
¿Por qué algunos creadores se refugian en seudónimos?
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Los autores ocultan su identidad por motivos sociales, familiares, políticos, comerciales y artísticosSecciones
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Los autores ocultan su identidad por motivos sociales, familiares, políticos, comerciales y artísticosLuisa Idoate
Viernes, 21 de marzo 2025
Por qué se firma una obra con seudónimo? Para sortear la presión social, la expectativa familiar, la represalia política. Por no perjudicar el propio apellido, ... para empezar de cero sin beneficiarse de él. Por pudor, timidez, miedo al fracaso y al qué dirán. Para remplazar los nombres largos, farragosos y comunes por los cortos, sofisticados y pegadizos que venden más. Para diferenciar los estilos y etapas del artista. Para eludir los sesgos y prejuicios contra la autoría femenina. Y se diseñan como alter egos creadores, con voz y vida propia.
Esposa y madre. Es el rol que el siglo XIX impone a la mujer, banalizando cualquier trabajo, inquietud intelectual y meta fuera de la familia. Las escritoras que publican con su nombre reciben tales críticas que optan por los seudónimos. Aunque Jane Austen firma 'Sentido y sensibilidad' (1811) y 'Orgullo y prejuicio' (1813) como 'by a lady' (de una dama), se prefieren los nombres masculinos. Las tres hermanas Brontë se convierten en los hermanos Bell. Charlotte firma 'Jane Eyre' (1847) como Currer; Emily, 'Cumbres borrascosas' (1847) como Ellis; y Anne, 'La inquilina de Wildfell Hall' (1848) como Acton. Cecilia Böhl de Fáber rubrica 'La gaviota' (1849) como Fernán Caballero, porque aquello «era cosa de hombres» y era la hija de un cónsul de Federico Guillermo III de Prusia.
Amandina Aurore Lucile Dupin du Dudevant es punto y aparte. Escribe la novela 'Rose et blanche' (1831) junto con Jules Sandeau con el seudónimo de Jules Sand. En él inspira luego el suyo, George Sand, con el que publica su éxito 'Indiana' (1832). Se mete de lleno en él. Viste ropa masculina, entonces prohibido a la mujer por la ley francesa, fuma y vive abiertos romances con Honoré de Balzac, Franz Liszt y Frédéric Chopin. «George Sand no puede determinar si es hombre o mujer. Tengo un gran respeto por todos mis colegas, pero no es mi lugar decidir si ella es mi hermana o mi hermano·, escribe Víctor Hugo.
Al escritor, político y filósofo francés François Marie Arouet, lo conocemos como Voltaire, nombre que algunos relacionan con 'volontaire' y 'revoltaire', voluntario y revoltoso. Lo comienza a usar en 1718, tras pasar un año encarcelado en la Bastilla por la mordaz sátira que escribe sobre el incesto entre Luis Felipe II de Orleans, regente de Francia tras la muerte de Luis XIV, y su hija, la duquesa de Berry.
Stendhal es la firma más famosa de Henri-Marie Beyle. Da nombre al síndrome provocado por la contemplación de una desmedida belleza, que el escritor sufre en la basílica de la Santa Cruz y relata en 'Roma, Nápoles y Florencia' (1817). Taquicardia, dolor en el pecho, ansiedad, vértigo, confusión. «No me sentía en condiciones de razonar y me abandonaba a mi locura como a la vera de una mujer a la que se ama».
Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto se convierte en Pablo Neruda para no discutir con su padre, que le rompe los poemas y quiere que sea ferroviario como él. Lo utiliza por primera vez al publicar 'Entusiasmo y perseverancia' (1917) en 'La mañana' de Temuco (Chile). Allí estudia y tiene como profesora a la escritora Gabriela Mistral, seudónimo que Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga usa en homenaje a los poetas Gabriel d'Annunzio y Frédéric Mistral.
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Como guiño al ayer, Samuel Langhorne Clemens escribe 'Las aventuras de Tom Sawyer' (1876) con la expresión Mark Twain, que indicaba dos brazas de profundidad en el barco que pilotó de joven por el Misisipi. El dramaturgo Thomas Lanier Williams III, al que llaman Tennessee Williams por su acento sureño, gana el premio Pulitzer con 'Un tranvía llamado deseo' (1951) y 'La gata sobre el tejado de zinc caliente' (1958). Su colega Romain Kacew, conocido como Romain Gary, consigue el Goncourt en 1956 con 'Las raíces del cielo'; y, aunque las bases del premio prohiben obtenerlo dos veces, lo gana de nuevo en 1975 con 'La vida ante sí' y el seudónimo de Émile Ajar. Lo desvela en una nota al suicidarse, en 1980, en su apartamento de París. Otros artistas prefieren alimentar el misterio.
