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La escritora gaditana Elvira Lindo. efe
Las nueve críticas literarias de la semana
Lecturas

Las nueve críticas literarias de la semana

Novela. En 'A corazón abierto', traza un honesto retrato de su familia y de un padre autoritario

Viernes, 10 de abril 2020, 15:09

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Lindo y los padres de posguerra

Iñaki Ezkerra

Amenudo, la literatura que se ha escrito en España sobre la Guerra Civil y la posguerra ha falseado la imagen y el perfil psicológico de las generaciones que vivieron esas dos experiencias traumáticas. Si esa literatura hacía justicia con los perdedores de la contienda y con los represaliados o los exiliados de la Dictadura que siguió a aquélla, ignoraba, por otro lado, el retrato sociológico, cultural y moral de quienes se quedaron dentro de la España franquista y centraron todas sus energías en sobrevivir: en el trabajo, en levantar el país y en sacar adelante a sus familias. Incluso cuando se ha hablado de esas generaciones se ha falseado con frecuencia su mentalidad, al atribuirles de manera invariable un sesgo ideológico del que carecieron e incluso una relación de rechazo o de sintonía con la conciencia progresista de nuestro presente que tiene mucho de falsificador anacronismo. Se han aplicado, en fin, ideas, valores, claves y discursos actuales a los personajes que, en esa novelística, encarnan la guerra o la posguerra (el rechazo o respeto a las reivindicaciones feministas, a la homosexualidad, a la realización personal del individuo…) que quienes vivieron aquel tiempo no olieron siquiera, porque no se hallaban en su campo de percepción. La ideología no era una importante y menos ineludible referencia para la inmensa mayoría de los españoles de los años 40, 50 o 60. Por esa razón, tiene un verdadero mérito 'A corazón abierto', la novela que acaba de publicar Elvira Lindo y en la que traza un fidedigno fresco de esos años y de su propia experiencia familiar.

En ese cuadro sobresale con fuerza la figura del padre, un niño de la guerra que, para aligerar las cargas económicas y las estrecheces alimentarias de los suyos, fue enviado, una vez que callaron las armas, a Madrid, al domicilio de una tía sórdida y maltratadora que era enfermera de un hospital de excombatientes, y por la que el muchacho nunca consiguió sentir el menor afecto dada la brutal violencia que proyectaba sobre él. Tanto es así que, según se nos cuenta, este no dejó nunca de referirse a ella con el gráfico apodo de 'la Bestia'.

El retrato que traza la hija de ese padre es de un gran realismo y honestidad. Manuel Lindo era hijo de un guardia civil al que dieron falsamente por muerto en 1938 y de una mujer terrible, que es otro de los personajes maléficos del libro, alguien incapaz de querer y dejarse querer, que inspiraría en su nieta, la autora y narradora, una mezcla de pavor y fascinación. Con ese marco dramático de una capital en ruinas, así como con esos progenitores y esa tía de la que el niño logró huir para refugiarse en casa de otro pariente que vivía en Aranjuez, lo que salió es un hombre que se tuvo que hacer a sí mismo y que se hizo como pudo, con todas sus contradicciones y todos sus defectos: autoritario y a la vez reacio a la autoridad, apolítico, trabajador, capaz de ponerse a estudiar cuando ya tenía cuatro hijos, arbitrario, machista, celoso, víctima en cierto modo de su desmedido carácter y al mismo tiempo culpable del trato posesivo que le dio a su esposa. Esta a su vez comparece como una mujer débil y enamorada que murió en 1978, cuando la autora era aún adolescente, tras una operación a corazón abierto, que es la que da el título a la novela. Hay en esa madre, a la que, una vez desaparecida, el marido idealizó, un retrato convincente de un sacrificado modelo generacional de mujer que no llegó a disfrutar, como hubiera merecido, de los cambios sociales y las libertades que traería para su sexo la etapa democrática.

Otro de los logros del texto es la manera en que transmite al lector cómo la pasión por el trabajo del cabeza de familia no fue suficiente para dar estabilidad a un hogar condicionado por los distintos destinos laborales de este y por las riñas o las reconciliaciones del matrimonio. Sin embargo, pese a los reproches que contiene 'A corazón abierto' hacia la figura paterna en relación con su cónyuge o sus hijos, y pese a que se ha puesto de moda en España la narrativa autobiográfica que encara la figura de un padre problemático, no se puede decir que esta novela sea un verdadero ajuste de cuentas con ella. En el mismo retrato con el que se abre el libro, y en el que dicho padre aparece conectado en un hospital a una bombona de oxígeno, ya se perciben rasgos de ternura en la hija que sabe que ese ser incorregible al que le ronda la muerte volverá a fumar y a beber cuando le den el alta médica. Como se percibe asimismo un estilo ágil, preciso, directo y no exento de humor.

