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Se habla mucho de amor. Puede que no siempre se mencione la palabra, y que a veces dé la risa o entre cierta timidez, que alguien resople o se confunda. Bueno, confundirse es muy normal cuando se pronuncia (cuando se vive también). Amor y sexo, ... amor y afecto, amor y respeto, amor y dolor. Amor de pareja como ese del que van las películas y los libros, el gran amor, mientras que hay que utilizar otros nombres si se habla de amistades, de lo que hace feliz en la vida, del trabajo, de los parientes... Que se habla mucho, o que se tiene muy presente, mejor dicho, es un hecho; otra cosa es que esté realmente hablándose de amor, o más bien de que hayamos pasado de la teoría a la práctica, si hacemos caso a bell hooks -así, con minúsculas-. Hace falta un verdadero debate sobre eso que llamamos amor, asegura. Y lo razona.
«Para amar de verdad tenemos que aprender a combinar varios elementos: cuidado, afecto, reconocimiento, respeto, compromiso y confianza, amén de una comunicación clara y sincera», explica. «El amor es un acto de la voluntad, es decir, que comprende tanto una intención como un acto. La voluntad implica también elección. No estamos obligados a amar. Elegimos hacerlo», recuerda que escribió el psiquiatra M. Scott Peck en los setenta. «Convendría empezar a considerar el amor como una acción más que como un sentimiento» para asumir «la responsabilidad» que conlleva. Lo dice en 'Todo sobre el amor' (Paidós), un texto que publicó a principios de este siglo tras muchos años de reflexión, estudio y discusiones con su gente. Que pensaran que era solo una mujer desesperada por encontrar pareja no la echó para atrás; ella quería elevar el tono de la conversación, poner el amor en el centro y llegar a una definición que disminuyera las confusiones y los daños.
Si alimentas a tu hijo y le compras cosas, pero no le escuchas y le llamas tonto, bueno, está claro que te preocupas pero tal vez no estés exactamente amándolo. Si en tu relación familiar, de pareja o de amistad crees que mentir es mejor que decir la verdad, cabe la duda. Si llamas cinco veces al día a tu novia y luego no la miras a la cara... ¿es amor? A bell hooks, cuando no era la teórica feminista, crítica cultural, artista y escritora que es sino Gloria Jean Watkins, una niña afroamericana de Hopkinsville (Kentucky), sus padres le decían un día que era muy lista y que tenía que seguir cultivando su inteligencia... y al día siguiente, de repente, le soltaban que ser tan inteligente solo servía para que se volviera loca y la metieran en un manicomio, que nadie iba a quererla. Un día la trataban con cariño y al siguiente le pegaban una buena tunda. En fin, el amor, según la tradición, qué confuso, ¿no?
Ella ya escribía a los doce años poemas como 'Una mirada al amor', así que la preocupación por el tema le viene de muy lejos. Muchos años después de aquello, gracias a la terapia, entendió que su familia era disfuncional y que no había nada malo en reconocerlo. Al contrario. Reconocerlo era un primer paso hacia la definición de lo que sí estaba bien, o podía llegar a estarlo; de aquello a lo que merece la pena aspirar. Además, resulta que es un mal extendido, el del palo y la zanahoria. Y se suele llamar amor.
Pero antes de entender -y de teorizar y comunicar las conclusiones a las que llegaba-, Gloria Jean tuvo que enfrentarse al mundo más allá de su familia. Eso, en Hopkinsville, era un entorno marcado pro la segregación racial -nació en 1952; Rosa Parks no se sentó en un asiento reservado para blancos hasta tres años más tarde ni Viviane Malone Jones entró en una universidad blanca hasta 1963-. La niña estudió primero en una escuela segregada y después en una integrada donde casi todos eran blancos, luego fue a las universidades de Stanford y de Wisconsin-Madison y comenzó a dar clases en 1976 como profesora de Inglés y de Estudios Étnicos en la del Sur de California.
Para cuando en los ochenta se doctoró con un trabajo sobre la premio Nobel de Literatura de 1993, Toni Morrison, ella misma había publicado ya un poemario con el pseudónimo bell hooks, que era el nombre de una bisabuela a la que se recordaba por ser muy lista y no tener pelos en la lengua. Ahora son más de 40 títulos en su currículum, tratando sobre sexismo, racismo, teoría feminista inclusiva, sexualidad... o sobre el amor.
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