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Ciencia y tecnología

Peligros reales e imaginarios de los asteroides

Astrofísica ·

Según todos los cálculos realizados, a día de hoy no existe riesgo de que uno de ellos impacte contra la Tierra

mauricio-josé schwarz

Viernes, 24 de julio 2020, 21:03

La NASA informa de que un asteroide pasará muy cerca de la Tierra la próxima semana... o eso nos dicen algunos titulares con tanta frecuencia que debería llamarnos la atención el que, pese a ellos, nuestro planeta siga alegremente en su órbita alrededor del Sol ... sin que tengamos noticia de su colisión contra un vagabundo estelar.

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Una noticia así tiene asegurada la atención del público y su repetición en las redes, pues incide sobre el miedo al sugerir que existe riesgo de que el asteroide (o cualquier otro objeto) choque contra nuestro planeta. Solemos tener muy presentes historias como la del objeto (probablemente un asteroide o cometa) de Chicxulub, que golpeó la Tierra en algún momento hace 66 millones de años en lo que hoy es la península de Yucatán. Con un diámetro calculado entre 11 y 80 kilómetros y una masa entre mil y cien mil billones de kilogramos, golpeó la superficie de nuestro planeta a unos 20 kilómetros por segundo, con un impacto equivalente a 10.000 millones de veces la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima, provocando una nube de material que bloqueó parcialmente la luz del sol, alterando el crecimiento de las plantas y provocando un sismo en toda la cadena alimenticia que se considera una de las causas, quizás la principal, del fin de la era de los dinosaurios.

Ciertamente, un acontecimiento así es temible, pero ¿tiene alguna relación con las repetitivas noticias de estos presuntos informes de la NASA? Ciertamente, los astrónomos, no solo la NASA, conocen y estudian a todos los cuerpos celestes y prestan atención a los llamados 'objetos próximos a la Tierra' o NEO por sus siglas en inglés. Pero… ¿qué quiere decir 'muy cerca' en palabras de los despachos noticiosos o 'próximo' en términos astronómicos?

Para entenderlo, debemos tener presente que los astrónomos utilizan unidades de medición especiales, entre ellas la unidad astronómica o UA, que es la distancia media entre la Tierra y el Sol, algo menos de 15 millones de kilómetros. Un NEO es cualquier cuerpo, asteroide o cometa que, en el punto más cercano al sol de su órbita alrededor de nuestra estrella pase a menos de 1,3 UA. Es decir, a un tercio más allá de la distancia que nos separa del sol.

Para darnos una idea de lo que significa esta distancia, a una velocidad de 900 km/h (como la de un avión de pasajeros) tardaríamos 185 años en llegar al sol. O sea que 'próximo' no lo es tanto. De hecho, los astrónomos hoy conocen más de 20.000 asteroides, más de 100 cometas y otros muchos objetos que se consideran NEO. La mayoría de ellos son demasiado pequeños como para representar un peligro, porque nuestra propia atmósfera nos protege de ellos. Desde el polvo de cometas que forma las lluvias de estrellas anuales hasta asteroides de 10 metros de diámetro, se destruyen en un choque térmico al entrar a la atmósfera terrestre y solo algunos fragmentos pueden llegar a la superficie.

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Hay algunos objetos cuya órbita los lleva a una distancia de intersección con la órbita de la Tierra menor a 0,5 unidades astronómicas o 7,5 millones de kilómetros y que tienen un diámetro de 150 metros o más. Estos se consideran objetos potencialmente peligrosos o PHO por sus siglas en inglés.

El rastreo continuo

Precisamente porque conocemos el peligro del choque con objetos de gran tamaño y podemos ver sus consecuencias en cráteres y restos diversos, los astrónomos están atentos a tales objetos. Y gracias a que los movimientos de todos ellos están regidos por las leyes de la Física (no pueden cambiar de trayecto súbitamente, por ejemplo, salvo que chocaran con otro objeto), es posible rastrearlos, observarlos cuidadosamente y así calcular sus trayectorias para determinar si representan algún peligro real. Para valorarlo, los astrónomos cuentan con dos escalas, la de Torino y la de Palermo.

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De acuerdo a las observaciones que hacen miles de telescopios todas las noches y al seguimiento de los PHO, en este momento, el peligro de una colisión es de… cero. Y lo ha sido durante mucho tiempo. Al menos en los últimos mil años, ningún ser humano ha perdido la vida por ser golpeado por un meteorito o debido a los efectos de su caída. Antes de ese momento, hay algunas crónicas chinas de muertes que podrían atribuirse a la caída de objetos del espacio.

La pregunta sería: ¿no podría aparecer de pronto un enorme objeto que sí sea peligroso? La respuesta es sí, pero si es de gran tamaño lo veremos con mucho tiempo de antelación. Para lograrlo, desde 1998 la Unión Europea, junto con los Estados Unidos y otros países, mantiene un esfuerzo llamado Spaceguard (Protección del espacio) para encontrar, catalogar y conocer la mayor cantidad de NEO de al menos un kilómetro de diámetro que podrían causar una catástrofe mundial. Para 2011, se han catalogado el 90% de ellos y desde entonces se observan y catalogan objetos de menor diámetro, que podrían causar daños graves aunque no a nivel planetario.

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Pero, si se descubriera un objeto así, ¿qué podríamos hacer? Desde hace décadas, los científicos proponen diversas soluciones, empezando por la muy cinematográfica de una bomba nuclear que propuso el thriller 'Armageddon' (1998). Sin embargo, mientras mayor fuera el objeto, menos probable sería poderlo desviar de su trayectoria con una bomba. Un grupo de alumnos de Física del Reino Unido calculó que la bomba que habría necesitado el audaz equipo de Bruce Willis tenía que haber sido ¡dos mil millones de veces mayor que cualquier dispositivo que se haya hecho detonar en nuestro planeta!

Hollywood no es un lugar famoso por respetar los hechos científicos, claro.

Otras propuestas han ido por el camino de instalar propulsores que alteraran la trayectoria del objeto. Al menos la posibilidad de posarse en ellos ha sido ya demostrada con las visitas de sondas espaciales (NEAR, Hayabusa y Hayabusa 2) a asteroides y una, Rosetta/Philae, a un cometa. Qué hacer una vez allí es todavía tema de debate, pero dado que detectaríamos un verdadero peligro con mucha antelación, y viendo la forma en que la ciencia ha trabajado a marchas forzadas en una emergencia como la del coronavirus SARS-COV 2, no parece haber motivo inmediato para aterrorizarnos cuando los medios interpretan de modo un tanto exagerado un sencillo informe de la NASA diciendo que un asteroide va a pasar a varios millones de kilómetros de nuestro sillón favorito.

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Polvo de estrellas

En toda la superficie de nuestro planeta podemos encontrar micrometeoritos, polvo cósmico que cae constantemente sobre él al son de 60 toneladas diarias. El músico y pintor John Larsen lleva años identificando y catalogando polvo que recoge en azoteas con un potente imán, tamizándolo y encontrando en él pequeños fragmentos de asteroides y cometas. Verdadero polvo de estrellas.

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