Un mundano cronista de la vida
'A sangre fría' ·
Truman Capote creó la novela de no ficción con una obra que busca «la credibilidad de los hechos, la inmediatez del cine, la hondura y la libertad de la prosa y la precisión de la poesía»Secciones
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'A sangre fría' ·
Truman Capote creó la novela de no ficción con una obra que busca «la credibilidad de los hechos, la inmediatez del cine, la hondura y la libertad de la prosa y la precisión de la poesía»Luisa Idoate
Viernes, 27 de septiembre 2024
Triunfa con rapidez, controversia y osadía. Y se destruye de la misma manera. Truman Capote (1924-1984) escribe relatos con diez años, los publica con dieciséis, gana el premio O'Henry con veintidós y deslumbra con su primera novela a los veinticuatro. Con cuarenta se ... consagra como inventor de la literatura de no ficción, narrando crímenes reales que el público devora. Es un chico de Nueva Orleans obsesionado por el lujo y la exclusividad, que encandila a las herederas y esposas millonarias de Manhattan. Frecuenta sus yates, mansiones y veladas. Y acaba siendo el anfitrión de la desmesurada y esnobista 'fiesta del siglo' en el Hotel Plaza con la 'jet set' de todo el mundo. Es provocador, cáustico, narcisista, agudo, procaz. Carismático. Brillante. Es el 'enfant terrible' de aspecto angelical, con lengua y lápiz afilados, que no se despega la soledad y el abandono que arrastra desde niño. Ni siquiera estando con los 'cisnes', como llama a las amistades ricas y famosas que le adoptan y veneran, cuyas confidencias traiciona en una novela. Provoca un terremoto social. Y su ruina. Le cierran las puertas, el teléfono no suena. Se hunde. Entra en una espiral de excesos que lo devora. «Soy alcohólico, soy drogadicto, soy homosexual. Soy un genio», dice. Y es cierto.
«Soy alto como una escopeta e igualmente ruidoso», cuenta. Mide metro y medio, tiene voz atiplada, flequillo rubio y cara aniñada. Y una vida novelesca. Los estudios le parecen una pérdida de tiempo y escribe cuentos fingiendo hacer los deberes. Con ellos sobrevive a los tormentosos matrimonios de sus padres y a una docena de mudanzas y colegios. Truman Streckfus Persons, como se llama, nace en Nueva Orleans y se cría con sus tías de Monroeville, Alabama, porque su madre lo abandona al divorciarse. A los once años lo lleva a Nueva York, donde se casa con Joseph García Capote, cubano de ascendencia canaria que lo adopta en 1935 porque a su padre biológico le acusan de desfalco. Le cautiva la Gran Manzana, a pesar de las burlas escolares por su homosexualidad. Para anularla, su madre le lleva al psiquiatra y a la Academia Militar de Saint John. Es alcohólica, con una larga lista de amantes. «Mi padre llegó a contar veintinueve». Le recluye en casa para irse de copas. Por eso nunca soporta los lugares pequeños y cerrados. «La soledad era una constante en mi vida», lamenta.
Con diecisiete años entra en 'The New Yorker' como chico para todo; lo echan por ofender al poeta Robert Frost, que pide al director su cabeza. Ha decidido «ser escritor, ser rico y ser famoso». Es un gran cuentista. Publica 'Un visón propio' (1944), 'Miriam' (1945), 'Un árbol de noche' (1945), 'El halcón decapitado' (1946). La revista 'Harper's Bazaar' rechaza 'Cierra la última puerta', pero lo edita 'The Atlantic Monthly' en 1946 y le vale el premio O'Henry. La crítica le aplaude. Lo comparan con Edgar Allan Poe. Los intelectuales se fijan en el precoz escritor sureño. Con veintitrés años, aparece a toda página en la revista 'Life'. Le invitan a congresos, viajes, reuniones. Hace amistad con gente de la alta sociedad, el arte y el espectáculo. Accede al mundo del dinero y la ostentación, lo que siempre quiso. Es fiestero. Escucha a Billie Holiday en The Famous Door, baila en el Morocco, come en restaurantes «con la elegancia de toda la vida» como el Quo Vadis y es habitual de los locales gais.
'Otras voces, otros ámbitos' (1948) es su primera novela y lo reafirma como un talento. Es autobiográfica, aborda abiertamente la homosexualidad. Aparece en la contraportada del libro recostado y seduciendo a la cámara, y causa un gran revuelo. «Parece decir con los ojos: ven por mí», se escandaliza un crítico. Para muchos, atrae por la foto, no por el relato. La polémica está servida, como él desea.
La imagen se hace tan famosa como la novela, con la que triunfa. Tras publicarla se toma un descanso. Lo hará siempre. «Si te pasas mucho tiempo comiendo manzanas, terminas por aborrecer las manzanas. Eso me pasa a mí con la imaginación para mis libros: tiro tanto de ella que me quedo vacío, así que tengo que esperar unos años hasta volver a ganar imaginación para volver a escribir y volver a agotarla». ¿Cómo? Viajando. Inicia un periplo por Europa. Francia, Italia, España, Suiza. Es el primero de muchos, en los que escribe relatos y crónicas que reúne en 'Color local' en 1956, año en que también publica 'El arpa de hierba'. En 1958 sale al mercado 'Desayuno en Tiffany's', su trabajo más famoso por la adaptación cinematográfica de Blake Edwards con Audrey Hepburn. La protagonista, Holly Golightly, se inspira en su amiga y actriz Carol Grace, segunda esposa de Walter Matthau.
