La expresión poética se refleja en sus versos, relatos y novelas. Archivo Herederos de Luis Martín-Santos
Cultura

Poesía de la resistencia

Toda la construcción literaria de las novelas de Martín-Santos se levanta sobre una gran poética de la marginación y del silencio en una época asfixiante

Carlos Aganzo

Sábado, 9 de noviembre 2024, 00:04

Tenía veinte años y era un brillante estudiante de Medicina en Salamanca, con sobresaliente en Patología Quirúrgica, Obstetricia, Ginecología y Otorrinolaringología. Y como recompensa, aunque sin su consentimiento, su padre reunió en un volumen 86 poemas suyos, y los mandó imprimir bajo el título de 'Grana gris'. El primer testimonio literario que conocemos de Luis Martín-Santos. Más tarde, cuando ya era un escritor celebrado, el autor de 'Tiempo de silencio' se recorrió las librerías de viejo de Madrid para hacerse con todos los ejemplares posibles de su libro… y destruirlos.

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«Siento ansias de algo imposible», escribiría entonces aquel joven Martín-Santos, lector gozoso de Bécquer y Rubén Darío, imbuido todavía en aquella tradición escolar, y más tarde profesional, que relacionaba a los médicos con la literatura. Sextetos, cuartetos, silvas y sonetos que hablaban, con medio yo, de sus erupciones de enamorado, y con la otra mitad, de nocturnidades y paisajes desolados, entre un modernismo caduco y un nuevo romanticismo donde el sexo y la muerte, la soledad y la incomprensión pugnaban en el alma del poeta adolescente.

De los versos a los relatos, donde Luis Martín-Santos empezó a verter con mayor acierto las necesidades de su expresión poética. Y de los relatos a sus dos grandes novelas, 'Tiempo de silencio' y 'Tiempo de destrucción', cargadas en su forma y en su fondo de una poesía que cuaja lo mejor de la escritura de una de las grandes referencias literarias de la literatura española del siglo XX. La delicadeza y aún la piedad en el mirar en el interior de las personas, en íntima correlación con su trabajo como psiquiatra. La poesía en prosa como signo de identidad. Y la concepción de la propia narrativa como una gran metáfora: un símbolo permanente del ser y del estar sobre el mundo (la sociedad y sus terribles contradicciones), más allá de la acción o la peripecia de los personajes.

Ya su director de tesis Pedro Laín Entralgo, en su libro 'Poesía, ciencia y realidad', había expresado la necesidad de acercarse a la verdad científica desde una cierta perspectiva poética. Lo mismo que hicieron sus colegas en la psiquiatría Castilla del Pino y López Ibor. En algunos de los principales ensayos académicos de Luis Martín-Santos, el estudio de la esquizofrenia o de la psicosis de sus pacientes, en su caso vinculados a sus estudios sobre el alcoholismo, se cruza con esas «ideas delirantes» que tienen mucho que ver con la creatividad que el propio término poesía contiene en su etimología griega.

Sin duda Martín-Santos, como Cervantes, habló de la poesía en su literatura como «la gracia que no quiso darme el cielo». Pero para acceder al verdadero valor de una obra como 'Tiempo de silencio', por ejemplo, resulta imprescindible conocer el valor que el autor le concedió en todo momento a la expresión poética. Desde su mismo título, toda la construcción literaria de 'Tiempo de silencio', como posteriormente la de 'Tiempo de destrucción', se levanta sobre una gran poética de la resistencia, de la marginación y del silencio, más allá de la necesidad de contar, y de denunciar, la grisura de una época asfixiante donde la literatura, como permanentemente se ponía de manifiesto en sus tertulias del Café Gijón, tuvo un efecto aún más poderoso que la política en el derribo de la dictadura. Pero en la forma, sobre todo en la forma, la fuerza de la palabra por sí misma, el vigor y la seducción de la prosa poética de Luis Martín-Santos fueron definitivos para la consolidación de esa nueva narrativa suya, donde la escritura brilla con luz propia, y que más tarde seduciría a varias generaciones de novelistas.

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