Juicio a Eichmann. El líder nazi, en el proceso en Jerusalén, en 1961. Debajo el carné de voluntario de Demjanjuk. efe
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La multinacional de las SS

Historia ·

El mito de la red creada por los dirigentes nazis para huir tras la derrota en 1945 mantiene toda su fascinación. Numerosos libros y películas se adentran en el tema para tratar de diferenciar entre verdad y leyenda

Viernes, 19 de junio 2020

Odessa es una ciudad ucraniana a orillas del mar Negro. Hay otra Odessa en EE UU, fundada en 1881 como centro de abastecimiento de agua para las locomotoras de la Texas and Pacific Railway. Este reportaje no va de ninguna de ambas, sino de un ... acrónimo compuesto de seis siglas que designaba a la Organisation der Chemaligen SS Angehörige (Organización de antiguos miembros de las SS). El lector habrá comprendido ya que retrocedemos en el tiempo para situarnos en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial siguiendo el hilo de la investigación que realizó el escritor Frederick Forsyth para su obra homónima.

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Las SS (Schutz Staffel) conformaron bajo la dirección de Heinrich Himmler y el mandato de Adolf Hitler un ejército dentro del propio Ejército. Fue el cuerpo que se encargó de las misiones especiales, siempre con el único objetivo de materializar las ambiciones del führer, aunque estas se revistieran con el manto de la necesidad de defender al Tercer Reich. Sus miembros pertenecían a la élite que debía dirigir el mundo y desde esa posición de privilegio fueron facultados para acabar con todos los seres humanos 'imperfectos'. La ejecución de sus misiones desembocó en el asesinato de alrededor de catorce millones de personas, casi la mitad de ellas eran judíos.

La valentía y el nulo temor a la muerte de los que alardeaban los integrantes de las SS quedó en evidencia a medida que la guerra se inclinaba hacia una derrota inevitable. Sus superiores, previniendo el rigor con que podrían ser juzgados por los vencedores, optaron por evitar rendir cuentas. Para ello prepararon en secreto planes para desaparecer y afrontar nuevas vidas con identidades falsas.

Mientras arengaban incluso a niños y ancianos para que siguieran luchando hasta la llegada de las armas infalibles que les darían la victoria, preparaban su marcha hacia cómodos exilios. Los mandos de las SS quemaron sus uniformes, se vistieron de paisano y desaparecieron en el último minuto, en mayo de 1945.

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Como si adivinaran lo que podía suceder, ya a partir de 1942 habían sacado del país elevadas cantidades de oro y bienes de gran valor, como obras de arte, para depositarlos en el extranjero después de arrebatárselos, en la mayoría de los casos, a los judíos. Lo hicieron muchas veces con la ayuda de banqueros de países occidentales que les permitieron abrir cuentas numeradas o cajas de seguridad. Una parte de esa riqueza nunca llegó a ser reclamada por nadie.

El poder. Foto de Eichmann, con uniforme de teniente coronel de las SS. Derecha, Ivan John Demjanjuk. AP

Documentos falsos

De forma paralela, utilizaron los últimos servicios de la Administración para expedir documentos de identidad falsos, que usaron en su huida, sobre todo hacia Latinoamérica. Muchos llegaron a través de España, gracias a la mediación de oficiales de la División Azul y el propio Franco. Por eso, cuando los aliados ocuparon Alemania, la mayoría ya habían escapado a latitudes más hospitalarias gracias a 'La Estrella', el cuerpo dedicado a facilitar las evasiones incluso con ayuda del Comité Internacional de la Cruz Roja.

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Las vías de escape también pasaron por Italia, con la colaboración del Vaticano y los obispos afines al fascismo. Fueron numerosos los criminales de guerra que se ocultaron en monasterios hasta que pudieron huir, en general desde Nápoles. Esta salida fue la utilizada por Adolf Eichmann, que participó en la confección de la llamada 'solución final' para los judíos junto a Himmler; o Josef Mengele, conocido como 'el ángel exterminador' por sus bárbaros experimentos médicos con los prisioneros de Auswichtz.