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Una historia de ilusionistas

J. Ernesto Ayala-DIP

La novela que hoy comento me metió en un mundo en el que no sospechaba entrar. Aunque ya sabemos que la ficción tiene ese milagroso poder. Pasar al otro lado del espejo. Se trata de 'Un mundo al alcance de la mano', de la escritora francesa Maylis de Kerangal. De esta autora había leído 'Reparar a los vivos', una novela también tan sorprendente como esta.

'Un mundo al alcance de la mano' trata de los espejismos. De los reales. Incluso diría de su industria. Estoy hablando de los ilusionistas, no los magos, sino los que conocen el arte (y el oficio) de los trampantojos. Como desconocía el significado de este término, lo busqué en internet y encontré esta definición: «Es una técnica pictórica que intenta engañar a la vista jugando con el entorno arquitectónico, la perspectiva, el sombreado y otros efectos ópticos y de fingimiento, consiguiendo una 'realidad intensificada' o 'sustitución' de la realidad».

La cita es necesaria porque sobre ella descansa esta magnífica novela, sobre la realidad tal cual la viven sus personajes, sobre la realidad que cada uno de ellos necesita conformarse en torno suyo y la realidad sustituida, que es de la que dos de ellos viven (o sobreviven, según les va o les irá). En efecto. Paula es una chica veinteañera que vive en París y quiere ser pintora. Un día decide ir a estudiar pintura a una academia de Bruselas. Allí descubre que no se trata tanto de una academia como de un taller para aprender a pintar superficies teniendo en cuenta los materiales de que están compuestas. Cuando sus padres se enteran de la cuestión, creen que eso no es lo que tendría que hacer su hija. Pero Paula sigue estudiando, se alquila un minúsculo espacio que comparte con un compañero de estudios, Jonas. Este es un apasionado de los materiales naturales de la naturaleza.

Mientras tanto, los dos se convierten en ocasionales amantes, que no pareja. Terminados los estudios y diplomados, tanto Paula como Jonas se lanzan al mercado de trabajo. No lo tienen fácil, faenas de lo suyo pero temporales y no demasiado bien retribuidas. Pero a su manera son felices. Cada uno en su sitio, Paula en Italia, Jonas en Bruselas. Cuando la novela finaliza, Paula está trabajando en la reproducción de las Cuevas de Lascaux. Una especie de nueva Altamira.

Como ya había ocurrido en sus novelas anteriores, Maylis de Karangal cuida el lenguaje especializado que manejan sus historias y sus personajes. Y lo hace con absoluta sensación de conocimientos casi innatos. Lo que sí es innato es su sentido del estilo, de la precisión en el dibujo de las sensaciones, de las reacciones y de los sentimientos. Excelente.

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Un asunto de honor

Pablo Martínez Zarracina

Una de las certezas que recorren los innumerables encuentros de novela negra de nuestro tiempo establece que el género es un inmejorable instrumento de denuncia social. Lo que no siempre parece quedar igual de claro es que el trabajo del novelista consiste en conseguir que lo inmejorable no sea la denuncia, sino la novela. La confusión favorece que abunden hoy los libros policíacos que hacen pensar en artículos de opinión en los que interviene un investigador que expende frases lapidarias, y quizá también puñetazos, a favor de las posiciones del autor.

Las novelas recientes del argelino Yasmina Khadra incurren con frecuencia en ese riesgo. Son textos que parecen someterse antes a un propósito edificante que a uno literario. 'La deshonra de Sarah Ikker' no es una excepción. Esta vez el objetivo es describir la sociedad de Tánger como un sistema corrupto, clasista y machista en el que los méritos no son nada comparados con un buen contacto y la justicia es algo que se administra siempre en beneficio de quien más poder ostenta.

El protagonista de la novela es Dris Ikker, un teniente de Policía al que encontramos en el capítulo inicial «al borde de coma etílico» en un hotelucho del viejo Tánger. A su lado, botellas, drogas y una prostituta. Sin embargo, el teniente Ikker no es el clásico policía problemático, sino más bien todo lo contrario: un funcionario honesto y de cierto prestigio, un hombre de origen humilde que se ha abierto camino con esfuerzo, pero también enlazando a través de su matrimonio con la gente influyente de la ciudad.

