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laura lazcano
Viernes, 7 de agosto 2020, 23:48
Es una evidencia que la mayoría de las obras de Kubrick, más allá de '2001: Una odisea del espacio' han alcanzado el estatus de grandes clásicos ('Barry Lindon', 'Eyes Wide Shut', 'La naranja mecánica', 'El resplandor' o 'La chaqueta metálica'). Lo que logró el primer filme mencionado fue transformar la ciencia ficción, lo cual no desmerece el resto de la filmografía de un director a quien se suelen asociar conceptos como la precisión o estilización de su obra. Así, con una formación autodidacta de fotógrafo y trece películas a la espalda, temas como el ajedrez, la guerra o el conflicto entre caos y razón eran comunes en su imaginario. El cine del cerebro, lo llamaba Deleuze. Su primera etapa estuvo marcada por la experimentación, la financiación de familiares y amigos y la influencia de referentes a los que admiraba (Hitchcock, Ophuls, Welles y Buñuel) y da lugar a títulos como 'Miedo y deseo' (1953), que más tarde mandaría retirar de los cines; y 'El beso del asesino' (1955), en la que Kubrick se encargó de la mayoría de tareas -montaje, fotografía, efectos especiales, etc.- como entrenamiento para conseguir un control completo sobre su obra, una de sus mayores obsesiones. Pero serían 'Atraco perfecto' (1956), una de las primeras películas en las que consigue brillar, atraer atenciones y mostrar su apego por los 'travellings', y 'Senderos de gloria' (1957), de carácter antimilitar, con la que consiga darse a conocer como uno de los grandes directores de todos los tiempos.
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