En 1959 lee en 'The New York Times': «Rico agricultor y su esposa y dos hijos fueron encontrados hoy en su casa muertos a tiros. Les dispararon a quemarropa después de haberlos atado y amordazado». Ha ocurrido en Holcomb, Kansas. Hasta allí viaja, por encargo de 'The New Yorker', con su amiga y antigua vecina de Monroeville la escritora Harper Lee, ganadora del Pulitzer con la novela 'Matar un ruiseñor'. Hablan con policías, abogados, familiares, vecinos, testigos. Incluso con los asesinos, Dick Hickock y Perry Smith, a los que entrevistan en la prisión de Lansing. Recopilan cuatro mil folios de información y Capote decide escribir la historia mientras se celebra el juicio.
Quiere contar el crimen de Holcomb en una novela periodística, «con la credibilidad de los hechos, la inmediatez del cine, la hondura y libertad de la prosa, y la precisión de la poesía». Para trabajar con calma se retira en 1960 a Palamós (Gerona) con el novelista Jack Dunphy, su pareja durante veinte años. Llegan con veinticinco maletas, un bulldog viejo y un caniche cegato. Se instalan en Cala Sanià. Allí pasan tres veranos. Capote se involucra obsesivamente en la historia. Se cartea con los acusados, que finalmente son condenados a la horca. El 14 de abril de 1965 asiste a su ejecución porque ellos se lo piden. En otoño del mismo año publica 'A sangre fría' en 'The New Yorker', en cuatro entregas que el público devora aun conociendo el final. A principios de 1966, sale al mercado como libro. Vende cinco millones de ejemplares y permanece 35 semanas en la lista de éxitos del 'The New York Times'. Gana dos millones de dólares. Es el escritor de moda. Pero el crimen de Holcomb le pasa factura.
«Nadie sabrá nunca lo que 'A sangre fría' se llevó de mí. Creo que, en cierto modo acabó conmigo», confiesa al biógrafo Gerald Clarke. Nunca superará su listón. Publica el cuento 'El invitado del Día de Acción de Gracias' (1968), el libro 'Los perros ladran' (1973) y retoma los asesinatos con el relato de 'Ataúdes tallados' en 'Musica para camaleones' (1980). Aunque muere en 1984 por sobredosis de medicamentos, Capote se suicida socialmente en 1976 al publicar en 'Esquire' tres capítulos de la novela 'Plegarias atendidas', donde crucifica a la élite neoyorquina que lo ha encumbrado y le da la espalda.
Cuando no viaja vive en Nueva York, «la única ciudad-ciudad del mundo». Capote es un urbanita apasionado. «Soy en esencia un hombre de ciudad. Me gusta el asfalto. El sonido de mis pasos en el asfalto; los escaparates a rebosar; los restaurantes abiertos toda la noche; las sirenas en la noche… es algo siniestro, pero vivo». Precisa tener gente alrededor. «Era quizás el hombre más solitario que yo haya conocido jamás, y también el más necesitado. Era famoso y al mismo tiempo muy reservado, volcado hacia el exterior y, en la misma medida, difícil de conocer, popular pero aislado», escribe su amigo Dotson Rader. Le llamaba desde veladas y cenas fastuosas y refinadas para ir a antros como Cowboys, Haymarket y Mineshaft, «una cueva sadomaso en la que te quitabas la ropa nada más entrar». Era adicto a los tranquilizantes y al vodka, que bebía de la botella hasta desplomarse en el sofá, «donde a veces se orinaba».
El biógrafo, académico y crítico literario Newton Arvin es su profesor de literatura, mentor y amante. Su primer amor oficial. Lo conoce en la colonia de artistas de Yaddo, en Saratoga Springs (Nueva York), donde se refugia para finalizar la novela 'Otras voces, otros ámbitos', que le dedica y publica en 1948. Ese mismo año conoce al bailarín y novelista Jack Dunphy, que se divorcia de Joan McCracken, futura esposa de Bob Fosse, y será su pareja durante veinte años de manera intermitente. En 'Querido genio: mi vida con Truman Capote' (1987) explica que, aun compartiendo techo, no estaban juntos. «Tal proximidad nos habría matado», pero mantener cierta estabilidad con aventuras esporádicas «le ahorraba la angustia de verlo beber y drogarse». Viven juntos hasta cuando rompen, y le nombra su heredero. En cambio, el romance con John O'Shea, un banquero casado y con cuatro hijos con quien se instala en 1976 en Santa Mónica (California), es tempestuoso, violento y destructivo. Aunque le parte los dientes, una costilla y la nariz, Capote quiere seguir a toda costa con él.
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