La novela aspira a ser la crónica de la destrucción del protagonista, la descripción de cómo «la sinecura se convirtió en pesadilla». El descenso a los infiernos comienza cuando la mujer de Ikker, Sarah, sufre una terrible agresión. El suceso lanza al policía a una pesquisa en la que está demasiado involucrado y que le expone a sufrir en primera persona la injusticia de un sistema del que él forma parte. El reverso íntimo de ese proceso tiene que ver con que la sociedad magrebí entiende que la violación de una mujer supone una deshonra para su marido y con que el protagonista descubre que ni siquiera él es inmune a esa creencia.

Una estructura de intriga clásica, en la que las respuestas se posponen sistemáticamente hasta un sorprendente giro final, favorece la lectura de un texto ligero y muy dialogado. Los diálogos de Khadra, eso sí, son de lo más artificial, pródigos además en acotaciones de una rutina automática. Esa falta de energía, precisión y profundidad se extiende por la novela como un océano de desgana. El resultado es llevadero y prescindible. Desde su atalaya de autor consagrado, Yasmina Kahdra se ensimisma con la dignidad de la denuncia. Y olvida el oficio de la novela.

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La alerta de Amin Maalouf

Javier Ortiz de Lazcano

Amin Maalouf (Beirut, 1949) se considera en la obligación de dar la voz de alerta. «Presos de los conceptos tribales de identidad, religión (...) o del egoísmo preparamos a nuestros hijos un porvenir apocalíptico» sentencia en el epílogo de este audaz ensayo. Maalouf busca el lugar en el que el Titanic que es el mundo moderno chocó con el iceberg que amenaza con el naufragio de las civilizaciones que vamos en él. Lo sitúa en el momento en el que las fuerzas de derechas se convirtieron en revolucionarias y las de izquierdas en conservadoras. Cuando se proclamó que la brecha no está entre quienes tienen mucho y quienes tienen poco, sino entre quienes trabajan para vivir y quienes se «aprovechan del sistema». Y ahí entran sindicatos, funcionarios, inmigrantes, minorías raciales... Eso ha incrementado la desigualdad sin que las fuerzas de izquierdas hayan podido hacer nada.

Nunca hemos tenido tanta tecnología, nunca hemos estado tan cerca en el mundo unos de otros, nunca hemos disfrutado de tantos avances. El mundo feliz parecería estar a la vuelta de la esquina. Sin embargo, en lugar de ir hacia un planeta mejor, más solidario y libre, corremos en velocidad contraria. Hacia el calentamiento global, a ser gobernados por populistas, hacia el fin de la unidad europea, hacia unas desigualdades cada vez más obscenas. Esta es la cruda tesis que plantea Maalouf. Las voces que reflexionan sobre el futuro pecan en muchas ocasiones de monótonas. Esta tiene emoción, una escritura que produce placer y la aguda perspectiva de quien aporta ideas nuevas.

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La cultura, querido Robinson

Iñaki Esteban

La cultura es (¿era?) un instrumento para afinar los sentidos, mirar alrededor con mayor profundidad y divertirse con cosas de las que uno puede acordarse con orgullo. Visto así, supone una apuesta ganadora, de modo que sorprende que se la arrincone con tanta frecuencia. Esta es la idea medular con la que Guillermo Busutil, periodista cultural y director de 'Mercurio' hasta que cerraron esta ejemplar revista, trenza los artículos y crónicas de 'La cultura, querido Robinson', libro prologado por Antonio Muñoz Molina. En ellas recoge con entusiasmo y fineza analítica sus lecturas de escritores cercanos a él como Antonio Soler junto a las de otros tan históricos y actuales como Julio Verne. Destacado cuentista y autor de libros como 'Vidas prometidas', Busutil amplía el foco hasta alcanzar el campo del cine y sus mitos, el arte de fotógrafos como Bruce Davidson, la filosofía de Victoria Camps, el jazz y sus cafés, la moda y sus pasarelas, los títeres de Dora Gálvez, hoy radicada en Vitoria. Aquí y allá se lamenta de que la inversión pública y privada en cultura –porque es inversión y no solo gasto– quede al albur de quien entre o salga, de quien se ponga delante del excel y se le ocurra meter tijera en este capítulo. Un libro admirable que combina la crítica con la alegría de vivir, un sentimiento muy cultural.

