La mirada íntima

Esta exposición se plantea como una amplia retrospectiva que recorre un trabajo realizado entre 1957 y 2018, con una importante aportación de imágenes inéditas y archivos documentales que enriquecen su discurso a través de seis series dispuestas cronológicamente y que los comisarios han dividido así: 'La Chanca' y 'La Chanca en color' (1957-1965), 'Informalismos' (1965), 'La playa' (1972-1980), 'Trampas para incautos' (1980-2001), 'Encuentros' (1991-2002) y 'La Briseña' (2015-2017).

'La Chanca' y 'La Chanca en color' representan el paradigma de toda una época en la que el humanismo fotográfico se entrelaza con los intereses de la novela social o de la crónica de viajes de la mejor literatura española del momento (de Rafael Sánchez Ferlosio a Camilo José Cela o, muy especialmente en este caso, Juan Goytisolo). El fotógrafo trata de describir y dignificar un modelo de vida y de sociabilidad urbana seculares, anteriores al gran éxodo rural que llenará de barriadas obreras de las grandes capitales españolas.

El propio fotógrafo, ya a mediados de los 60, afila su discurso en 'La Chanca en color', donde parece revertir el sentido neorrealista del reportaje en blanco y negro en pos de un acercamiento más abstracto. Es el inicio de un interés por el color que se desarrolla en los años siguientes. Además, la serie constituye un intento de huir de una mirada miserabilista sobre el lugar, sin por ello renunciar a cierto tremendismo.

Años más tarde, cuando el Ayuntamiento de Almería decidió intervenir en el barrio para mejorar la imagen de la zona, arrasó parte de las infraviviendas de La Chanca, de modo que algunos de sus muros interiores quedaron a la vista. Al encontrarse con las texturas de esas paredes reveladas, decidió realizar una serie de primeros planos, 'fotos de conceptos', que denominó 'Informalismos'. Esos paramentos aislados, fragmentados, con sus sedimentos de color, enlazan para muchos con el informalismo pictórico, o con la búsqueda de la pura abstracción, de las formas autónomas y la valoración de los colores planos.

Otra nueva etapa se inicia cuando, como fotógrafo contratado por el Ministerio de Información y Turismo, Pérez Siquier viaja por todo el litoral español para obtener imágenes que serán utilizadas por el régimen como reclamo publicitario. La idea del 'sol y playa' tenía que atraer a los visitantes; pero, además, lo que él mismo bautizó como 'la geografía de la carne' le fascinó. Siquer construyó una crítica mordaz sobre el nuevo turismo y acabó jugando con formas y colores en estampas pop que rozaban lo kitsch. En su conjunto, 'La playa' muestra, según la crítica, sentido del humor, un contenido de gusto surrealista, una celebración del volumen corporal y la vida que destila y una fina mirada hacia una cotidianidad distinta, basada en la relajación de las normas morales impuesta entre los bañistas de la época, sobre todo, 'las suecas'.

'Trampas para incautos' da título a la siguiente serie donde el interés por las superficies que ya aparecía en 'La Chanca en color' se desarrollará plenamente. Pérez Siquier parece recorrer un mundo crecientemente superficial, poblado por representaciones alternativas de la realidad, escenarios de aparente cartón piedra donde lo cotidiano se congela en escaparates, maniquíes, figuras de feria, parasoles ilustrados o enseñas publicitarias. En ese sentido, su obra se vincula a los intereses de la aparición del kitsch en la cultura contemporánea -y que ya había iniciado en 'La playa'-, y del hiperrealismo norteamericano, interesado en ese período por las superficies pulidas de la modernidad tardía y por las paradojas del mundo consumista.

En 'Encuentros', Pérez Siquier posee una visión muy contemporánea que se recrea en espacios de su entorno, lugares duros, vulgares, anodinos. Se trata de una versión muy personal de la estética pop que le lleva a encontrar atractivo en todo aquello en lo que otros encontrarían desolación.

'La Briseña', nombre de la residencia veraniega del autor y de su última serie, sugiere un repliegue hacia el interior, propio de su entrada en la madurez. La materialidad del encalado de las paredes y la presencia de objetos aparentemente insignificantes indican un proceso introspectivo, una reivindicación de su identidad territorial y un toque poético que aporta una luz nueva sobre su obra y parece recoger todos sus intereses anteriores en un espacio ahora limitado y desde una mirada íntima.

En suma, como fotógrafo, Pérez Siquier formó su propio mundo sin pretender aproximarse a un modelo conocido. Creó así una obra coherente y sólida, compacta y en continua evolución, que dio sentido a su vida, y que lo convirtió en una figura fundamental de la fotografía española.