
Traspasar el arco central que da acceso al Astillero de Gdansk supone iniciar un viaje en el tiempo a un pasado de destrucciones, renacimientos, huelgas, ... represión y, por fin, libertad. La ciudad polaca se ha tenido que reinventar varias veces a lo largo de la Historia e incluso resurgir de sus cenizas cuando fue reducida a escombros en la Segunda Guerra Mundial -fue la primera urbe atacada por la Alemania nazi-. Los conflictos bélicos, primero, y el férreo socialismo de la Unión Soviética, después, forjaron sin duda el carácter resistente de sus habitantes de entonces. Las nuevas generaciones han entendido que el legado de sus padres y abuelos es un regalo con mayúsculas, y lo han agradecido convirtiendo los viejos muelles en un símbolo de lucha y, al mismo tiempo, en un icono de modernidad en el que han volcado todas sus inquietudes culturales y sociales.
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Gdansk (582.000 habitantes) fue una Ciudad Libre desde el Tratado de Versalles. Sin embargo, la guerra siempre persiguió a sus vecinos. En marzo de 1945, sus calles y edificios quedaron arrasados por los enfrentamientos entre los batallones de Hitler y las tropas soviéticas. Cuatro años después comenzó su laboriosa reconstrucción, impulsada por grupos de colonos polacos que habían sido expulsados de sus lugares de origen. Los trabajos finalizaron en el último año de la década de los 60.
La influencia de la URSS empezó a ser absoluta y el Astillero, entonces llamado Lenin, bullía junto al Báltico. Lech Walesa, un humilde electricista católico de Popowo, decidió pelear contra la injusticia y entró a formar parte de un comité de huelga ilegal que cambió para siempre la Historia de Gdansk, de Polonia y también del mundo, porque supuso el principio del fin del bloque soviético.
Aquel conato de lucha inicial terminó con más de ochenta trabajadores muertos tras la intervención de la Policía, pero el embrión germinaría el 31 de agosto de 1980 con la creación por parte de Walesa de Solidaridad, el primer sindicato independiente surgido en una nación bajo el 'proteccionismo' de la extinta URSS. Símbolo del país, recibió el Premio Nobel de la Paz en 1983 -que no pudo recoger por temor a que no le dejaran regresar a su patria- y accedió en 1990 a la presidencia, que dejaría cinco años después.
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La visita al Astillero -es una de las más demandadas por los turistas- permite revivir en parte aquel desafío al comunismo. El 'verde socialista' de las grúas, los hierros retorcidos, los oscuros talleres, los callejones sin salida y el ladrillo colorado de los edificios hablan todavía de agitación y de clandestinidad, de convulsión y esperanza, de dolor y de fe. El corazón de los astilleros dejó de latir en 1997 después de una prolongada agonía. Las pérdidas eran inasumibles. Sus 'restos' se han integrado a la perfección en el paisaje junto a la Ciudad Vieja, la Perla del Báltico. Gdansk esconde un yacimiento único de ámbar, un filón comercial que está costeando su nueva reconstrucción.
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