
Las nueve críticas literarias de la semana
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Villalobos escribe sobre la inmigración entendida como oportunidad de echar nuevas raícesViernes, 29 de mayo 2020, 20:11
Iñaki Ezkerra
En 'El proceso' y 'El castillo' kafkianos, la ausencia de referencias geográficas reconocibles y la reducción de los nombres a siglas (en la primera el héroe es Josef K.; en la segunda K. a secas) facilitan la tarea de trasladar al lector a un tiempo y un espacio de ficción que no se rigen por las reglas del mundo real aunque alegoricen éste. En el '1984' orwelliano, el lector es asimismo transportado a un universo fantasmal que no reconoce gracias al enrarecimiento de las referencias geográficas (la Oceanía de la novela no es la del continente que lleva ese nombre, Gran Bretaña es la Franja Aérea 1…) y a la extravagante nominación de las instituciones políticas: Ministerio del Amor, Policía del Pensamiento…
A un procedimiento expresivo de esa índole echa mano el escritor mexicano Juan Pablo Villalobos en 'La invasión del pueblo del espíritu', su recién aparecida novela, en la que el espacio metropolitano en que se desarrolla la acción narrativa y que parece corresponderse con Barcelona no es invocado por ese nombre y en la que se huye de todos los topónimos identificables. En estas páginas no se habla de Argentina ni de Rusia, por ejemplo, sino del Cono Sur y de la Tundra. El empleo de este recurso 'aespacial' resulta especialmente paradójico en un libro que versa sobre emigrantes y que se halla poblado de conosureños, nororientales, lejanorientales, proximorientales… Es en esta paradoja, sin embargo, en la que reside probablemente el secreto central de la novela. Diríase que su autor no trata de llevarnos con ese enrarecimiento del lenguaje a 'otra realidad' a la manera en que lo hacían Kafka u Orwell sino más bien de forzarnos a revisitar la nuestra con otra clave interpretativa, con otra mirada distinta y no condicionada por el prejuicio o por la idea preconcebida.
Y es que la historia que se cuenta aquí no es en absoluto futurista. Podría tener lugar en cualquier ciudad del planeta. Sus protagonistas son dos amigos, Max y Gastón, que andan en el ecuador de la cincuentena. El primero de ellos tiene solo unos días de plazo para abandonar la lonja del restaurante que abrió hace casi tres décadas. Su propietario ha aprovechado el vencimiento del contrato de alquiler para vender el local a una familia de nororientales, lo cual supone un verdadero trastorno para nuestro hombre ya que su propia vivienda está conectada con lo que hasta ahora ha sido su negocio. Además de un padre al que busca la Policía por un asunto de corrupción en el ayuntamiento en el que ha sido secretario de obras públicas, Max tiene un hijo, Pol, que estudió Biología y que regresa ahora de la Tundra en la que ha vivido un año investigando con un equipo de científicos la vida en condiciones extremas. Por otra parte, su colega Gastón, tiene un perro llamado Gato que padece una enfermedad terminal y un huerto en el que cultiva frutas y verduras exóticas que vende restaurantes y a particulares. Un trabajo que al parecer le da para vivir desahogadamente hasta el punto de que planea ayudar a su amigo comprando un local cercano con el fin de proponer al nororiental un intercambio. Gastón es, así, lo que se entiende por una 'buena persona' aunque esa condición moral llega a ser en determinados momentos cuestionada. Como Max, proviene de lo que llaman 'las antiguas Colonias del oeste' y ha logrado adaptarse a esa tierra que no es la suya de origen.
Otra de las claves de esta novela está en lo que podríamos llamar 'las segundas raíces'. A Max le contraría reiniciar su aventura hostelera en otro lugar porque ya tiene hecha una clientela de años y le desalienta la idea de empezar de nuevo. Ese desaliento conlleva el hecho de que el amor a la tierra es algo que para él tiene que ver con la experiencia, no con la mística identitaria. Como puede observarse, los problemas y los dramas a los que se enfrentan estos personajes son de una naturaleza doméstica y pedestre. No son los de un futuro diatópico por más que Pol, el hijo científico de Max hable de extraterrestres o se aluda a una cotizada figura de los estadios como al «mejor futbolista de la Tierra». Incluso el tema de la inmigración, el del racismo y el de la xenofobia son tratados sin grandilocuencia teórica o ideológica sino en un registro cotidiano e impregnado de realismo. Algo tiene que ver con esa sencillez en el enfoque social la observación que hace al inicio del libro el narrador plural y omnisciente que encarna a los propios lectores: «Estamos cansados de historias de resentidos, estamos hartos de enaltecer el rencor y las frustraciones.»
J. Ernesto Ayala-DIP
Las tres historias que comentaré hoy fueron escritas por el periodista y escritor escocés Andrew O'Hagan. Son tres historias verdaderas narradas al filo de la ficción. Hoy hablaré de un libro que se titula 'La vida secreta'. Y lleva como subtítulo 'Tres historias verdaderas', que ilustra lo que parece una obviedad pero que sin embargo no lo es tanto.
