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Luis Alfonso Gámez
Viernes, 14 de enero 2022
Espíritus, extraterrestres, adivinos, monstruos, fantasmas, casas encantadas, sanadores espirituales, güijas, endemoniados, echadores de cartas, médiums, platillos volantes, ángeles de la guarda, fotógrafos psíquicos, jinetes sin cabeza, abducidos... Hay un Estados Unidos más allá del límite donde cualquier cosa es posible. Da igual que hables de comunicarte con los muertos alrededor de una mesa camilla que de que te secuestren unos alienígenas cuando vuelves en coche de unas vacaciones. Da igual que seas un buscavidas que ha cruzado el país ganándose el pan como ha podido hasta que ha decidido convertirse en maestro espiritual que el inquilino de la Casa Blanca o una superestrella de Hollywood.
George Adamski, un tipo sin oficio ni beneficio que preparaba hamburguesas en un restaurante de comida rápida de monte Palomar, se hizo mundialmente famoso cuando dijo que se había encontrado en 1952 cara a cara con un venusiano cuyo platillo volante había aterrizado en el desierto de California. El visitante, alto, rubio y atractivo, le advirtió del peligro de las armas nucleares. Curiosamente, lo mismo que meses antes había dicho otro extraterrestre bien parecido, Klaatu, en 'Ultimátum a la Tierra', la película de Robert Wise. Ronald Reagan, un actor mediocre que ocupó la Presidencia entre 1981 y 1989, no organizaba su agenda de trabajo sin consultar con la astróloga Joan Quigley. «Nunca desde los días de los emperadores romanos, y nunca en la historia de la Presidencia de Estados Unidos, un astrólogo ha desempeñado un papel tan importante en los asuntos de Estado», se jactaba la adivina en 1990 en su libro 'What Does Joan Say?' (¿Qué dice Joan?), titulado con la pregunta que habitualmente hacía Reagan a su esposa Nancy.
Dos niñas, Kate y Maggie Fox, gastaron en 1848 una broma a su madre el 1 de abril, Día de los Inocentes anglosajón, haciendo chasquidos con los dedos de los pies, y nació el espiritismo moderno. A finales del siglo XIX, decenas de miles de médiums usaban en América y Europa esos y otros trucos, y explotaban el inconsolable dolor de padres que habían perdido a sus hijos. En agosto de 1958, un contratista con fama de bromista se hartó de que los vándalos destrozaran sus útiles de trabajo y le robaran material en las obras de una carretera de California. Hizo unas plantillas de madera de grandes pies y una noche las ató a sus botas y caminó con ellas alrededor de la maquinaria. Al día siguiente nació el bigfoot, homínido que todavía intentan cazar algunos en los bosques de la Costa Oeste.
Esa Norteamérica paranormal protagoniza ahora una exposición compuesta por más de 150 obras de un centenar largo de creadores. «Vivimos en una cultura embrujada, y los artistas siempre han buscado respuestas a por qué los fantasmas vuelven y los espíritus permanecen intranquilos», dice en el libro de la muestra Robert Cozzolino, su comisario y conservador de pintura del Instituto de Arte de Minneapolis (MIA), centro que ha organizado la exhibición. 'Supernatural America. The Paranormal in American Art' debutó en junio en el Museo de Arte de Toledo (Ohio), se ha podido ver hasta el 2 de enero en el Museo de Arte Speed de Louisville (Kentucky) y llegará al MIA de Minnesota en febrero.
La exposición «examina el compromiso de los artistas con lo paranormal como algo central, no marginal, en la historia del arte», subraya Katherine Luber, directora del MIA. Comparten espacio en ella artistas consagrados y médiums como el fotógrafo William Mumler (1832-1884), quien en 1872 retrató a la viuda de Lincoln con el supuesto fantasma de su esposo. «Desde Mumler en 1861 hasta William Hope en nuestro tiempo, ha habido de veinte a treinta médiums con aptitud para la fotografía psíquica, y entre todos ellos han producido miles de esos resultados sobrenaturales que se conocen bajo el nombre de 'extras'», explica el muy crédulo Arthur Conan Doyle en su 'The History of Spiritualism' (1926).
