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IRATXE BERNAL
Sábado, 4 de agosto 2018
Su título nobiliario aparece en las dedicatorias de 'Pavana para una infanta difunta' de Ravel y en 'El retablo de maese Pedro' de Falla, entre otras. Su apellido, en miles de máquinas de coser. Su nombre, en cambio, es casi desconocido. Winnaretta Singer, princesa de ... Polignac, es hoy apenas recordada pese a ser la mecenas que dio su primera oportunidad a algunos de los músicos fundamentales del siglo XX.
Winnaretta era la vigésima de los 24 hijos de Isaac Merritt Singer, que si bien no inventó la máquina de coser sí la perfeccionó hasta popularizarla y hacer con ella una fortuna. Ya tenía dos exmujeres –en 1862 tuvo que huir de Nueva York por una acusación de bigamia– y varios hijos con una amante cuando se casó con la madre de Winnaretta, Isabella Eugenie Boyer, modelo francesa que, según algunos, posó para Bartholdi para su más famosa obra: la estatua de la Libertad.
En 1867, cuando la pequeña sólo tenía dos años, la familia se mudó a París. Allí permanecerán hasta que en 1870, a punto de estallar la guerra franco-prusiana, decidan cruzar el Canal de la Mancha. Sólo cinco años después, en su recién estrenada mansión de Devon, Isaac muere dejando a su tercera esposa y sus últimos seis hijos un buen lío testamental.
Tras desenmarañarlo, la joven viuda recibe 14 millones de dólares –aproximadamente 300 de hoy– y decide volver a París, donde pronto encuentra nuevo esposo: el violinista Victor Reubsaet, quien asegura ser de linaje tan noble como difícil de demostrar, y que con el dinero de la pretenciosa Isabella se permite comprar el del título de duque de Camposelice.
Para Winnaretta, que ya tiene catorce años, lo único bueno de ese matrimonio es que no interrumpe la educación musical que había fomentado su padre. De hecho, la potencia. El duque colecciona instrumentos –incluidos varios Stradivarius y Guarnerius– que, en su afán por hacerse con una reputación en la alta sociedad, pone a disposición de los mejores intérpretes de la época en el salón de música instalado en casa.
Allí, la adolescente termina de educar su oído y demuestra que tiene talento para el piano y el violín. Pero, aficiones comunes aparte, la relación de Winnaretta con su padrastro no es precisamente buena y le aguanta lo estrictamente necesario. Con 21 años toma posesión de su parte de la herencia paterna –900.000 dólares que hoy serían 19,4 millones– y compra casa propia, una mansión en la Avenue Henri-Martin.
Pese a ser lesbiana y económicamente independiente, necesita casarse para ser considerada en su hipocritilla círculo social y contrae matrimonio con Louis de Scey-Montbéliard, que no tiene dinero pero se pavonea luciendo el título de príncipe.
Winnaretta cree que esas ínfulas harán que, a cambio de tan ventajoso matrimonio, no ponga pegas a su homosexualidad. Pero para él la cosa no está tan clara y, tras echarle varias veces de su cama, decide que no le quiere ni en el dormitorio ni en ninguna otra habitación de la casa. En 1889 le pide el divorcio y en 1891 solicita la anulación de un matrimonio que no se había consumado.
Hoy parece mentira, pero a pesar de tener carácter y dinero, se siente de nuevo obligada a buscar marido. En 1893, la condesa Elisabeth Greffuhle le traslada la proposición del que parece el candidato ideal: el príncipe Edmond de Polignac. Es 30 años mayor que ella y está arruinado pero tiene un título y, lo mejor, es músico y gay. Perfecto para un pacífico 'mariage blanc'. Winnaretta no había encontrado su pareja, pero sí un parejo.
Salón de música
Se casaron en 1893 y juntos decidieron acondicionar un salón de la mansión para ofrecer recitales y brindar una primera oportunidad a músicos y concertistas de vanguardia, a veces con obras encargadas para la ocasión. Durante años, los ya maduros D'Indy, Satie, Chabrier, Fauré y Debussy se alternaron con los jóvenes Falla, Ravel y Hahn. Era además –y pese a los rumores maliciosos– un espacio abierto a las mujeres: Nadia Boulanger, Ethel Smyth o Adela Maddison encontraron allí su público. Además, al salón Polignac acudían asiduamente escritores como Proust, pintores como De la Gandara y Monet, la bailarina Isadora Duncan y el fundador de los Ballets Rusos, Serguéi Diáguilev.
En 1901, Winnaretta regaló a su marido el palazzo Contarini dal Zaffo, hoy palazzo Contarini-Polignac, en el Gran Canal de Venecia. Y aunque Edmond no pudo disfrutarlo –murió ese mismo año–, ella lo homenajeó convirtiéndolo en sede de un salón de música referente en la ciudad y en el que anualmente se celebraba un festival para conmemorar su muerte. Podía albergar una orquesta de cámara y hasta 200 invitados a los que agasajaba con actuaciones de Clara Haskil, Renata Borgatti, Olga Rudge, Cole Porter, Georges Auric, Kurt Weill, Louis Durey, Arthur Honegger o Darius Milhaud. A muchos de los músicos que pasaban por el palazzo, además de encargarles obras, les ofrecía un hogar temporal. Allí residió durante años Vladimir Horowitz, disfrutó de su luna de miel Arthur Rubinstein y demostró sus dotes culinarias Arturo Toscanini.
Para honrar la memoria del príncipe también encargó obras como la ópera-ballet 'El zorro' de Stravinsky, 'El retablo de maese Pedro' de Falla, 'Sócrates' de Satie, el Concierto para órgano de Poulenc o el Concierto para piano de Tailleferre. Pero el mecenazgo de Winnaretta no se limitó a la música. Apoyó a escritores como Paul Valéry, Anna de Noailles y Colette e incluso creó junto a la Real Sociedad de Literatura de Londres el Premio Edmond de Polignac para jóvenes autores ingleses. No aceptó sin embargo que Proust dedicara a su marido 'A la sombra de las muchachas en flor', la segunda parte de 'En busca del tiempo perdido'. El escritor se lo solicitó por dos veces y, aunque ella reconoció el valor de la obra, temió que hiciera demasiado obvia la homosexualidad del príncipe.
También sufragó el trabajo de Edouard Branly en el desarrollo de la telegrafía sin hilos y encargó a Le Corbusier el diseño de dos edificios donados al Ejército de Salvación de París para familias trabajadoras. En 1928 creó la Fundación Singer-Polignac, tutelada hoy por el Ministerio de Cultura francés, que ofrece la mansión parisina de Winnaretta como residencia para jóvenes músicos. A su muerte, en 1943, el palazzo quedó desgajado de la Fundación y hoy es alquilado por la familia Polignac para la celebración de eventos culturales o sociales.
Winnaretta Eugenie Singer nació en Yonkers (estado de Nueva York) en 1865. Era hija de Isaac Merritt Singer, buhonero, actor errante y, finalmente, fundador de la empresa fabricante de máquinas de coser que lleva su apellido. Aficionado al teatro y la música, animaba a sus hijos a escribir, componer e interpretar. Winnaretta tenía dotes para la música pero, como demuestra este autorretrato de 1885, también para los pinceles. Llegó a ser discípula de Manet y, dado que hablaba a la perfección los dos idiomas y dominaba la materia, a los 17 años fue invitada por el Louvre a participar en la preparación de su primer catálogo en inglés.
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