El obispo contra el artista
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Santuario de Arantzazu ·
En 1985 Basterretxea doblega décadas de veto vaticano a sus murales, borrados en 1955, y replantea la iconografía en 18 nuevos panelesLuisa Idoate
Sábado, 4 de mayo 2024, 00:12
Cuando bajé a la cripta y vi todo borrado, casi me muero. Es una impresión tremenda». Los murales que Néstor Basterretxea estaba pintando en la basílica de Arantzazu en 1955 se habían esfumado. Ganó el concurso para decorarla dos años antes, junto a Pascual de ... Lara, encargado del ábside. Le animó a participar su amigo, e integrante del jurado, Jorge Oteiza, que lo creyó óptimo por sus influencias muralistas mexicanas. Proyectó paneles simbólico expresionistas, figurativos «no ñoños» y ajustados a los temas obligados de pecado, expiación, perdón y gloria. Añadió otros propios: los misioneros, el ateo, los mártires, el peregrino. Regresaba de Argentina al País Vasco. Se acababa de casar. «Nuestro proyecto era el mejor de todos. Estábamos allí trabajando todo el día. Y de pronto aparecen una serie de acusaciones, tan increíbles que no les hicimos ni caso». Pero el entonces obispo de San Sebastián, Jaime Font Andreu, sí lo hace; paraliza las obras en 1954 por no ajustarse a los cánones artísticos establecidos y remite el caso a Roma.
¿Por qué censuraron los murales? Porque su estilo expresionista abstracto no se consideraba adecuado al contenido. El artista siempre tuvo reservas con el encargo. «Uno de los defectos de la Iglesia desde su nacimiento es exigir a los artistas pintar de modo figurativo algo que es metafísico. Caen en eso, porque ellos mismos no saben explicar qué es Dios. Al fin y al cabo, son hombres», reflexionaba. Y preguntaba: «La buena nueva. Bien. Pero ¿cómo se pinta la buena nueva?». Para más inri, el Vaticano les reclama un trabajo sobre la Virgen María, «por el que nos felicitó», y fotos de los polémicos murales que rechazó por «brutalistas». De nada sirve que, en 1954, Pascual de Lara, Oteiza y Basterretxea expliquen por carta a la Comisión Pontificia de Roma que su trabajo nada tiene que ver con las críticas, sino «con una fuerza de creación excepcional». En 1955 Roma confirma la paralización ordenada por Font Andreu. Para envenenar más el tema, los murales realizados se tapan con pintura blanca. Y nadie responde por ello. El proyecto se abandona, languidece en el olvido.
Basterretxea se rebela. «Nos echaron de malas maneras. Me cabreé. Aránzazu ha cambiado mi vida. ¿Voy a morir sin pintarlo porque unos tipos griten y lo diga el obispo aquel?». No tira la toalla. Con intermediación de la Diputación de Gipuzkoa logra replantear la iconografía y relanzar el proyecto. «Prescindí de los frailes, que no pudieron soportarlo». En 1980 comenzaron las negociaciones con los franciscanos. «¿Por qué no pintas lo de antes?, me dijeron. ¿Por qué me borrasteis? Es que vosotros andáis para atrás, contesté». Ni quería ni podía repetir los murales. «Yo ya no soy el de antes. Ahora estoy a otra cosa», advirtió. Y sus nuevos diseños lo estarían también.
Las pinturas que termina en 1984 nada tienen que ver con las de 1955. «Comienzo por la creación del cosmos; sigo con la creación de las mitologías por parte del hombre para explicar lo que no acierta a comprender por la razón; sigue el cristianismo y, por último, un signo de la última época, las guerras en el proceso del tiempo». Es una obra más abstracta y con una interpretación más libre que la primera. Y, como ella, salpicada de suspicacias. Las provocó un Cristo alejándose con la cruz a cuestas, de espaldas al espectador. «Quise romper con esa imagen de un Dios anciano en la nube y con barba blanca y de ese Cristo de Hollywood. Me lo imaginaba cabreadísimo con nosotros, así que quise pintarlo marchándose, aunque al final le di la vuelta y lo pinté rojo».
¿Quién borró los primeros murales?, preguntaba el pintor. «Tengo la convicción de que fueron los frailes. A ellos les cuesta aceptar eso. Me he metido mucho con ellos, les he llamado de todo. Hasta que un día se acercó el principal de Aránzazu para decirme: 'Basterretxea, no sigas insultándonos'. Le dije: 'Tenéis que confesar públicamente que habéis sido vosotros'. Y, en esa mesa de ahí, hicimos las paces».
Zanjó oficialmente la disputa en la reinauguración de la cripta de Arantzazu, en 2009. «Ha sido un embarazo largo, pero el parto ha salido bien y ha sido hermoso». Los murales de 1984 «eran mucho mejores que los que me borraron en 1955», puntualizó. Pero en el documental del proyecto 'Miradas cruzadas: Néstor Basterretxea' (Aloa.films, 2013), del Museo Oteiza, reconoció: «La única pena que tengo es que Jorge (Oteiza) me dijo una vez: 'Néstor, lo de antes era mejor que lo de ahora».
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