Naturaleza desnuda
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Las fotografías de Anne Brigman, una artista radical y muy atrevida para su tiempo, perduran un siglo después de haber sido tomadasBEGOÑA RODRÍGUEZ
Viernes, 19 de abril 2019, 05:00
Atrevida y revolucionaria en todos los sentidos, la fotografía de Anne Brigman desafió las normas de su tiempo. Fotógrafa pictórica aclamada por la crítica en la América de 1900, pero también poeta, crítica y alpinista, hizo de la naturaleza su estudio, fotografiando desnudos femeninos ... en las espectaculares y aún relativamente remotas montañas de la Sierra Nevada de California.
Anne Brigman (1869-1950) ha pasado a la historia de la fotografía por sus icónicas imágenes de paisajes realizadas a principios del siglo XX, donde se representa a sí misma y a otras mujeres desnudas al aire libre. Su trabajo fue considerado, sin duda, radical para su época: por objetivar su propio cuerpo desnudo, el tema de sus fotografías a principios del siglo XX fue innovador; hacerlo al aire libre en un entorno casi desolado de áreas silvestres fue revolucionario. Aunque el concepto de arte feminista no fue acuñado hasta casi setenta años después de que Brigman hiciera sus primeras fotografías, la sugerencia de que su cámara le dio el poder de redefinir su lugar como mujer en la sociedad, la establece –como señalan en el Nevada Museum– como una precursora importante en el campo.
Influenciada por Alfred Stieglitz y los pintores tonalistas, trató de llevar la fotografía al terreno de las Bellas Artes, manipulando frecuentemente sus negativos durante el revelado para crear suaves efectos subjetivos. También utilizó lápices, pinturas, productos químicos e incluso herramientas de grabado directamente en sus negativos. Igualmente, combinaba a menudo negativos, colocándolos juntos en la ampliadora para que las imágenes se superpusieran, irónicamente, para lograr una imagen más natural. Otras influencias en la artista fueron el simbolismo europeo, la mitología pagana, el romanticismo y, sin duda, su exposición de niña a las creencias nativas de los hawaianos.
Efectivamente, en Anne, y con Anne, viven y reviven objetos que de otra manera serían por siempre inanimados. Las rocas y los árboles se vitalizan con sus emociones; las figuras se convierten en parte de paisajes; los cuerpos, no colocados para equilibrar una composición o redondear una curva o acentuar un triángulo, son partes de todo un mensaje, partes de toda una sinfonía palpitante que su alma infusiona en cada click. Una fotógrafa, una artista, que como dijera Sigismund Blumann, aparece y reaparece allá «dondequiera que se entiendan y admiren las fotografías, donde se discuta la fotografía en sus aspectos más elevados».
Brigman nació en Hawai, pero a los 16 años se mudó al norte de California con su familia. Casi una década después, se casó con Martin Brigman, un capitán de barco 20 años mayor que ella y, ocasionalmente, se unió a él para viajes extraordinarios a través del Pacífico. Fue en este barco donde Brigman se cayó en un agujero durante una tormenta, ocasionándose una grave lesión en un pecho que le dejó una gran cicatriz. Aunque la pareja finalmente se separaría, es clave entender sus experiencias de aventura y exploración, que probablemente no eran del todo conocidas por sus compañeros. Proporcionan información, por ejemplo, sobre sus opciones de técnicas de grabado, que eliminarían o agregarían elementos, a menudo ocultando el seno perdido. Una vez dijo: «La herramienta de grabado es uno de mis aliados más cercanos. Con eso, todo lo que es inútil queda grabado».
Curiosamente, el oasis de Brigman en el futuro, como lo denomina Kealey Boyd, no sería Hawai o el mar abierto, sino las sierras. Tomaría un entrenador de etapa hacia Echo Lake o Donnor Pass y caminaría hacia Desolation Wilderness. Armada con la nueva cámara de mano Kodak de George Eastman, que atraía a los aficionados con el lema 'Usted presiona el botón, nosotros hacemos el resto', Brigman reclutaría a sus hermanas como modelos o las dirigiría cuando ella era la actriz. La atmósfera bohemia del Área de la Bahía, conocida como la 'Atenas del Oeste', cultivó la estética casi prerrafaelita de Brigman, que incluía objetos como burbujas, coronas y capas, o dicho de otra manera, significaba un dramático alejamiento de la madre con imágenes infantiles publicadas por sus antecesores, como Gertrude Käsebier.
Brigman también escribió poesía, y en su libro 'Canción de un pagano', la imagen de sus paisajes (la solitaria arboleda, la gaviota circular y el pico de la montaña no reclamada) aparece para invocar la quietud y la lucha. Sus propias palabras dan evidencia de que lo que era místico sobre esos espacios era la libertad de las restricciones modernas.
Sin duda, el silencio de las colinas era el santuario de Brigman. En 1916, le dijo al periodista y crítico de arte Frank Crowninshield: «A donde voy está lo salvaje, lo difícil de alcanzar, y no voy por Alfred Stieglitz o Frank Crowninshield o Camera Work o 'Vanity Fair', sino porque hay cosas en la vida para ser expresadas en estos lugares. Mis imágenes hablan de mi libertad de alma, de mi emancipación del miedo. Lentamente encontré mi poder con la cámara entre los enebros y los pinos, allá, en las grandes alturas tomadas por el viento y la tormenta…» Toda una declaración de principos.
A pesar de su calidad, la obra de Anne Brigman permaneció en el olvido pese a la notoriedad internacional que llegó a alcanzar en su día. Han tenido que pasar casi siete décadas tras su muerte para lograr el reconocimiento merecido.
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