Los ocho años de amor secreto y platónico de Machado y Valderrama
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'Sí, soy Guiomar' ·
Vivieron casi ocho años de amor secreto, platónico pero con una intensidad que se refleja en los poemas que se dedicabanCarlos Aganzo
Martes, 13 de febrero 2024, 19:11
Tenía 38 años cuando su marido, antes de que lo leyera en el periódico, le adelantó que la joven que se acababa de suicidar por amor en la calle de Alcalá de Madrid era, en realidad, su amante. Era el mes de marzo de 1928 ... y el mundo se le vino abajo a Pilar de Valderrama. Decidió salir de casa y pasar unos días en Segovia. Lo hizo en dos ocasiones y en la segunda, ya en el mes de junio, se marchó con una carta de presentación de Ricardo Calvo para Antonio Machado, que le había conseguido su amiga y profesora de sus hijos María Calvo, hermana del actor. El primer día apenas se vieron en la sala de recibo, pero se citaron para cenar al día siguiente en el restaurante del Gran Hotel Comercio. Y a la cena le siguió un largo paseo a la luz de la luna hasta el Alcázar segoviano.
Así comenzó, tal como lo cuenta en su libro póstumo de memorias 'Sí, soy Guiomar', la relación de amistad primero, y enseguida de amor, entre los dos. Machado, a sus 52 años, era ya el gran poeta que acababa de ser elegido miembro de la Real Academia Española, y que apuraba en Segovia su último destino como profesor de francés. Vivía en ese monumento a la humildad y a la grandeza interior que sigue siendo su habitación en la pensión de la Cuesta de los Desamparados. Ella había publicado su segundo libro de poemas, 'Huerto cerrado', con excelentes críticas, y figuraba como fundadora del famoso Lyceum Club Femenino.
Primero se encontraban en Segovia, y enseguida en Madrid, a donde él acudía cada fin de semana. Como ella estaba casada y tenía tres hijos, quiso dejar claro que su relación iba a ser platónica. «Con tal de verte, lo que sea», dijo él. Y así ocurrió. Aquel «lo que sea» fueron sus encuentros en un café de Cuatro Caminos, el Franco-Español, a las afueras de Madrid. Su «rincón conventual», donde no dejaron de verse a lo largo de casi ocho años.
Castidad en lo físico, pero no así en lo espiritual, ya que al llegar cierta hora de la noche, convenida de antemano, ambos se dedicaban a pensar exclusivamente el uno en el otro, y se encontraban también en lo que llamaban «el tercer mundo». Ella escribió más tarde una obra dramática con este título y él aceptó de ella un regalo: dos versos para 'La Lola se va a los puertos', que escribía con su hermano Manuel. «El corazón de la Lola, / sólo en la copla se entrega», le decía la cantaora protagonista a su enamorado, el guitarrista Heredia, truncando toda esperanza de consumar su amor físicamente. «Pero oye, Pilar, vida mía: tú eres mucho más divina que la Lola, pues ella solo tiene un vago destello de tu luz, mas tú no serás, ¿verdad?, tan cruel como ella», le escribe Machado en una de sus cartas.
Es la historia de amor posible y al mismo tiempo imposible del «poeta» -que rejuvenece y escribe para ella sus 'Canciones a Guiomar', el seudónimo que ambos eligieron en homenaje a la esposa de su admirado Jorge Manrique- y la «diosa», que se recorre medio Madrid en tranvía para verle. Así se refiere a los dos Antonio Machado en sus misivas. Las 36 que se conservan en la Biblioteca Nacional, de las más de 240 que le escribió Machado. Ninguna de las que ella le envió.
En el tiempo en que permanecen juntos, Machado publicará dos nuevas ediciones de sus 'Poesías completas', en 1928 y en 1933. y 'La tierra de Alvargonzález', y consolidará en la prensa sus apócrifos de Abel Martín y Juan de Mairena. También estrenará en el teatro, junto a su hermano Manuel, 'Las adelfas', 'La Lola', 'La prima Fernanda' y 'La Duquesa de Benamejí'. Y Valderrama dará a la luz su tercer libro de poemas, 'Esencias', que aparece en 1930. Así, en un gran secreto que solo conocerá un círculo muy íntimo de cada uno de los dos, seguirán juntos hasta 1935 cuando, con las calles de Madrid incendiadas en el preludio de la guerra incivil, los dos dejarán de verse. Si bien las cartas continuarán hasta que, en junio de 1936, Pilar sale con su familia a Estoril.
La censura de fronteras les impediría comunicarse a partir de entonces. Machado será evacuado de Madrid en noviembre del 36, y desde su refugio valenciano de Rocafort escribirá este soneto estremecedor pensando que, como en su tercer mundo, estarían unidos entre el Mediterráneo y el Atlántico:
De mar a mar, entre los dos la guerra/más honda que la mar. En mi parterre,/miro a la mar que el horizonte cierra./Tú asomada, Guiomar, a un finisterre,
miras hacia otra mar, la mar de España/ que Camoens cantara, tenebrosa./Acaso a ti mi ausencia te acompaña./A mí me duele tu recuerdo, diosa.
La guerra dio al amor el tajo fuerte./Y es la total angustia de la muerte,/con la sombra infecunda de la llama
y la soñada miel de amor tardío,/ y la flor imposible de la rama/que ha sentido del hacha el corte frío.
Pero en 1938, cuando Machado escribe el soneto, Valderrama ya no está en Estoril, sino en la finca palentina de El Carrascal. El final de Machado es conocido: su martirologio, su pasión y muerte en los últimos días de la guerra hasta el exilio de Collioure. El final de Valderrama, quizás no tanto. De la muerte de su poeta se enteró en Palencia, meses después de ocurrida. Volvió a Madrid en 1940, donde encontró su casa y su biblioteca arrasadas. Y guardó riguroso silencio sobre la relación hasta que en 1950 su amiga Concha Espina la engañó para que accediera a publicar 'De Antonio Machado a su grande y verdadero amor', con algunas de las cartas, a cambio de no dar su nombre. Un secreto que mantuvo férreamente frente al consejo de sus confidentes Jorge Guillén, Gerardo Diego, José Luis Cano o Heliodoro Carpintero. Hasta que murió en 1979, cerca de los noventa, dejando preparadas sus memorias póstumas, que aparecieron en 1981, con el título de 'Sí, soy Guiomar'.
Estos días, el Instituto Cervantes de Madrid celebra la exposición 'Las palabras de un secreto', que no habla únicamente del secreto de este amor, sino también de lo secreta que sigue siendo la obra de su 'Guiomar', Pilar de Valderrama. Esa poeta y dramaturga del posmodernismo entre siglos que solo cuando murió permitió que se conocieran algunos de los muchos versos que escribió para su poeta, como esos que dicen, resignada a la memoria de su amor imposible, en el poema 'Evocación':
Con nostálgico afán en vano te he buscado/queriendo en tus vestigios revivir un pasado/que inexorablemente para mí se ha perdido.
Nadie de ti sabía, todo estaba cambiado:/tus muros, tu recinto, la sombra de Machado/como un jirón de niebla han desaparecido.
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