'La bestia', firmada por un tal Sergio López, gana en 2021 el Premio Planeta. Su autora es Carmen Mola, autora de 'La novia gitana' (2018), 'La red púrpura' (2019) y 'La nena' (2020). Se sabe que es otro seudónimo, pero no de quién. Se descubre al recoger el premio los escritores Antonio Mercero, Agustín Martínez y Jorge Díaz. Carmen Mola era un heterónimo, un seudónimo con biografía propia que concedía entrevistas por correo electrónico. «Puedo ser una escritora famosa, un funcionario de provincias, una profesora de universidad o un camionero que recorre Europa y escribe en las áreas de descanso de las autopistas». Los autores «decidieron salir del armario» porque «Carmen mola, pero mola más un millón». A unos les divirtió; a otros, les molestó. Aunque es un recurso habitual en la literatura.
Tras el éxito de 'Harry Potter', J. K. Rowling publica una saga de novelas policiacas protagonizadas por Cormoran Strike. Títulos como 'El canto del cuco' (2013), 'El oficio del mal' (2015) y 'Blanco letal' (2018), que firma como Robert Galbraith. Su currículo es tan falso como creíble: es un militar que trabaja en seguridad civil, lo que exige cierto anonimato. Lo suple con una web donde ahora reserva ejemplares de su octava entrega, 'El hombre distintivo', que sale a la venta el 2 de septiembre.
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El rey de los heterónimos es el poeta portugués Fernando Pessoa: utiliza más de setenta a lo largo de su vida. Aborda temas concretos con la voz y el estilo de personajes ficticios que crea con mimo: Alberto Caeiro (1899) es un poeta amante de la naturaleza y de Portugal que muere de tuberculosis; Álvaro de Campos (1890) es un ingeniero naval y monárquico que vive en Inglaterra, adora la tecnología y escribe versos libres. A otro de ellos dedica José Saramago la novela 'El año de la muerte de Ricardo Reis' (1984), un médico residente en Brasil que regresa a Lisboa tras la muerte del Pessoa que lo creó.
Polímata, cáustico y provocador, Boris Vian vivió 39 años y usó 37 nombres para firmar sus novelas, cuentos, poesías, obras teatrales, canciones, pinturas y traducciones. Utilizaba masculinos como Vernon Sullivan, Onuphre Hirondelle y Otto Link; femeninos como Amélie de Labmineuse, Odile Legrillon y Anna Tof de Raspail; y anagramas que trasponen las sílabas de su nombre: Baron Visi, Brisavion, Navis Orbi y Bison Ravi. En cada caso, era una persona diferente.
¿Quién es Banksy? Es un seudónimo tan famoso como anónimo. Y cotizado. En 2018 Sotheby's subastó por 1,2 millones de euros su grafiti 'La niña con globo', que se autodestruyó tras la compra con una trituradora oculta en el marco. Los restos, titulados 'El amor está en la papelera', se vendieron en 2021 por 21 millones de euros. La oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea ha advertido a Banksy de los riesgos del anonimato: la autoría de las piezas no es incuestionable si no se conoce la identidad del creador.
Mientras el seudónimo se elige, el apodo se acarrea. Destaca una característica del personaje. Al pintor Giorgio da Castellfranco le llaman Giorgione «por las hechuras de la persona y por la grandeza de su ánimo», escribe Vasari. A su colega Jacopo Comin primero le dicen Robusti, por la bravura de su padre frente a la Liga de Cambrai en el Sitio de Padua (1509); luego, «el furioso», por su ímpetu con el pincel; y pasa a la historia como «il Tintoretto», al ser hijo de un tintorero. Por ser de Grecia, llaman a Doménikos Theotokópoulos 'el Greco'; por ser valenciano y de baja estatura, José de Ribera es 'el Spagnoletto'(el Españolito). Y los sobrenombres de 'el Viejo'y 'el Joven' diferencian al pintor flamenco Pieter Brueghel de su hijo.
Los alias, como también se conocen, son flexibles y exagerados. A Miguel de Cervantes le dicen 'el manco de Lepanto', aunque no perdió el brazo en esa batalla, sino su movilidad por la rotura de un nervio. El escultor y pintor Daniele da Volterra, nacido como Daniele Ricciarelli, es 'il Braghettone' porque, tras morir Miguel Ángel, vela con paños el sexo de las figuras de 'El juicio final' de la Capilla Sixtina que el papa Pío V creía obscenas.
Los apodos son seductores. Los escritores lo saben. Y los usan. La prensa de finales del siglo XIX llama Jack 'el destripador' al asesino que aterroriza al East End de Londres en 1888 y luego protagoniza novelas, películas y series de televisión. Literatura, cine y teatro representan a Felipe 'el Hermoso', a quien apoda así Luis XII de Francia en 1501 en Blois; y a su esposa Juana 'la Loca', que, según los historiadores, no lo estaba.
Erik 'el Rojo' es el héroe por excelencia de las aventuras, recreaciones y leyendas vikingas. Y, en 'Cien años de soledad' (1967), de Gabriel García Márquez, Aureliano Buendía quiere quedarse para siempre «junto a ese cutis de lirio, junto a esos ojos de esmeralda» de Remedios 'la Bella', cuyo perfume «seguía torturando a los hombres más allá de la muerte, hasta el polvo de sus huesos».
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