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Persecución

Iván Orio

Joyce Carol Oates se asomó a un horizonte con un poco de luz en 'Riesgos de los viajes en el tiempo', pero esa aventura no parece haberle convencido, al menos desde el punto de vista literario. En 'Persecución', regresa a la oscuridad de los sentimientos, al dolor de la culpa, a los secretos inconfesables, su habitual terreno creativo. Lo hace con una indisimulada sordidez con expresiones directas, sin rodeos, y con 'imágenes' explícitas de la peor condición del ser humano. Su prosa, brillante, golpea sin piedad al corazón de los lectores hasta agitar sus conciencias con una historia desgarradora de abandono y 'vendetta'. Una joven atormentada por un episodio de su infancia, su marido, capaz de profesarle una adoración incondicional, un padre desequilibrado por las secuelas psicológicas de la guerra de Irak, enloquecido además por los celos, y una madre superada por las circunstancias conforman el universo en el que Oates explora las relaciones familiares y la fina línea que separa el amor del odio, la invisible frontera entre el 'te quiero' y 'te quiero ver sufrir'. Hay páginas duras, muy duras, que obligan a detenerse unos segundos y tomar aire para poder seguir. Un descenso a los infiernos a través de 'flashbacks' reveladores de la pesada mochila de los personajes que invita a una reflexión sosegada sobre la vida con mayúsculas.

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Los exiliados

I. E.

Tras 'El emperador destronado', un thriller de ficción con el que el abogado canadiense David Barbaree se estrenó como escritor y que se centraba argumentalmente en la caída del poder de Nerón, su autor publica ahora 'Los exiliados', una segunda novela que puede entenderse como una continuación de la anterior y en la que vuelve a poner en práctica la misma receta que mezcla el género histórico con el de aventuras y con el de la intriga de espionaje. El marco geográfico y cronológico en el que se desarrolla la acción es Partia en el año 79 d. C. La guerra civil asola esa región gracias a un encarnizado 'juego de tronos' a la vez que Cayo el Joven no tiene otra aspiración que pasar el verano apaciblemente en la bajía de Nápoles entregado a sus lecturas. Sin embargo, la aparición de un personaje que dice ser Nerón obligará a Plinio el Joven y a su tío Plinio el Viejo a iniciar una investigación sobre ese supuesto impostor en un momento en el que el Vesubio entra en erupción.

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Mis últimos 10 minutos y 38 segundos en este extraño mundo

I. E.

Hija de padres turcos, Elif Shafak nació en Estrasburgo y vive a caballo entre Londres y Estambul, ciudad esta última muy presente en toda su obra y a la que vuelve en esta última entrega narrativa titulada de una manera tan sugerente como patética: 'Mis últimos 10 minutos y 38 segundos en este extraño mundo'. Su heroína es Tequila Leila, una prostituta cuyo cuerpo yace agonizante en un contenedor de basura. Esos 10 minutos y esos 38 segundos últimos son ni más ni menos los que tarda su cerebro en cesar de una forma definitiva su actividad después de que su corazón ha dejado de latir. En ese paréntesis temporal, Leila va revisando en su cabeza los recuerdos de su niñez en una apacible ciudad turca así como del momento en que ese mundo se quebró y decidió marcharse de su propia casa huyendo de los abusos familiares y de un matrimonio concertado; del amor que luego halló en un burdel y de los amigos que llegaron a constituir su nueva familia.

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Para el tiempo que reste

I. E.

'Para el tiempo que reste' es un nuevo poemario de César Antonio Molina que presenta, tanto por su tono como por su temática, un espíritu de recuento existencial y de esperanzador inicio en una madurada e inédita plenitud vital. Escritas las composiciones en un verso libre, que en unas ocasiones se queda en la métrica minimalista de una sola palabra y en otras llega al arte mayor, la que abre el libro con el título de 'Cultivo de uno mismo' recurre a una moderada técnica experimental como es la carencia de puntuación y alude de manera explícita a ese planteamiento de mirada en el espejo de los años: «…no dejarse irritar ni contra los demás/ ni contra las circunstancias/ ni contra las cosas/ cuidar de sí mismo con la ayuda/ de otros y de ninguno/ no ocultar nada a sí mismo/una vida sin examen no merece ser vivida…» Resultado de ese autoexamen, el último texto de la colección se titula 'De cómo el poeta, muy a su pesar, despide a la musa'.

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