
Poeta, maestra y mediadora cultural
Ángela Figuera. ·
La autora bilbaína se afianza en el canon de la lírica y como vínculo entre los poetas que se quedaron en la posguerra y los del exilioSecciones
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Ángela Figuera. ·
La autora bilbaína se afianza en el canon de la lírica y como vínculo entre los poetas que se quedaron en la posguerra y los del exilioAunque no estuviera presente en algunas antologías e historias y en las gramáticas, Ángela Figuera (Bilbao, 1902-Madrid, 1984) no ha sido una desconocida en ... la historia de la poesía española. Nada más publicarse su libro 'Mujer de barro' (1948), su poesía entró a formar parte de la nómina de escritoras que habría de dar nombre a la poesía del compromiso, hecha de sentir y de pesar, de alegría de vivir y llanto por lo perdido, de conciencia del mundo, de sus males y sus esperanzas. Una poesía que emparentaba con la escrita por Celaya, Otero o Gabriel Aresti, tres vascos a los que Figuera estimó personalmente. De hecho, Aresti se dedicó a difundir algunos poemas de la vasca en fotocopias, para hacer constar el valor de su mensaje. Y también viajó a Madrid en su viaje de novios, para entrevistarse con ella.
Es cierto que en las antologías de la poesía española de las décadas de 1940 y 1950 tan sólo se recogen poemas de hombres, pero en la década siguiente la poesía escrita por mujeres está ya presente en las antologías, y comienza a hablarse de ella. Son autoras que fueron educadas en muchos casos de manera autodidacta; pero algunas como Figuera - que estudió Filosofía y Letras y consiguió plaza de catedrática de Lengua y Literatura en institutos, aunque la perdió tras la Guerra Civil- habían sido educadas en los principios de la Institución Libre de Enseñanza, habían participado en el Lyceum Club y otras instituciones de renovación cultural y pedagógica de la llamada Edad de Plata y habían estudiado en la Universidad.
Así, en 1954 aparece la 'Antología femenina española viviente', que se puede considerar como la primera de carácter monográfico tras la Guerra Civil, antología seleccionada y anotada por Carmen Conde, donde ya se recoge la poesía de Ángela Figuera. Conde hablará en una nueva edición ampliada de dicha antología de poetisas, después de advertir que «vamos a dejar a un lado la querella de poetisas o poetas». Conde se inclina por hablar de «poetisa» (1970).
La antología de poesía de mujeres de Conde de se puede considerar como una respuesta a la 'Antología consultada de la joven poesía española', de 1952, que, por decisión de su editor, Francisco Ribes, no tuvo en cuenta poema alguno de mujer. Se da la paradoja de que el editor sí incluye a varias mujeres -entre ellas, a Conde- entre los autores consultados acerca de sus preferencias. No olvidemos que dicha antología fue el resultado de una encuesta y que el poeta preferido fue Gabriel Celaya. Cuarenta años después Angelina Gatell (2006, 'Mujer que soy. La voz femenina en la poesía social y testimonial de los años cincuenta') , que fue colaboradora principal de Ribes en la preparación y ejecución de la 'Antología consultada', sostiene que este fue tajante en la decisión sobre la ausencia de mujeres en el referéndum.
El ensayo previo a esta antología realizada por Gatell es un análisis riguroso de la creación de la mujer en el tiempo. Afirma que la antología de Conde fue una réplica, una respuesta de afirmación femenina a la 'Antología consultada', que ofrece obra de nueve poetas, resultado de las preferencias de los 54 poetas, críticos, profesores que respondieron a la encuesta propuesta por Ribes. Y se da la circunstancia de que Angelina Gatell colaboró tanto en la antología de Ribes como en la tercera antología de poesía de mujeres de Carmen Conde, que hizo tres (1954, 1967 y 1971) y tuvo en cuenta en las tres ediciones la poesía de Figuera. El canon se iba construyendo.
La poesía de Figuera se recoge de manera especial en el volumen 'Obras completas', publicado por la editorial Hiperión (1986), donde se incluyen los principales poemarios de la escritora bilbaína y algunos poemas inéditos, como los publicados en la revista donostiarra 'Kurpil', dedicados a los niños, hombres y mujeres del Vietnam, que morían en los arrozales, drama que conmovió a Figuera. Para la autora, catedrática de Enseñanzas Medias desde 1933, la poesía fue la ventana de expresión y libertad, tras el trauma de la Guerra Civil, que le condenó, como a tantos profesores de su tiempo, al ostracismo, el silencio y la pobreza. La condena del régimen contra los enseñantes también afectó a otros profesionales, como a Julio Figuera, su primo y esposo, quien fue despojado del título de ingeniero industrial.