Empecemos por la aparente obviedad. La primera historia se titula 'Hacer de negro'. Y su autor narra la historia verdadera de cómo se metió en la vida del fundador de WikiLeaks, Julian Assange. Lo hizo a solicitud de este para que escribiera su vida. Sería algo así como una 'autobiografía' de Assange, escrita por su 'negro', el mismo O'Hagan. Para ello debió el autor incrustarse en la vida cotidiana de Assange. Y mientras lo hizo, no solo escribió un libro que apenas se terminó de mala manera y se publicó lejos de lo que intentó ser al principio, sino que además O'Hagan sacó algunas conclusiones de su empleador. Y no todas fueron positivas. Assange resultó ser un ser absolutamente narcisista, falto total de empatía y respeto por la gente que lo rodeaba y ayudaba. Y, sobre todo, con una peligrosísima tendencia a pegarse tiros en sus propios pies.
Es evidente que había que aclarar que esta historia es verdadera, porque tal como la leemos parece inventada. Assange mismo parece un personaje de novela de suspense psicológico. Lo que sobresale en el relato es la delicadeza del trazo psicológico que emplea O'Hagan para retratar al problemático pirata informático. El otro tema muy delicado que O'Hagan dibuja con extremo cuidado y respeto es el de las acusaciones contra de Assange de haber violado a mujeres. Algo salidillo parece que es Assange, pero más que subrayar la posibilidad de que fuera realmente un violador, O'Hagan le reprocha como tremendo error no haberse enfrentado a la justicia en Suecia para defenderse de esas gravísimas acusaciones.
La segunda historia verdadera se titula 'La invención de Ronald Pinn'. Aquí el autor nos cuenta cómo un día visitó un cementerio de su ciudad natal y extrajo el nombre de un fallecido a los veinte años llamado Ronald Pinn. Con ese nombre reinventó una historia, la historia que pudo haber sido pero no fue en la realidad, pero que lo fue durante mucho tiempo en las redes sociales. Puede que un 60 por ciento de las personas que transitan por Facebook o Twiter sean inventadas.
Cierra el libro la historia alucinante del inventor de la moneda digital Bitcoin. No tiene desperdicio. Y como las dos restantes, también es completamente real. Pero todas ellas se merecen ser igualmente consideradas en lo narrativo como una ficción de alta calidad.
Pablo Martínez Zarracina
Por más que se presente como una suerte de autobiografía o unas memorias, el «aclamado primer libro de no ficción» de Bret Easton Ellis es algo bastante distinto: un conjunto de artículos extensos o ensayos breves. Ocho, en concreto, que presentan un evidente peso biográfico, pero se orientan hacia un objetivo manifiesto y diferente: la denuncia de un tiempo dominado por un nuevo puritanismo que encuentra en las redes sociales el instrumento perfecto para el control social.
Easton Ellis utiliza su papel de rey cultural de los noventa estadounidenses (Manhattan, dinero, furia, ligereza, cocaína) para mirar desde la perspectiva de superviviente de la Generación X a una época en la que el éxito social tiene que ver con fingirse moralista en Twitter y feliz en Instagram. De cara al lector, el espectáculo resultante es vistoso porque siempre entretiene ver a alguien que tiene mal carácter y un bate de béisbol entrando en un lugar donde se almacenan cosas cursis y delicadas. Otra cosa es que el destrozo resultante pueda interesar de un modo sistemático. Hay un momento en que el lector termina teniendo bastante claro que, como ocurre tantas veces, el autor quizá no lamente tanto la deriva de los tiempos como la extinción de su propia juventud.
A favor de Easton Ellis, hay que decir que su voz conserva la fuerza y la velocidad: la peculiar percusión de su pensamiento se traslada sin problemas de la ficción al ensayo. Y que su manejo de la cultura popular (música rock, cine de Hollywood, actores, series de la HBO) como elemento de análisis social es inteligente y oportuno. Al final, presenta más interés la descripción de los cambios en la sociedad americana que la crítica a esos cambios, por más que el autor consiga con frecuencia trasladar un desconcierto particular: el de alguien que despierta unas décadas después y advierte que en la atmósfera de su planeta ha desaparecido un elemento tan fundamental como el hidrógeno: la ironía.
El autor defiende en estos ensayos cosas bastante sensatas, por ejemplo su derecho a molestar y también a no pedir perdón, incluso su derecho a decir que quizá Trump no sea para tanto. En el fondo hay una apuesta radical por la libertad de expresión. «En cuanto empiezas a elegir cómo puede expresarse la gente abres la puerta a una sala muy oscura de la que no hay escapatoria», explica en un momento del libro, cuando los dolientes «gays del tipo elfo mágico» le censuran a él –un personaje público que habla abiertamente de su homosexualidad– que utilice el antipático sarcasmo marca de la casa para referirse a asuntos que pueden concernir a un colectivo que Easton Ellis, feroz individualista, ni siquiera tiene claro que exista.
