
Oscar Wilde y la moda
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El escritor irlandés fue un modelo de elegancia; ahora un libro recoge algunos de sus textos sobre la materiaabraham de amézaga
Sábado, 8 de octubre 2022, 00:22
La crítica de moda -en otros tiempos 'de modas', más preciso, por aquello de que no hay una, sino multitud- ha atraído a grandes plumas a lo largo de la Historia. Honoré de Balzac, gran amante del buen vestir y del universo de la perfumería, escribiría textos recogidos en el ensayo 'Traité de la vie élégante' (Tratado de la vida elegante) y el poeta Stéphane de Mallarmé realizaría crónicas sobre vestimenta femenina y masculina. Este último era contemporáneo del irlandés más célebre de las Letras, junto a Joyce. Nos referimos a Oscar Wilde (1854-1900), quien en una de sus frases célebres, de las decenas que escribió o se le atribuyen, dijo: «Uno debería ser una obra de arte o llevar una consigo».
Aunque el padre de 'La importancia de llamarse Ernesto', el dramaturgo, ensayista y poeta, no requiera de presentación alguna, ya que abordamos el tema de las modas convendría señalar que fue un asunto que también le interesó, como se percibe en sus artículos y conferencias. Si bien no es la primera vez que se habla de ello, lo traemos a colación al publicarse en Francia el libro 'Articles de mode' (Artículos de moda), que recoge ocho de sus trabajos traducidos por Frédéric Chaleil y Albert Savine al idioma de Molière, que también dominaba nuestro personaje.
Wilde fue un esteta y fino observador, que redactó textos en la publicación 'The Woman's World', de la que fue editor entre 1888 y 1889, y llevaría el tema de la indumentaria a conferencia, como en Inglaterra, en 1884. Gran cultura de la moda, la suya, que superaría a la de más de un especialista: «El botín moderno de tacón alto no es más que el calzado de los tiempos de Enrique VI», llegó a decir. Eso sí, nunca pretendió «proponer una resurrección arqueológica de un traje antiguo».
El escritor fue un gran crítico con la moda y con quienes la siguen a pies juntillas: «Considerada desde un punto de vista artístico, comúnmente es una forma de fealdad tal que estamos obligados a cambiarla cada seis meses». También apuntó que no hay vestido que «pueda llevarse sin causar a quien lo porta un cierto grado de sufrimiento real». Hablaba así de lo que provocaba aquel «asesino de la raza humana», como lo definió el mismísimo Napoleón. Nos referimos al corsé, símbolo de tortura, del que Poiret liberaría a la mujer a principios del XX. «El dicho de la moda es: 'hay que sufrir para estar guapa', pero el del arte es de sentido común: 'hay que ser tonto para sufrir'». Pertinente paralelismo entre moda y arte: «La moda reposa sobre la fantasía. El arte reposa sobre la ley. La moda es efímera. El arte es eterno».
Critica a las clases ociosas, que «se visten mal», por esa rigidez además que transmiten. Se requiere una libertad de movimientos, que se ve claramente en los trajes de quienes trabajan, adaptados a sus cometidos, «porque el trabajo exige libertad y sin la libertad no hay ningún tipo de belleza en la indumentaria». De ahí que reconozca que en sus viajes por el mundo «los únicos hombres bien vestidos que he encontrado (…) fueron los mineros del Oeste» americano. No estará de acuerdo con opiniones de dioses de la moda, como Worth, el padre de la alta costura, y antes que Gabrielle Chanel sería enemigo de lazos y florituras en un vestido.
En cuanto a la belleza, para él era esencialmente orgánica; es decir, que no llega del exterior, sino del interior; no de una belleza añadida, sino de «la perfección de su propio ser». ¿Y lo feo? «Una cosa fea es simplemente una cosa mal hecha». Hará una oda a los pies y manos de las norteamericanas, por ser «los más lindos y los más delicados del mundo», así como a esas finas manos y paciencia femeninas que hacen realidad los bordados, que no solo reivindica en la indumentaria, sino también en la decoración.
Capítulo aparte es cuando se detiene en la manera de vestir de las literatas, un pasaje en el que recuerda a George Sand, que en su vida apostó por la seda negra. «Una historia de la vestimenta sería una historia de las almas; porque el hábito expresa una idea moral; simboliza el intelecto y el carácter de una nación». Sin duda, más de un estilista y asesor de imagen actual debería leer este libro.
¿Qué pensaría Oscar Wilde de la globalización en moda, de la dictadura asimilada del calzado deportivo, y de las cadenas de 'ropa basura' de hoy? La alienación nunca fue del gusto del irlandés. Hacia el final de uno de los textos que se recogen, como una especie de premonición, de cara al siglo XX, de idea que cree pueda cuajar en una época que no conocerá: «Es más que probable que (…) marcará más claramente las diferencias de ocupación que la distinción de sexos».
La editorial que ha publicado el libro, Les Éditions de Paris Max Chaleil, reproduce además en él dibujos y caricaturas del escritor, algunas realizadas por Toulouse-Lautrec o Alfred Bryan, entre otros. Se trata de la misma que ha reeditado estos meses uno que escribiera sobre Wilde el francés André Gide, y que resulta igualmente recomendable.
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