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Jardín de las Plantas, en la capital francesa. e. c.
Artes plásticas

Una obra de arte vegetal

Reportaje ·

El verano es el momento en que estallan los colores y las fragancias para convertir los jardines en espectáculos. Francia tiene algunos de los más hermosos

abraham de amézaga

Sábado, 7 de septiembre 2019, 00:18

Si usted posee una biblioteca y un jardín, dispone de todo lo necesario», recordaba Cicerón. Libros y Naturaleza por tanto para una existencia más rica y plena; para caminar por el sendero de la vida, como los filósofos de otros tiempos, incluido el citado, dejando ... que las lecturas realizadas y aquellas por realizar nos lleven a pensamientos, a ideas... «El jardín es una proyección del paraíso en el curso de la historia. Todavía lo es para mí, un lugar de serena madurez, una tierra de bienvenida para las aves y las mariposas; calma, que viene a ser soplos de agua y perfumes», explica a Territorios el reputado paisajista Louis Benech.

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Para su colega Frédéric Faure, «nos permite desconectar de nuestra cotidianidad y vivir un momento al ritmo de la Naturaleza». ¿Y cuál sería el ideal? «Aquel en el que nos sentimos bien, porque refleja nuestras sensibilidades, nuestra identidad», explica quien goza además del título de Mejor Artesano Galo en su especialidad. Y todo, ante el calor estival, que logra que despierten y en algunos casos intensifiquen las fragancias de cada una de las flores y plantas que nos rodean. Miraremos a un modelo en este campo, Francia, que cuenta con más de 20.000 parques y jardines y donde los cuidados de muchos de ellos se llevan a cabo como si se estuviera ante obras de arte.

Allí, en su capital, se puso en pie precisamente hace ahora dos años la exposición que llevaba el corto y claro encabezado de 'Jardins', donde se desplegaron alrededor de medio millar de obras, y que mostraba como una de sus imágenes estrella el cuadro 'El viejo jardinero' (1885), de Émile Claus. Si bien es en la italiana Padua donde nace el primer jardín botánico, el país de Flaubert es la Madame Bovary de jardines de mil y un formas y tamaños. Y son los de sus castillos, caso de Vaux-le-Vicomte y Versalles, por poner dos ejemplos de peso, los mejores exponentes de su esplendor, y de que en época de reyes, se derrochaba en todo; empezando por el tamaño de los jardines.

Es Luis XIV, quien al ver el trabajo que André Le Nôtre (1613-1700) había realizado en Vaux-le-Vicomte, urge de sus servicios –algunos apuntan a que el Rey Sol se lleva un gran enfado, encargando más tarde Versalles–. Le Nôtre había puesto en pie, gracias a una estrecha colaboración con el arquitecto Louis Le Vau y el pintor y decorador Charles Le Brun, una gran obra de arte. El monarca tenía «razones para estar en cólera», al ser Vaux-le-Vicomte «la excelencia del jardín a la francesa», como ha indicado Alain Baraton, jardinero en jefe del castillo de Versalles. Un parque que ocupa quinientas hectáreas y en el que ese estilo de jardín, 'à la française', era precursor para entonces.

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En la primera imagen, casa de Monet, en Giverny. En la segunda, jardines en el Palacio de Luxemburgo de París. Y en la tercera, Orangerie y estanque en el palacio de Versalles. a. s., massimo santi, j. m.

De Chantilly a París

Serán cuarenta años de trabajo, aunque parezca mentira, prácticamente los mismos que para poner en pie el palacio versallesco, residencia del rey, y donde Le Nôtre contará también con la colaboración de Le Brun, entre otros. La mejor vista de los mismos y del dominio es desde la ventana principal de la Galería de los Espejos, desde el parterre con la fuente hasta el final. Todo un espectáculo de lo más armonioso.

