutor, aprovechando por igual sus dotes para la escritura y su voz atronadora, célebre ya en los recitales en los que participaba. Doscientas grabaciones para la BBC y al menos cinco películas, producidas en 1942 por Strand Films, dan cuenta de esta etapa, en la que la voz de Dylan Thomas se convirtió en un auténtico símbolo para los británicos. Y en la verdadera garantía de su consolidación popular como poeta. Su gran poema dramático 'Bajo el bosque lácteo', publicado de manera póstuma en 1954, da buena cuenta del modo en el que la escritura, la interpretación y la puesta en escena, teatral o cinematográfica, formaron un todo en la mejor expresión creativa del galés.
En el mismo nivel de escritura y de entusiasmo que todos estos géneros, o incluso en un nivel superior, según algunos críticos, se encuentran los relatos de Dylan Thomas. Esos que ahora se presentan al completo con una inédita traducción de Miguel Martínez-Lage. Narraciones cortas que aquí se suceden de manera cronológica, desde «los relatos oscuros y casi surrealistas de su juventud» hasta «celebraciones de vida tan ruidosas como 'Navidades infantiles en Gales' o 'Con otra piel'». Y acompañados de un apéndice en el que se recogen textos de juventud publicados en el magazine de la 'Swansea Grammar School'. Todos ellos alrededor de esa otra gran obra mítica del poeta que forma el conjunto de su 'Retrato del artista cachorro', donde lo mejor de su escritura se une para recrear la atmósfera de sus tiempos de niño y adolescente. El retrato magistral, cargado de humor y sensibilidad, de un mundo rural perdido en el tiempo y poblado por familiares, tabernas, caballerías y espacios insólitos, pleno por igual de evocación y de simbolismo. También una buena manera de asomarnos, desde sus orígenes, a ese eterno dilema, en palabras de Vicent, «que dividió la biografía de nuestro héroe: saber si su enorme fama (…) fue debida a que era un gran poeta o un magnífico borracho». La expresión brillante, en todo caso, de uno de los malditos entre los escritores malditos de la literatura anglosajona. El que decía que antes que un poeta lo que él mismo siempre se consideró fue «un caprichoso usador de palabras». En cualquier caso, una leyenda.
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