El primer libro de Ángela Figuera, 'Mujer de barro' (1948), reivindica su papel como madre -vientre de la vida, paridera». Su primer hijo murió al nacer en 1935 y a Juan Ramón lo tuvo en 1936, ya en guerra. En 1949 publica 'Soria pura' y tras leer un libro de Celaya, 'Las cosas como son' (1950), su poesía se adentra en nuevos rumbos y temática social. Llegan 'Vencida por el ángel' (1950), 'El grito inútil' (1952), 'Víspera de la vida' (1953), o 'Los días duros' (1953). En 1958 se publica en México su libro 'Belleza cruel', que explica sus sentimientos en la posguerra y lleva un prólogo elogioso de León Felipe, la máxima autoridad intelectual del exilio republicano. Felipe aprovecha este prólogo para hacer constar su apoyo a los poetas surgidos en la España de Franco, y los saluda como hijos de la heredad cultural para la que el poeta zamorano devuelve la canción y la herramienta con la que seguir recogiendo las cosechas, canción que retiró dolorosamente al terminar la guerra e irse al exilio, condenado a la «España del éxodo y el llanto».
De algún modo, fue toda la vida poeta, mediadora y maestra, sin olvidar su papel de madre, y fue creciendo su sentido de la justicia, el conocimiento y la libertad. Incluso cuando estuvo en la Biblioteca Nacional, puesto que logró para trabajar en el Bibliobús que recorrió los barrios de Madrid, al que dedicó las tardes durante años, Figuera no olvidó su papel de mediadora y maestra. Antes había puesto su trabajo y talento al servicio del entendimiento de los poetas españoles del interior con autores del exilio como León Felipe y Pablo Neruda, a quien conoció en París. Le animó a superar sus recelos y escribir una carta en 1957 para «renovar la fraternidad» entre unos y otros que ella trajo. «Poetas españoles, nos ha separado un frío cruel y años pesados como siglos...».
Durante toda su vida siguió siendo vinculo de entendimiento y relación de la cultura con sus protagonistas. Murió en 1984 y dos años después las 'Obras completas' que publicó la editorial Hiperión supuso un nuevo impulso a la consideración de su obra. Un prólogo de Julio Figuera sitúa a su esposa y escritora en un plano afectivo y temporal, a lo que se sumó una introducción de Roberta A. Quance. Estas 'Obras completas' incluyen otros libros, como el de 'Cuentos tontos para niños Así listos', que fue confeccionando en el tiempo, con su vocación de pedagoga.
La publicación de 'Las sinsombrero y un nuevo 27' de Ana Fernández-Cebrián (2024) sitúa la obra de la poeta bilbaína en el canon de la lírica. La nueva antología consagra la obra de trece poetas de los que siete son mujeres (Lucía Sánchez Saornil, Concha Mudez, Ángela Figuera Aymerich, Elisabeth Mulder, Ana María Martínez Sagi, Josefina De la Torre y Josefina Romo Arregui junto a León Felipe, Lorca, Aleixandre, Luis Cernuda, Juan Ramón Jiménez y Miguel Hernández) como portadores de los valores de la renovación pedagógica y política de la sociedad española en los años 30. Y el pasado mes de marzo dio un paso más: su nieta Ana Figuera depositó su legado en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes: además de sus obras, incluye una edición facsimilar del ejemplar escrito a máquina con anotaciones de 'En la delgada arista' que la propia autora envió a Carmen Conde en 1950 y una reproducción de la carta de Neruda a los poetas españoles.
Son muchas las voces que han escrito sobre la poesía de Figuera. Después del aval de Neruda y León Felipe, y la presencia en las antologías de Carmen Conde, ha sido especialmente ponderada en los libros y estudios de la poeta Angelina Gatell y en los artículos de Leopoldo de Luis. Y aunque su obra nos diga tanto, la trayectoria y personalidad de Figuera merece una revisión constante. Los trabajos y ensayos de María Bengoa -que publicó su primera biografía en el centenario de su nacimiento- Leopoldo de Luis, Roberta A. Quance, J. R. Zabala, J. A. Ascunce, Pablo G. de Langarika, M. Acilona, Carmen Ciria o Jo Evans ayudan en ese proceso, pero su figura requiere una biografía que sitúe en el tiempo el retrato de una mujer que inspira tantos sentimientos.
Bilbao dedica todos los años un día (el 30 de octubre, su fecha de nacimiento) a recordarla y le ha dado su nombre a una calle en Miribilla. Sestao se lo puso al Instituto. San Sebastián, a una calle. Su memoria pervive. Bilbao espera poder situar en la plaza pública alguna escultura de la poeta, promovida por la Asociación Artística Vizcaína. Los recitales, las citas y la incorporación al canon de la historia cultural va asentándose. La revista 'Zurgai' dedicó sendos monográficos a estudiar y a cantar la poesía de Ángela Figuera.
La incorporación de su nombre a la Fundación Blas de Otero, su amigo, tutelada por el Ayuntamiento, supone un nuevo salto en la consideración de su obra. En 2021, Isabel Miguel prologa 'Soria pura' (Lastura). Ángela tenía especial afecto por la tierra de Urbión, donde veraneaba esperando la libertad del marido. Es territorio de aliento machadiano y el libro expresa su fervor por don Antonio, aunque hace una invocación constante a su mar Cantábrico, a sus besos de agua y arena. La obra de Figuera figura en otras antologías. Varios de sus poemas aparecen en 'Mis primeras lecturas poéticas', de Angelina Gatell (1983) y 'Poesía española para niños', de María Pelegrín (1969). A estos libros se suma el de la joven Marta Marco (1979), 'Las flores y el yelmo'. En dieciséis ocasiones, Marco incorpora a modo de antífona estrofas de otros tantos poemas de Figuera.
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