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Han pasado 50 años y sé muy bien quiénes éramos, súbditos a la fuerza de una tiranía cuartelera, beata y cruel. No queríamos ser diferentes, como se ufanaba el Régimen, sino lo más parecidos a los ciudadanos de los países libres del mundo. Interpretamos como ... una venturosa señal premonitoria la llegada de Allende a la presidencia de Chile por medio de unas elecciones libres. Apuntaba a un horizonte con el que casi no nos atrevíamos a soñar, de puro utópico como nos parecía. Creo que habríamos firmado la mitad de lo que llegó después, de lo que tenemos ahora.
«Te recuerdo, Amanda, /la calle mojada…». Nos conmovió la fotografía de Allende defendiendo el Palacio de la Moneda con el casco de soldado raso y una metralleta, su hermoso discurso final: «Se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor». Nos conmovieron las detenciones y los asesinatos, las desapariciones. Víctor Jara, ferozmente torturado antes de su ejecución en el campo de fútbol de Santiago, improvisado penal. Ahora, 50 años después, han sido condenados sus asesinos, y uno de ellos se ha suicidado tan tarde, tan viejo, tan despreciable.
Entonábamos las canciones ingenuas de Víctor Jara, Mercedes Sosa, Quilapayún. Solidarios con Chile, pensábamos en España. Neruda murió de enfermedad durante la sublevación y hoy sabemos que le ayudaron a morir. «Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos». Después de Franco llegaron las libertades, equiparables a las del resto del mundo libre, pero también la desbandada. Casi no reconocemos a algunos intelectuales y políticos a quienes admirábamos, que fueron evolucionando desde la utopía social hasta el conservadurismo clásico, aliado ahora con los nostálgicos del franquismo. Pasaron por estaciones intermedias y en todas tenían razón, mientras se hundían los proyectos efímeros a los que se apuntaban. Cada lugar donde estaban era, contradictoriamente, el único posible para la inteligencia. Por eso desprecian tanto a quienes mantienen los ideales ingenuos, compasivos y solidarios de siempre, que permanecen donde siempre estuvieron, en la fe de las grandes alamedas abiertas. Te recuerdo, Amanda.
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