André Le Nôtre también se ocuparía del parque y del jardín del castillo de Chantilly. El suyo, un impresionante jardin 'à la française', atendía al encargo de Luis II de Borbón, príncipe de Condé, y es de eje descentrado, en relación al castillo, algo raro, pero que no le resta belleza, por los estanques y las fuentes. Un siglo más tarde, se añadiría el jardín anglo-chino, creado por el arquitecto Jean-François Leroy, para el príncipe Luis José de Borbón-Condé; y ya en el XIX, el inglés, de Victor Dubois, en cuyo centro se halla la denominada 'isla de amor', y está inspirado en los templos greco-romanos.

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Dejando a un lado los de otros castillos de Francia, caso de los de la región del Loira, que darían para varias páginas, viajemos a su capital, interesándonos por un tipo de jardines más urbanos, que se revelan como un pulmón en el centro de la ciudad. París tiene más de cuatrocientos, y son los de las Tullerías, Luxemburgo y el de las Plantas, tres a destacar.

Es en el primero, creado en el XVI por Catalina de Médicis, donde vemos estatuas de Maillol, Giacometti o Rodin, entre los escultores, y en el que tiene además lugar desde hace más de tres lustros, cada junio, un certamen sobre el tema, 'Jardins jardin', que reúne a paisajistas, botánicos, urbanistas y a un numerosísimo público. Las Tullerías se hallan en el centro del Gran Eje de la Ciudad de la Luz, que da comienzo en el Louvre, pasa por estos jardines, atraviesa los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo…, hasta llegar a La Defensa, la 'city' parisina.

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Si cruzamos el Sena, en dirección a la 'rive gauche' u orilla izquierda, podremos visitar el de Luxemburgo, inspirado en el florentino Boboli. Del siglo XVII y con veinticinco hectáreas, una parte de estilo francés y otra inglés, alberga más de un centenar de estatuas y árboles que datan del XIX y ha seducido a escritores a lo largo de los tiempos, como el premio Nobel Patrick Modiano, el también novelista Jean d'Ormesson o el poeta Jacques Prévert.

A poco más de dos kilómetros de allí, y en la misma orilla del río, se alza el Jardín de Plantas, igualmente del XVII; puro vergel, que incluye en su seno más de una decena de jardines de diferentes tipos. Una de sus zonas mágicas es la de las rosas, con alrededor de cuatrocientas especies. Además, en este lugar se halla el Museo Nacional de Historia Natural y un zoo. El que encandila a Benech, como confiesa, es el alpino del museo, al que «se accede por un túnel bajo uno de los caminos del jardín y es un mundo en sí mismo, lejos de la multitud, de los coches e incluso de la ciudad».

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Entre los parques parisinos, uno poco conocido por los foráneos, es el Monceau, «familiar y romántico», como lo define Frédéric Faure, y que «inspiró mucho a pintores, músicos y artistas en general», caso de Marcel Proust, a quien gustaba pasearse por él. El Monceau actual sería inaugurado en 1861 por Napoleón III.

Y de grandes espacios, a otros más pequeños, pero no por ello de menor encanto. Nos referimos a los jardines de artista. Fuera de la ciudad, de un tamaño más reducido, alejados del tumulto urbano, su belleza es fruto en la mayoría de los casos del talento de sus impulsores. Como se sabe, multitud de artistas prefirieron retirarse al campo, donde pusieron en pie el jardín de sus sueños. Un libro que trata algunos de los más bellos de genios de la pintura o la escultura sería 'Artists' Gardens', que recoge las fotografías de Erica Lennard, y en el que participa también el paisajista estadounidense Madison Cox.

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Arte sin aceleración

Claude Monet, que figura en él, se fue a Giverny, donde aparte de la pintura cultivó su otra pasión, la jardinería, ese «arte que no se presta a la aceleración», como apunta Carl Honoré en su 'Elogio de la lentitud'. Ahora se cumplen cuarenta años de la apertura al público de ese paraíso natural, que incluye así mismo su casa. El estanque de aire japonizante, con sus ninfeas y las plantas y flores que lo rodean hacen de él un sitio mágico. Además, desde este mismo mes contará con una nueva variedad de rosa, la conocida como Gérald Van Der Kemp, nombre del antiguo director de la Fundación.