Por la llamada 'ruta de libertad', auspiciada por EE UU para hacerse con los servicios de criminales de guerra ucranianos, lituanos y estonios, luego utilizados en la Guerra fría contra la URSS, se evadieron genocidas como Ivan Demjanjuk, 'El carnicero de Treblinka', responsable del asesinato de más de 30.000 judíos en Riga. Al parecer todo ello bajo la organización de Odessa, supuestamente surgida en 1944 tras una reunión que tuvo lugar en Estrasburgo con la presencia de los dirigentes de las SS, industriales alemanes y banqueros suizos. La dirección estaba compuesta por Martin Bormann -secretario privado de Hitler-, el general de las SS Richard Glüks, el capitán del mismo cuerpo Eduard Rosch- mann y el exjefe de la Gestapo Heinrich Miller, según documen- tación que el cazanazis Simon Wiesenthal consideraba irrefutable. Este judío austriaco superviviente del Holocausto fue el mayor investigador sobre el paradero de los evadidos y quien realmente abonó las investigaciones sobre Odessa.

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Si confiamos en el trabajo de Wiesenthal, la organización era una auténtica multinacional, estructurada como un grupo masón, con sede en Argentina y sucursales en muchas partes del planeta, casi siempre bajo la tapadera de empresas comerciales, aunque en ocasiones también se escudaba en colegios y hasta clínicas. Los más altos gerifaltes consiguieron gracias a ella exilios cómodos y tranquilos.

Por contra, otros sostienen que realmente Odessa no era un ente único, sino que estaba constituida por varias redes encubiertas y que fue la fábula popular la que la convirtió en mito.

El exilio latinoamericano

El principal destino fue Latinoamérica, principalmente Argentina, aunque también Paraguay, Chile y Brasil. Se cree que más de 10.000 militares del Tercer Reich acabaron allí. Los nazis habían establecido firmes relaciones con el Gobierno de Perón, quien puso en sus manos cientos de pasaportes argentinos en blanco. ¿Cuáles fueron sus motivos? Todo apunta a que estaba convencido de que habría una confrontación entre EE UU y la URSS. El carismático político, un convencido anticomunista y proalemán, confiaba en que ese hipotético enfrentamiento bélico concedería a Argentina una posición hegemónica en el continente. Por ello, quiso hacerse con los servicios de los científicos nazis huidos para dirigir el desarrollo industrial y armamentístico de su país. El programa de Perón se extinguió en 1949, cuando Argentina agotó sus reservas de dólares.

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Hubo también refugios insospechados. Es el caso de Egipto, que durante el reinado de Faruk acogió a miles de nazis y antiguos miembros de las SS. Incluso Estados Unidos recibió a muchos. Washington estaba especialmente interesado en los científicos. Por eso, el Departamento de Estado reclutó a técnicos que pudieran aportar su experiencia a la hora de hacerse con nuevas armas y desarrollar los viajes al espacio, haciendo caso omiso a la orden de la Casa Blanca, donde el presidente, Harry Truman, se mostró siempre contrario a su reclutamiento.

Muchos se refugiaron en América Latina, otros ni siquiera salieron de Alemania

Escondidos en casa

También hubo miembros de las SS -casi siempre oficiales de segundo nivel- que ni siquiera se vieron obligados a abandonar Alemania o Austria, donde vivieron escondidos tras nombres falsos. Odessa no se olvidó de ellos y facilitó su reinserción en la nueva República Federal nacida en 1949. Se valió de la infiltración en los partidos políticos, los organismos oficiales y el sistema judicial para garantizar que miles de expedientes desaparecieran, o proporcionar una buena defensa jurídica en caso de que fueran descubiertos y detenidos. Muchos fueron oportunamente prevenidos para que escaparan.

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Inicialmente el objetivo era volver a acumular fuerzas para establecer el IV Reich desde América del Sur. Pero poco a poco se dieron cuenta de que su sueño era imposible. Entonces, volcaron sus esfuerzos en que los antiguos afiliados de las SS fueran empleados por las grandes empresas que surgieron gracias a la ayuda occidental. Muchas aún hoy en funcionamiento acogieron sin rubor a numerosos criminales que pudieron trabajar con normalidad y en algunos casos hasta se convirtieron en líderes económicos de la nueva Alemania.

De forma paralela, Odessa diseñó un plan de propaganda para convencer al pueblo de que los asesinos de la insignia de la calavera se limitaron a servir a la patria y que no merecían persecución alguna. El plan funcionó en los primeros años. Pero a mediados de los sesenta, Odessa comenzó a dejar rastro y al Ministerio de Justicia de Bonn llegaron documentos -supuestamente conseguidos por el Gobierno de Israel, el único empeñado en perseguir a los jerarcas nazis- que llevaron a la detención de antiguos miembros de las SS.

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