«Pinilla se adelantó al 'boom' de la memoria histórica»

Por encima de todas ellas tiene su espacio especial el personaje de Nerea Jáuregui, la hija pequeña de la familia protagonista de 'Las ciegas hormigas' a la que se le pueden seguir los pasos «mientras va creciendo en la trilogía 'Verdes valles, colinas rojas' y en la novela corta 'Huesos'». A través de Nerea, asegura Montaña Hernández, se puede encontrar mucha verdad. Con ella «podemos estudiar aspectos del olvido, de esa posguerra tan dura, del secreto y el silencio que aún perduran en tantas familias que vivieron esa época, la de los hombres escondidos en casa para escapar de la represión, los topos».

Nerea Jáuregui es un personaje recurrente, como otros que reaparecen al fondo de las tramas de Pinilla. «Casi la puedes encontrar en otros, en otras novelas: hay una frase que te resuena, es la misma familia de siempre». La familia de los desposeídos, un tema «fundamental en la obra de Ramiro Pinilla. Siempre hay más perdedores que ganadores, siempre». Y Pinilla fue un autor «que trabajó la literatura del olvido, de guerra y la dictadura, mucho antes de que se iniciara el 'boom' y habláramos de memoria histórica. Hay grandes autores extremeños que han trabajado el tema de la Guerra Civil y la posguerra -Dulce Chacón, Javier Cercas- y eso ya estaba en Ramiro Pinilla mucho antes». También el mito de Antígona está en la figura de Nerea. Ella no puede enterrar a su hermano porque él es un topo y nadie puede saber nada, Nerea tiene que enfrentarse a eso».

Todo esto lo cuenta Pinilla «con un lenguaje de precisión en el que con una sola frase dice mucho más de lo que hay a simple vista. Es un lenguaje invisible, el resultado de haber estado tantos años trabajando sobre argumentos y personajes». De esa tarea de colocarlos en un universo completo en distintas épocas de sus vidas quedan las fichas con las que se organizaba el autor. Montaña Hernández se introdujo un poco en aquella rutina cuando fue a visitarlo a su casa «un par de años antes de que muriera. Fui con mi hija, que tení a entonces siete años, y recuerdo ese cariño sencillo con el que la trató».

Ahora se estudia la obra de Pinilla, pero durante mucho tiempo no fue así y la profesora se preguntaba por qué. «Es una obra inmensa que nunca se terminará de analizar. El encanto de Ramiro Pinilla es que estaba escondido y cuando lo descubres, es sorprendente». Ella lo hizo como lectora, «siempre se llega así. En la primera novela de 'Verdes valles, colinas rojas' descubrí todo un universo. Es un escritor que tendríamos que tener muy presente en la enseñanza. Yo lo menciono siempre cuando hablo de literatura de posguerra».