Elena Sierra
Lo mejor de un volumen de poesía reunida es que permite ver por dónde ha ido el autor en las distintas épocas de su vida literaria, qué temas le han interesado siempre y cuáles no, si comenzó tal vez por una poética más intimista y terminó dejándose empapar por lo que ocurría a su alrededor y transformándolo en poema, si ha habido evolución temática y estilística o no. Con la obra de Alberto Infante hay algo muy claro: entre los textos del primero y del último de los poemarios recogidos en 'Paisaje interior' hay quince años de diferencia que son, en realidad, un giro de la mirada casi absoluto.
En 'La sal de la vida' (2004) hay mucho yo. Están los recuerdos del autor, los viajes y paisajes pasados por él mismo, los amores. En 'Principio y final', de 2019, hay mucho nosotros, o puede que mucho ellos: hay un reflejo de realidades sociales de aquí y de allí, del ahora o de hace tiempo, de problemas a los que se enfrentan las personas en plural, en distintos rincones del planeta. Hay un desplazamiento del foco de atención, como si el poeta se hubiera sacado de su espacio interior para hacerse eco de la experiencia colectiva; hay una carga social enorme en algunos de ellos. Y son poemas más densos, más largos, más narrativos.
El de 'Billy Collins cita a Juan Ramón Jiménez' podría valer como una explicación a esta evolución: «... que la poesía es un juego muy serio para explicar lo inexplicable con imágenes hermosas...» o «pues eso tiene también la poesía / que nos devuelve la voz de los muertos / en las palabras de los vivos...»
J. K.
Bastará citar un verso de este libro, Intermezzo lírico: «De la casa en el más oscuro ángulo» para recordar a Bécquer. Se ve con claridad: Heine fue su maestro, uno de los poetas alemanes con una mayor resonancia en el siglo XIX e inspiración para importantes músicos. Esta edición recupera una de sus obras claves. Su poesía vive en estructuras que recuerdan la poesía popular: poemas simples, estrofas paralelas o contrapuestas. Sus temas de amor y desamor ocupan un amplio espectro que va del deseo amoroso al duelo por la mujer amada. Leídos ahora resultan un tanto sentimentales. Pero debajo late el sentimiento y la música de una poesía que se mantuvo viva durante un amplio espacio de tiempo.
I. E.
De la clásica receta del 'best seller' histórico con registro ligero, historia de amor en primer plano y marco de postal de fondo no siempre sale un feliz resultado. No es el caso de 'La prisionera del mar', en la que Elisa Sebbel nos brinda un 'best seller' de calidad sobre un episodio narrativamente jugoso de nuestra Historia: en 1809, 5.000 soldados de Napoleón vencidos en la batalla de Bailén son deportados a la isla de Cabrera. La belleza del paisaje en el que se mueven contrasta con la dramática lucha por la supervivencia: sin comida, agua potable ni techo, deben construirse refugios para afrontar todo tipo de inclemencias y epidemias. Con ellos hay 21 mujeres, entre ellas, Héloïse, una joven cantinera que ha enviudado en ese viaje al infierno.
I. E.
La israelí Ronit Matalon falleció en 2017 a la edad de 58 y Minúscula recupera ahora su última novela. Se trata de un delicioso texto que cuenta una historia de la clásica 'novia a la fuga'. Margui, la heroína, se encierra en el dormitorio de sus padres el mismo día de su boda y grita a los parientes que ha decidido que no se casa. En esa tragicómica situación, hay dos personajes que van ganando carisma: la abuela, que, pese a estar sorda, la comprende mejor que nadie, y el propio novio, Mati, que pasa de la desesperación a ponerse del lado del lado de la chica y a convencerse de que su resistencia al matrimonio debe ser respetada. En el logrado reparto de personajes, aporta una nota divertida y estrambótica una psicóloga especializada en novias arrepentidas.
I. E.
'38 Estrellas' reconstruye la fuga de otras tantas mujeres de la cárcel de Cabildo en Montevideo que tuvo lugar el 30 de julio de 1971. Casi todas eran miembros del Movimiento Tupamaro. El libro posee el gancho literario del relato policíaco y del manejo de la tensa acción narrativa. A este aspecto, Licitra añade unas considerables dosis de propaganda y retórica a la vez que se sirve de una abundante documentación o del carácter testimonial de entrevistas a las protagonistas de aquella fuga, entre las que se encuentra Lucía Topolansky, quien, tras casarse con José Mújica en 2005 (un lustro antes de que este llegara a la presidencia de Uruguay), llegaría ella misma a desempeñar el cargo de vicepresidenta entre setiembre de 2017 y febrero de 2020. I. E.
I. E.
El bilbaíno José Manuel Aparicio publica 'Bellum Cantabricum, finalista del III Certamen de Narrativas Históricas de Edhasa', en la que combina el género histórico con el de aventuras. El héroe es Sekeios, mercenario autrigón al servicio del Roma en el momento en el que arde en llamas la ciudad de Bérgida. En ese contexto de las guerras contra los cántabros y astures, nuestro hombre, que ha protagonizado un enfrentamiento con el gobernador Gayo Antistio Veto, se adentra en territorio enemigo hasta ser capturado por los guerreros del caudillo Corocotta. Convertido en un traidor a Roma, debe luchar contra las legiones de Augusto y a la vez contra la hostilidad de sus correligionarios montañeses si bien se abre un remanso de paz con la figura femenina de Turennia.
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