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Jesús del Campo
Sábado, 21 de diciembre 2024, 00:00
Los vascos se divorcian menos que la media de los españoles y Macron cumple hoy 47 años. Le preguntaban a Olivia Harrison, la viuda del 'beatle' George, por el secreto de un matrimonio largo. No divorciarse, contestaba ella. Pues eso. La receta de Olivia tiene seguimiento en Euskadi. George dejó escritas canciones de amor memorables, Paul McCartney tocó 'Something' en Madrid hace pocos días. El amor, musicalmente hablando, da más juego que los divorcios, y además 'Something' fue compuesta en el 68: en aquellos tiempos floridos había otro ambiente.
Macron, en cambio, nació en el año del punk, y quizá eso determine un carácter. Dejó constancia el presidente francés de su versatilidad con los invitados a la reapertura de Notre Dame. Con Trump se mostró cordial y campechano, como demostrando saber adaptarse a la tosquedad del visitante. Esos protocolos tan breves son muy pedagógicos. Zelenski, por su parte, saludó a Trump con visible cautela: normal. No entiende uno, por cierto, la sorpresa por la victoria de Trump; bastan cinco minutos de zapping en cualquier momento del día para explicarla.
Dice un personaje de Lawrence Durrell que «toda cultura corrompe, pero la cultura francesa corrompe absolutamente». Saliéndose de ese pique de vecinos tan insular, sí que hubo algo de absolutamente francés en la reapertura de Notre Dame; el ambiente, de tan distinguido, era una declaración de principios. Y Trump no sigue los consejos de Olivia Harrison; se casó tres veces. Y tiene cara de bruto. ¿Querrá eso decir algo? ¿De qué será espejo la cara? Hay gente que se fija en esas cosas. Trotsky dijo, en su descripción de Lenin, que tenía los rasgos plebeyos del rostro eslavo. Suena sutil, y pelín incisivo, pero los tiempos de la Revolución rusa eran también otros tiempos. Y es que todo depende de la revolución que te quede más cerca. Macron flojea porque el legado colectivo de la Revolución francesa está siendo zarandeado por los extremos, y eso embarulla el debate y debilita al presidente. Hoy día, la revolución de las redes sociales, tan reciente y de recorrido tan largo, despierta un curioso deseo de notoriedad. Todos quieren ser famosos y, dicho en caribeño, no hay fama pa´ tanta gente. Y parece que divorcio tampoco. Felices fiestas.
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