Norman Rockwell (1894-1978) firma 'The Ouija Board'. El cuadro procede de una colección privada y fue portada del número del 1 de mayo de 1920 de la revista 'The Saturday Evening Post'. Se ve en él a un hombre y una mujer sentados frente a frente con una güija sobre las rodillas, ella más en el Más Allá que él, más pendiente de ella. Son dos modelos a quienes el artista pidió que recrearan lo que vio en un salón de baile de Louisville Landing, un pueblo del estado de Nueva York, en el verano de 1919. Allí, mientras unas parejas bailaban los éxitos del momento, alrededor de la pista había otras sentadas cara a cara intentando que la güija les dijera algo.
El Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York ha cedido para la muestra 'The Fourth Dimension' (1938), un óleo de Patrick Sullivan (1894-1967) con dos hombres en un planeta sobre el que flotan decenas de mundos y estrellas. Uno está vivo, de pie y encadenado por un tobillo al suelo; el otro, tendido, intuimos que muerto porque su cadena está rota y un espectro sale de su cuerpo. De Grant Wood (1891-1942), autor del inquietante 'American Gothic', puede verse 'Death on the Ridge Road' (1935), que recrea el instante anterior a un accidente de tráfico real. Y de Hyman Bloom (1913-2009), considerado por Willem de Kooning y Jackson Pollock «el primer expresionista abstracto de Estados Unidos», 'Apparition of Danger', 'The Medium' y 'The Séance', de la época en la que se interesó por la teosofía y el mundo de los espíritus.
Además de Mumler, de quien se incluyen varias fotos fantasmales, la exposición presta atención a creadores como Ionel Talpazan (1955-2015), pintor obsesivo de platillos volantes, marcado por un avistamiento a los 8 años en su Rumanía natal; Emily A. Tallmadge (1874-1956), quien dibujó miles de mandalas con lápices y ceras guiada por espíritus; Frances Haines McVey (1903-1984), que firmaba sus obras con William Blake y Édouard Manet, que decía que la ayudaban; y Agatha Wojciechowsky (1896-1986), artista surrealista que también pintaba en trance.
Sanadora espiritual y médium, Wojciechowsky participó en exhibiciones colectivas con Man Ray, Marcel Duchamp, Jean Dubuffet e Isamu Noguchi, y tiene pinturas en el MoMA, el Instituto de Arte de Chicago y el Whitney, entre otros museos. «Esto es obra de diferentes entidades que entran en mí y se apoderan de mi cuerpo, dirigiendo mi mano. Realmente, no tengo nada que ver con ello», decía. «Nunca hubo ningún boceto previo, ningún diseño general que se le presentara en una visión. Los espíritus siempre empezaban en la esquina inferior izquierda de una hoja y trabajaban en la parte inferior de izquierda a derecha en una banda», explica el comisario de la muestra. A esa primera banda se superponía otra y luego otra, y luego otra... «Las composiciones se sienten plenas y completas, a pesar de esta curiosa revelación gradual del conjunto. A menudo aparecen como campos fantásticos de la naturaleza y rostros diminutos, asomando entre formas ricamente texturizadas o coloridas», afirma Cozzolino.
También entre la vanguardia creadora y la zona crepuscular discurrió la vida de Budd Hopkins (1931-2011), pintor y escultor abstracto del círculo neoyorquino de Franz Kline, Mark Rothko, Robert Motherwell y Willem de Kooning. Con obra en las colecciones del Whitney, el Met, el Guggenheim y el MoMA, sus herederos han prestado para la muestra una pintura de 1972. Con 7 años siguió aterrorizado la emisión de 'La guerra de los mundos' de Orson Welles, se interesó por los ovnis tras ver uno en Cape Cod (Massachusetts) en 1964 y, a finales de los 70, se reconvirtió en ufólogo experto en la recuperación mediante hipnosis de recuerdos de secuestros por extraterrestres. Sus libros 'Missing Time' (1981) e 'Intruders' (1987) impulsaron el fenómeno de las abducciones, que él vinculaba con un intento de los visitantes de crear un híbrido de humano y alienígena para garantizar la supervivencia de su especie, en declive genético.
«'Supernatural America: The Paranormal in American Art' muestra que el imaginario espectral y las llamadas experiencias anómalas han sido fundamentales en el arte estadounidense y en la vida de innumerables artistas. Han afectado a la estética, a los discursos sobre el proceso y el método, y al significado de la práctica artística en Estados Unidos», sostiene Cozzolino. El comisario destaca que casi todas las obras de la exposición «son de artistas que describieron sus encuentros sobrenaturales, fueron médiums y practicantes o realizaron imágenes basadas en las experiencias anómalas de sus allegados».
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