Contemporáneo de Monet, pero en este caso cultivando la faceta de escultor, Antoine Bourdelle posee museos y calle. El que nos interesa, por tener varios jardines, es el que se halla a unos cien kilómetros de la capital. De estilo Art déco, como el que se percibirá en su escultura conforme va desarrollando con los años su obra, se desvela en el interior de una propiedad de 7.000 metros cuadrados, y entre las particularidades incluye alrededor de medio millar de rosales Joseph Guy.

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Christian Dior, gran enamorado de las flores, como la 'rosa de mayo', y de los jardines, de haber podido, no hubiera dudado en plantar uno en lo alto del edificio de su casa de costura de la avenue Montaigne (así lo hicieron los Hermès en su tejado, una creación de Louis Benech). Tuvo dos jardines, uno en Granville (Normandía), donde hoy se encuentra su museo, y otro en su casa de la Colle Noire, en Montauroux, en el sur del país, no muy lejos de Niza. Aquí poseía una gran plantación, en la que «estaba por supuesto la 'rosa de mayo', pero también el jazmín, la lavanda, lirios blancos, melocotones y olivos», recordaba en un diario de la región la nonagenaria Lucienne Rostagno, que trabajó en ellos.

Existen diversos premios en Francia que recompensan los mejores, creados o rehabilitados, como el Prix Jardin Contemporain & Patrimoine, o los que entrega anualmente el dominio de Chaumont, en este caso internacionales. Su última edición ha girado en torno a los 'Jardines de paraísos', reuniendo el talento de paisajistas, arquitectos y por supuesto jardineros. Hasta el 31 de agosto, proponen un recorrido nocturno a los visitantes, donde la luz y el color consiguen crear una magia especial en cada uno de sus espacios.

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Lo que muchos desconocen es que hay auténticos vergeles particulares, verdaderos museos efímeros que se conservan de generación en generación, del modo más artesanal y con todos los cuidados necesarios; y donde uno menos se lo espera. Eso sí, al igual que todos, siempre a merced de la climatología. Como ha afirmado Pierre-Alexandre Risser, si en la década de los 80, y en el terreno de los privados, la gente quería un buen jardín que admirar, ahora desean uno que sea «la extensión de la vivienda», y del que disfrutar a ser posible durante todo el año.

Un buen plan para una próxima visita a Francia es ir al encuentro de sus jardines, con la misma pasión que la Madre Naturaleza inspiró en otros tiempos a grandes como Duras, Hugo, Proust o Sand, en la amplia nómina de autores. Y como brújula, para no perderse entre tanta vegetación, esta dirección virtual: www.lesplusbeauxjardinsdefrance.com.

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Cultivo interior

Más de una vez repiten los franceses eso de que, antes de un pedazo de tierra, «il faut s'occuper de son jardin intérieur» (hay que ocuparse de su jardín interior). A buen seguro el primero que puso los pilares de esta idea fue Voltaire, cuando en la obra 'Candide' señala que «se ha de cultivar nuestro jardín». Metáfora de nuestros adentros, seríamos por tanto el mejor de los jardineros para dedicarnos a que nuestras flores surjan en forma de armonía, destilando aromas de bienestar. Una manera de 'jardinear' nuestra alma, parafraseando a Jules Renard. Vivir de manera consciente y a la escucha de nuestras sensaciones e inquietudes sería por tanto clave. Eso lo dirá cualquier libro de autoayuda, así como que el desarrollo de ese cultivo interior germinará más y mejor en un buen parque, a la sombra de un árbol, que a la vez, depure nuestras energías. El efecto terapéutico será mucho mayor.

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